«Niñato», de Adrián Orr; la paternidad del eterno adolescente

La oportunidad de mejorar y de hacer una profundización en torno a un trabajo anterior en cortometraje, le dio al director español Adrián Orr la posibilidad de acabar un atrayente y realista relato alrededor de una familia algo disfuncional, con un padre niñato que tiene a sus tres hijos a cargo.
«Niñato» es una película que asume el reto de reflejar cómo es una parte de la actual sociedad urbana contemporánea, con los problemas que mucha gente encuentra para integrarse en un mundo que no terminan de entender, pero con algunas renovadas esperanzas de salir adelante.
El relato de Orr en ningún momento esconde la posibilidad de reflexionar en torno a un pretendido alargamiento indefinido de la adolescencia y la de cuestionarse el sistema educativo e incluso el de valores, que está muy presente en toda la película. El filme fue premiado como ópera prima más innovadora en el Visions du Reel (Suiza) e igualmente como mejor película en el BAFICI.
David es un desempleado que tiene que cuidar de sus tres hijos, una de sus pasiones, mientras mantiene intacta desde hace más años su otra predilección, la de llegar a desarrollar una carrera en el mundo de la música hip-hop. Desde la primera escena en que sostiene un teléfono móvil, ya nos hacemos una idea de algo tan sencillo como que el actor está haciendo de sí mismo. De hecho, una parte de las imágenes que se ven nos remiten al corto «Buenos días resistencia», rodado en 2013 por este realizador formado en la Escuela de Cine de Lisboa.
Muy pronto también sabremos que los gustos de David pasan necesariamente por la cultura underground y por otras conexiones asociadas a ese movimiento, pero antes que eso están las difíciles tareas diarias para tratar de sacar adelante a sus tres hijos, entre los cuales, el pequeño es al parecer quien muestra mayores recelos a la hora de adaptarse a su caótico entorno doméstico.
A partir de un montón de imágenes cotidianas de esta familia, Adrián Orr construye en «Niñato» una historia lineal que abarcaría unas 24 horas, casi siempre grabando las escenas con cámara en mano, y con la gran pericia de conformar un relato de ficción al que une imágenes muy auténticas de los chicos, las cuales podrían inscribirse fácilmente dentro del género documental.
Probablemente, el tema más interesante de observar en esta película sea el de las grietas entre las generaciones (en algún corto instante del filme también vemos a los padres de David) y esa injustificable necesidad de mantener un tono suavemente intimidatorio, firme y sabelotodo que en algunas pequeñas partes del film sostiene el niñato protagonista.
La preocupación por la precariedad en el empleo también circula dentro de la atmósfera creada para contar esta historia, aunque al final todos los actores que aparecen podrían haber exclamado sin problemas que ¡Por fin es viernes!
©José Luis García/Cinestel.com