«Sin Amor» (Loveless), de Andrei Zviaguintsev; la desestructuración

Estrenada en España
La estructura clásica familiar era uno de los temas que el cineasta ruso Andrei Zviaguintsev ya abordaba en su anterior trabajo «Leviatán» (2014). Con «Sin Amor» (Loveless), el director se aleja del ambiente corrupto que condicionaba aquella historia, para adentrarse en el mundo íntimo de una pareja que ha decidido divorciarse y que no sabe lo que hacer con un hijo en común, ya que ninguno de los dos tiene el más mínimo interés por vivir con el chico.
A resultas de ello, es obvio que la separación que ambos están llevando a cabo no está siendo todo lo amistosa que tendría que ser, y es el hijo quien está pagando las consecuencias.
El chaval de 12 años decide desaparecer sin dejar rastro al principio de la película, y este hecho evidenciará que la problemática familiar es mucho más profunda de lo que en un principio parecía.
Justamente serán las reacciones que en torno al caso de la ausencia voluntaria del adolescente tengan los distintos actores en la película, lo que facilitará que Zviaguintsev nos pueda ofrecer un retrato social enmarcado en fechas recientes, y envuelto por un enfoque psicológico de cada uno de los personajes, incluida la policía que tiene que resolver la aparente volatilización de Aliosha.
«Sin amor» (Loveless) comienza y acaba con la misma escena dentro de un paisaje frío, nevado y solitario. Una clara alegoría hacia el tipo de relación dañada que el director quiso reflejar. En esas primeras secuencias vemos al chico caminando desde la escuela hacia su casa, que está en venta.
Zvianguintsev ha querido hacer aquí una especie de crítica con el filme hacia la actual sociedad dominada por el consumo. Muestra, por ejemplo, a un comprador del apartamento al que sólo le parece interesar cuántos metros cuadrados tiene; pregunta que hace en varias ocasiones. También a unos padres que literalmente insultan a su propio hijo, incluso cuando él no está presente. La madre habla además en algún momento del relato del «disgusto» que le dio parir al bebé.
Y es que la mamá de Aloisha sólo se comporta como madre cuando está delante de la policía, mientras que el padre parece más preocupado por una posibilidad de perder su empleo, si no se dan una serie de condiciones que exige el empresario ortodoxo dueño de la compañía en la que todavía trabaja.
Igualmente, la presentación e influencia de los medios de comunicación está muy presente en esta película, con unos personajes que en determinados momentos del film parecen abducidos por ellos y por algunas mentiras como que el fin del mundo iba a llegar en el año 2012.
Pero Zvianguintsev acaba de cuadrar el círculo de su dura historia en el momento en que aparece la abuela del chico conversando con la madre. Es quizá en ese diálogo cuando nos podamos dar cuenta de la grave envergadura de este problema, que no es otro que el de la deshumanización y suicidio moral de los personajes del filme. Impagable el plano en el que se ve un grupo de operarios desmantelando el apartamento, que termina su recorrido en la ventana que da al exterior nevado.
©José Luis García/Cinestel.com