«A cambio de nada»; búsqueda interior en un entorno triste y baldío

El arranque en los largos de ficción de Daniel Guzmán fue prometedor gracias a la Biznaga de Oro que el jurado oficial del Festival de cine español de Málaga le otorgó a una película que se deja ver, técnicamente muy bien construida, con buenas actuaciones de los actores, pero con un guión que contiene puntos de completa inverosimilitud porque los tonos de impostura abarcan, además de los momentos de fingimiento o engaño como sería lógico, también otros instantes del filme descritos como auténticos y verdaderos que es im-po-si-ble que en la práctica eso pudiera ser una realidad. Aún así, se percibe que «A cambio de nada» es una película que requirió un notable esfuerzo de realización y es una aceptable ópera prima, por lo que sería de esperar que Guzmán se anime a ir puliendo el camino en los futuros trabajos que pueda realizar en este mismo terreno.
Inspirado en su propia historia personal, el filme gira entorno a un chico de dieciséis años llamado Darío y a su íntimo amigo y orondo vecino Luismi. Los dos viven en uno de esos barrios del extrarradio de Madrid para gente obrera trabajadora. Darío arrastra un grave conflicto familiar al estar sus padres conviviendo por separado. Esto ejerce sobre él una poderosa influencia negativa que lo hace odiar sus estudios y buscar otros caminos en los que experimentar, en campos donde los únicos valores a considerar en la vida son el dinero y el sexo. Por su parte, la familia de Luismi vive unida, pero sus padres tienen en común con los de Darío el cachete o el tortazo como forma de educación prioritaria, mientras que él tiene cierta dependencia emocional hacia su mejor amigo.
Otros tres personajes se suman al relato, aparte de algunos más que aparecen fugazmente: el dueño de un taller de reparaciones apodado Caralimpia, una anciana llamada Antonia que recolecta mobiliario en buen estado que ha sido desechado en las calles para luego venderlo en un rastro, y esporádicamente una joven vecina que encarna el deseo.
Casi todos los integrantes de la película parecen tener en común la búsqueda de la ternura y de alguien que pueda acompañarlos en este viaje que es la vida. El mayor logro de Daniel Guzmán como director y guionista ha sido el de dotarle de una buena proporcionalidad al factor de esos anhelos que parecen inalcanzables en la mayoría de ellos, con el añadido de algunos momentos graciosos e incluso divertidos. Pero el guión patina varias veces a la hora de escenificar la realidad de ciertas acciones que se van dando. Con esa importante salvedad, resulta una historia que se ve con agrado.
©José Luis García/Cinestel.com