«La mano invisible»; sé insolidario y no mires con quién, (David Macián)

El director murciano David Macián apunta alto en su primer largometraje de ficción, «La mano invisible», un filme en clave española que analiza el sistema de relaciones laborales con un estilo cercano al movimiento Dogma 95. La película se fija en el mercado de trabajo a través de elementos extraídos de la realidad que aparecen distorsionados adrede, e inclusive en algunos momentos rozarían el calificativo de una broma de mal gusto. Y esa distorsión no es un capricho del guion, sino más bien el destaque de un cúmulo de despropósitos desmenuzados sobre la base de una muy buena información sobre el terreno que pisa.
Estamos ante una ficción casi teatral que expone en este caso una relación tóxica entre la mano cada vez más invisible del sistema capitalista que le da el título y unos trabajadores de muy bajo perfil moral, toscos, insolidarios y esclavos felices que se conforman con un salario mísero que les permite malvivir.
La estructura de la película, que parece estar uniendo fragmentos entre diferentes oficios de una manera que sería ilógica en el mundo real, sirve curiosamente para conseguir centrar al espectador ante el cuestionamiento de ciertos ingredientes que pueden repetirse independientemente del modelo o forma de trabajar, pero todo ello dentro de un espacio en el que se percibe una extrema vacuidad aderezada por un público empeñado y esforzado en completar ese círculo de incongruencias, que ninguno de los actores del filme parece querer abandonar, con un problema de coordinación y organizativo que es impresionante.
La «lógica» del mercado laboral parece incuestionable en «La mano invisible». La sensación al ver los trabajadores es que éstos piensan que el problema lo tienen los otros y no ellos. Aun así, suelen conversar banalmente en los aseos o en el bar, sobre un universo que los engulle sin que se tengan demasiado en cuenta algunos factores importantes y donde tan sólo se da crédito por parte de la empresa a las llamadas «encuestas de satisfacción» entre los clientes.
El propio director exponía muy bien algunas de las preguntas que suscita el filme: «¿Por qué trabajamos? Para vivir bien; entendernos a nosotros mismos; para lograr nuestros sueños; para lograr el estatus; sentirse útil; ¿Para sobrevivir? ¿Cuál es el propósito de lo que producimos? ¿Para quién realmente trabajamos? ¿Sabemos? ¿Queremos saber?», preguntas todas ellas que sin duda rondan en la cabeza del espectador ante esta representación tan deshumanizada, pero hasta cierto punto con los pies en el suelo, del mercado laboral.
©José Luis García/Cinestel.com