«Hija de la laguna», documental sobre invertir contaminando el agua

El sistema financiero internacional es voraz e insaciable en su propósito de acumular riquezas. El realizador peruano Ernesto Cabellos Damián nos acerca en «Hija de la laguna» a la tragedia que viven muchos campesinos del Perú y Bolivia que se ven obligados a abandonar sus tierras ancestrales porque las compañías mineras quieren extraer el oro que se halla en el subsuelo. Una vez desplazados, la actividad extractora es altamente contaminante para el agua de los ríos y las lagunas, por lo que los campesinos no pueden regar sus cultivos ni alimentar a sus vacas. Por si fuera poco, la empresa Yanacocha quiere secar dos lagunas para extraer el oro que hay debajo, y usar otra como vertedero de los relaves tóxicos. La compañía minera ya ha cerrado todos los accesos al área afectada.
Nélida Ayay Chilón es una mujer de 31 años originaria de la comunidad de Porcón (Cajamarca, Perú). Campesina y líder ambientalista, siente que es hija de las lagunas de las que depende la vida de su pueblo. Con frecuencia acude a la orilla para hablar con la Madre Agua, un líquido sobre el que cabe la posibilidad de que no lo vuelva a ver tal cual en ese lugar. En un momento del documental, está mirando desde un cerro a la ciudad de Lima y en referencia a sus habitantes se pregunta que de dónde se alimentan. ¡Aquí solo hay cemento! -exclama-. Para ella es una suerte que ahora esté estudiando la carrera de Derecho en una Facultad de la capital, donde precisamente se han sucedido numerosas convocatorias de protesta en favor de la protección de los recursos hídricos de Los Andes. Piensa que cuando acabe podrá ejercer la abogacía en beneficio de los suyos.
El filme documental sigue un guion preestablecido en el que Nélida habla con distintas personas, entre ellas su propio padre y Máxima Acuña de Chaupe, una campesina peruana que vive al lado de las lagunas de Conga y que le cuenta que a menudo le visitan unos «matones de la minera»: «Es por la ambición por el oro que me quieren quitar mi terrero a la mala, a la fuerza. Han ingresado a mi terreno con sus metralletas, bien armados, acá, después de que me han dicho que me van a matar. Eso denunciamos, pedimos garantías, porque no nos dejan tranquilos»; dice Máxima.
El agua es vida, pero Don Dinero es poderoso y capaz de alterar los principios y conciencias de algunas personas, -si es que alguna vez los tuvieron-, y por eso aquí también se puede ver un grupo de mujeres campesinas trabajando en los túneles de la mina de oro porque dicen que ahí dentro auguran un futuro mejor, -¿Divide y vencerás?-. Lo que sí queda claro en el filme es que, aparte de la preocupación sobre el futuro del agua, la actividad de las mineras compromete también la fertilidad de las tierras aledañas.
Cabellos hace un uso interesante de los recursos que ha tenido para rodar la película, incluidas algunas escenas de archivos audiovisuales distintos sobre la detención del padre Marco Arana y sobre la represión policial en distintas protestas. No obstante, a la hora de contextualizar el tema sí que se nota, sobre todo en los diálogos, la preferencia del director por interponer la visión romántica que tiene Nélida a todo lo demás, obviando resaltar en demasía que el Estado peruano, -que cofinancia el documental junto al español-, es el propietario legítimo del agua en discusión.
Los campesinos hacen alguna vez alusión a esa soberanía popular, mientras que la participación de las autoridades del país es solamente oral y se reduce a una escueta intervención radial en la que se señala que «el Estado deberá ser respetuoso tanto con la propiedad privada como con la pública». Sin duda, el documental habría sido más cautivador si hubiese apelado durante mayor tiempo al sentimiento del legado histórico entre generaciones, frente a los pocos escrúpulos de los inversores que buscan acumular capital. Aunque también es verdad que este otro diálogo que se escucha en algún momento, debería de ser aplicable a todas las personas por igual: «El mundo no te pertenece, sino que tú perteneces al mundo. Entonces, ¿qué quieres dejar?».
©José Luis García/Cinestel.com