«Madre solo hay una», de Anna Muylaert; a vueltas con la identidad

Estrenada en España
La preocupación de la directora brasileña Anna Muylaert por el tema de las relaciones maternofiliales es ya conocida por anteriores películas suyas como «Durval Discos» (2002) o «Una Segunda Madre» (2015). En 2016, «Madre solo hay una» es su nueva apuesta en esa misma dirección, ahora con un tema que se asienta sobre una base que es crítica en diversos países del sur de América: el robo de niños tras su nacimiento en los hospitales, un tema que suele ser tabú en Latinoamérica y que en 2014 abordaba con profusión la realizadora argentina Alejandra Perdomo en su documental «Nacidos Vivos». Una historia de ficción también es muy válida para reflexionar sobre este difícil problema. Muylaert lo hace a partir de un caso real que los medios brasileños se encargaron de difundir, pero solo desde el punto de vista de la madre falsa y nunca desde el de las víctimas, que son el hijo y los padres.
«Madre solo hay una» es un filme que fija su mirada en Pierre, un adolescente en plena exploración de su identidad de género, quien un día recibe la noticia de que no es hijo de quien creía y que la mujer que lo ha criado no es su madre biológica. Como se ha descubierto quiénes son sus auténticos padres, la separación inicial de la falsa progenitora será traumática, -por partida doble-, y deberá afrontar esa nueva situación con un matrimonio y un hermano nuevos que le resultan totalmente desconocidos.
La cineasta brasileña adopta una decisión arriesgada al contratar a una misma actriz, Dani Nefussi, para interpretar a las dos madres, pero todo está hecho de tal forma que inclusive favorece el resultado final, al reforzar la idea sobre las distintas formas que existen de construir una familia y la necesidad de contar con el apoyo de una madre.
El acto en sí de haber sido un niño robado es absolutamente reprobable y la película expresa muy bien lo que serían las contradicciones afectivas que eso genera en su protagonista, con una excelente actuación del actor Naomi Nero.
Lo verdaderamente importante en una película como ésta es que la directora no ha radicalizado las etiquetas hacia sus personajes y que deja respirar con bastante libertad a sus intérpretes en ese sentido. Poder trabajar con esas pequeñas aportaciones que puedan hacer los actores a sus personajes a partir de lo que dice el guion, es una gozada para cualquier director y después se nota a la hora de visionar una historia mejor elaborada.
«Madre solo hay una» es en definitiva una película de perspectivas diversas entre sus personajes. Rodada con cámara en mano, es un filme que provoca la discusión a posteriori y que tiene un final marcado por las relaciones de poder en un contexto en el que, como decía una vez Muylaert, cada uno pueda llegar a ser aquello que quiera ser.
©José Luis García/Cinestel.com