«Mañana a esta hora», de Lina Rodríguez; entorno íntimo y familiar

Ese micromundo o espacio familiar que se acostumbra a conformar, es o debería ser un bien preciado en el que se comparten los altibajos de la cotidianidad.
En una atmósfera de realidad y autenticidad, la directora colombiana Lina Rodríguez presenta en su segundo largometraje, tras «Señoritas» (2013), una historia muy relacionada con el sentido que se le da a la familia, al crecimiento de los hijos y a las actitudes de conocimiento y también de socialización que suelen asumir los adolescentes.
«Mañana a esta hora» es un filme en el cual el sentido emocional recibe la función principal en el relato y se encarga de ir ocupando los espacios más cotidianos de los personajes, tratando de medir tanto los impactos como sus consecuencias. Y lo que aquí se ve son las acciones más comunes que te puedas imaginar dentro de una familia, al punto de que muy pronto te vas a olvidar de que se trata de actores ante toda esa gran magnitud de realidad y certeza que desprende la película.
Una chica joven y hermosa de 17 años vive con sus padres en un apartamento de Bogotá y disfruta de una relación con ellos de lo más normal. Todo cambia a partir del momento en que Adelaida (Laura Osma) comienza a desarrollar comportamientos y búsquedas que son propias de su edad, mientras que deja de involucrarse de lleno en las actividades domésticas del día a día en el hogar. La parte compartida de sus deberes en la casa se suma ahora a las que ya tenía su madre Lena (Maruia Shelton), creando un conflicto con ella que amenaza con ser cada día más grande.
Adelaida es hija única y la descripción inicial del filme nos induce a pensar que pudiera padecer eso que se llama el complejo de Edipo, pues su padre (Francisco Zaldua) no está en el centro de sus reproches.
Con la imagen de un árbol cincuentón al inicio de la película, «Mañana a esta hora» tiene un título que parece interrogar sobre el paso del tiempo, un área en la que lo perdurable tiene límites que podrían llegar hasta el duelo, mientras que nuestras vidas van sufriendo cambios todos los días sin que nos demos cuenta. Rodríguez enfoca la narración desde el punto de vista femenino e incluye conversaciones íntimas que son comunes entre las jóvenes. Igualmente, hay encuentros con chicos y charlas con ellos, en apariencia banales, pero que son reconocibles por cualquier espectador que haya pasado por esa edad adolescente.
Es por ello que la directora se esfuerza por mantenerse en el círculo íntimo y los espacios personales, mostrando las distancias con lo ajeno, como cuando se ve un grupo de jugadores que practican deporte a media distancia. El relato queda astutamente anclado en la idea de que muchas veces hay cosas que no se pueden explicar con las palabras. Podríamos encontrar unos cuantos puntos que son comunes entre los miembros de una familia, pero cuando están en movimiento y evolucionan a menudo existen roces como los que aparecen en esta historia. Por otro lado, el tiempo es algo intangible que no se puede detener o aplazar.
La película se presentó en la sección Cineastas del Presente de Locarno, desde donde inició su recorrido internacional.
©José Luis García/Cinestel.com