«El amor es más fuerte que las bombas»; el duelo y la revaluación

Estreno en España
Joachim Trier es un realizador noruego nacido en Copenhague que se hizo muy conocido por su anterior filme «Oslo, 31 de agosto». Eskil Vogt es el co-guionista habitual de sus películas. Ambos confirman en este primer trabajo rodado en Nueva York que muchas veces el encanto de una historia contada en el cine radica en su estilo narrativo. «El amor es más fuerte que las bombas» es la muestra de un duelo vivido de diferente manera por tres personas, un viudo y sus dos hijos. El actor Gabriel Byrne es Gene, un hombre que dejó la interpretación para intentar socializar y empatizar con sus hijos tras el fallecimiento de la madre de ambos, una fotógrafa de guerra que murió en unas circunstancias no informadas a su hijo pequeño, Conrad (Devin Druid), un tímido adolescente de 15 años quien es posible que sea la persona que más ha sufrido por la pérdida repentina de su progenitora.
La película comienza con el hijo mayor, Jonah (Jesse Eisenberg), cuya mujer acaba de dar a luz en una clínica, momento en el que el cineasta introduce cierta ironía en relación a los partos hospitalarios y las pacientes embarazadas a través de una conversación fortuita que mantiene en un pasillo. Lo que sigue es una forma de narrar mediante flashbacks y algunas elipsis que proponen en el espectador una especie de reto que suele ser empleado en bastantes novelas, y que consiste en intentar proporcionar perspectivas múltiples con respecto a un mismo tema. De esta forma, se experimenta con el público y se procura también transmitir una mayor visión del conjunto de personajes.
Por supuesto que entre tantas idas y venidas en el tiempo, hay momentos en los que aparece la madre caracterizada por la magnífica Isabelle Huppert, cuya presencia se acrecienta según avanza la película como una evidencia de lo poderosos que son los recuerdos. De hecho, el punto de partida del filme se sitúa tres años después de su fallecimiento.
«El amor es más fuerte que las bombas» habla sobre el inmovilismo que muchas veces se padece junto al duelo por las personas queridas, bajo la impronta de un padre al que le gustaría poder sanar la dejadez con la que siempre trató a los hijos; él que siempre estaba fuera por su trabajo de actor, fijándose en los demás para tratar de representarlos, pero no atendiendo a sus propias necesidades en el plano doméstico.
Igualmente es interesante el punto de vista comparativo entre las diferentes generaciones de ambos hijos, con un hermano menor hiper conectado al móvil e Internet en contraposición a ese padre que está intentando implicarse emocionalmente dentro del hogar familiar, poseyendo ese carácter positivo y empático que le habría beneficiado mucho si lo hubiera hecho cuando de verdad le correspondía. El hijo mayor es tal vez quien aporta la parte más expresiva del relato, siendo un perfeccionista que considera que él fue el más cercano a su madre.
Cómo revaluarnos constantemente tras una pérdida tan dolorosa es una pregunta que se entremezcla entre las complejidades emocionales que presenta esta película, la primera rodada en inglés y en los Estados Unidos por el realizador noruego.
©José Luis García/Cinestel.com