«El pequeño Quinquin», de Bruno Dumont; huida de la realidad

Estrenada en España.
Cineasta con vocación de explorar universos narrativos diferentes, el francés Bruno Dumont sigue en su afán de mostrarnos en sus películas un mundo irreal, desordenado y desprotegido. A modo de farsa grotesca, «El pequeño Quinquin» (P’tit Quinquin) es un filme que hábilmente desvirtúa a sus personajes, nadie parece estar del todo en sus cabales más elementales, para acompañarnos hacia un final que si bien no es concluyente, al menos nos ofrece la posibilidad de hacer una reflexión profunda sobre lo que se ha visto. Tres horas y dieciséis minutos es su duración en el cine, debido a que estuvo en un inicio pensado como cuatro capítulos de 52 minutos para la televisión. La acción se desarrolla en un terruño agrícola, ganadero y costero lindante con el Canal de la Mancha que separa Francia de la Gran Bretaña.
Dumont nos presenta un drama burlesco y absurdo en el que parece que nos está contando qué pasaría si nadie, ninguna persona, hiciera bien lo que tiene que hacer. La película une imágenes bucólicas muy bien tomadas, con el ambiente propio de esos lugares campestres y agrarios, ya que en su huida de la realidad el realizador filmó esta historia en un entorno que tal vez no fuera tan reconocible para la mayoría del público que la pueda ver.
Con animales herbívoros muertos porque han tragado carne humana, en las entrañas de este filme se encuentra un niño sinvergüenza que le da el título, quien se mueve por la zona con su novia y otros amigos. Entre los demás personajes también están dos policías claramente fuera de cualquier margen de la lógica, y una chica a la que le gusta cantar en público, pero que sólo se sabe una canción. Los actores no son conocidos porque se trata de aficionados elegidos en la misma localidad donde se filmó, una tónica que el autor suele mantener a excepción de en aquella «Camille Claudel 1915» que en 2012 rodó con Juliette Binoche como protagonista. Abanderado de la corriente del llamado nuevo cine francés Du corps, Dumont sigue aquí haciendo gala de su preferencia por la violencia extrema y la provocación como arma de estudio sobre la psicología de la personalidad.
©José Luis García/Cinestel.com