«El puente de los espías», de Steven Spielberg; sospechas y habilidades

Estreno recomendado en España el viernes 4 de diciembre 2015
Steven Spielberg tiene un talento innato para contar historias en el cine y un interés especial en que sus relatos tengan algún tipo de conexión con hechos revisables del pasado. «El puente de los espías» es una nueva película épica de un cineasta fuera de lo común, que siempre ha declarado su fascinación por los sucesos de la Guerra Fría y por las consecuencias de la carrera armamentística nuclear. Tom Hanks y Mark Rylance conforman un tándem protagonista de primer orden, desarrollando este guión con esquema original de Matt Charman, pero acabado por los magistrales hermanos Coen, que siguen apostando por su vena más instigadora.
James Donovan (Hanks) es un abogado especializado en conflictos con las aseguradoras. Por sus buenas habilidades como negociador, le encomiendan la defensa de un agente soviético que reside en Nueva York y que ha sido descubierto.
El letrado no se implica en un principio con demasiado entusiasmo en hacerse cargo de una defensa tan sumamente impopular, pero la personalidad misteriosa e imperturbable del reo, su pasado como antiguo fiscal en el proceso de Nüremberg, y su compromiso en favor de los valores democráticos y del Estado de Derecho, provocan que asuma un mayor vínculo con su defendido, aun a riesgo de perder la tranquilidad y libertad de su familia. Donovan es un hombre corriente, pero abrumador y bastante hábil en las complejidades, quien se enfrenta a circunstancias extraordinarias bajo el estigma de las lealtades contrapuestas.
Rudolf Abel (Rylance) no parece, al menos en la película, un espía con poderes de decisión, sino más bien un subordinado o peón transmisor con poca información destacable en su poder, pero al que se le da excesiva relevancia en los medios porque se trataba del año 1957, momento en el que entre la población estadounidense cundía el nerviosismo ante las noticias de los avances en tecnología nuclear y espacial de los rusos. Aunque le llaman coronel, no se sabe mucho de él, pero en el filme aparece como un personaje creíble, tedioso, y dueño de una notable profundidad en lo que son sus convicciones y compromisos.
Queda claro en el filme que muy pocos, ni el gobierno ni el juez, querían que Donovan ganara ese juicio, e inclusive que pensaban que el espía no era merecedor de esa implacable y brillante defensa. Por eso, aquí todo el proceso judicial se ve como una pantomima tras la que los Estados Unidos querían demostrar al mundo una falsa idea de imparcialidad en su sistema judicial.
«El puente de los espías» es un sorprendente e inteligente drama con un trabajo de cámara al servicio de un guión que ofrece múltiples aristas para el disfrute del espectador. Spielberg sabe muy bien cómo hacer las cosas para que el movimiento de cámara no sea una ofensa para el público inteligente. Antes que nada porque se basa en hechos reales conocidos y documentados en las hemerotecas, pero sobre todo, porque el guión y la puesta en escena saben encontrar el tono perfecto con el que perdura la intriga y la sospecha de un posible complot o traición hasta el final. Gigantesco y rutilante Spielberg, como siempre.
©José Luis García/Cinestel.com