«El Árbol de la Sangre», de Julio Medem; historia coral misteriosa

Estrenada en España
El cineasta donostiarra Julio Medem siempre sugiere en sus películas temas que apelan a la imaginación del espectador, un aspecto decisivo para que el público se integre (o no) en esa historia que está plasmada en la pantalla del cine.
Y viendo «El Árbol de la Sangre» uno se percata de que este filme ha sido producido con mucho mimo para intentar conectar con las emociones del auditorio, pues estamos ante una obra coral que contiene elementos fácilmente identificables, pero que a su vez requieren de la participación de la gente que vaya a ver estos singulares relatos.
La película comienza con Rebeca y Marc llegando a una casa de campo en Bizkaia que perteneció a la familia del joven. Y en ese escenario envuelto por la naturaleza se encuentra un gran árbol que funcionará en forma genealógica para desentrañar las respectivas raíces familiares.
El filme mezcla presente y pasado planteando lo que el realizador llama una «realidad ficcionada», es decir, que en algunas ocasiones los personajes del ahora transitan por escenas sucedidas en el pasado.
Al mismo tiempo, la pareja protagonista también quiere contarse mutuamente sus respectivos secretos, que tal vez puedan tener un significado doloroso. Un ordenador portátil servirá para escribir un texto sobre este cúmulo de historias tan diversas, algunas buenas pero otras definitivamente tristes y desoladoras.
Celos e infidelidades, encuentros y desencuentros, constituyen algunos de los temas de base de una película bastante fraccionada y con giros inesperados. De hecho, hay escenas que mezclan locaciones, como una en la playa en la que se ven distintos lugares en cada plano, situados a mucha distancia entre sí.
Esencialmente, esta historia nos está contando que estés donde estés, las relaciones humanas siempre podrán tener problemáticas o complejidades en el fondo similares, pues no solamente presenta las realidades de las dos familias, sino que también hace incursiones en temas específicos y concretos como las mafias rusas, el tráfico de órganos y otros determinados entornos de carácter turbio y también deshonesto que aquí se muestran como un conflicto suplementario a lo que es la intimidad familiar.
«El Árbol de la Sangre» es un filme en el cual constantemente se sugieren cosas en torno al concepto de familia, a través de las relaciones de la gente diversa que ahí aparece, encarnada por un elenco formado por, entre otros, Úrsula Corberó, Álvaro Cervantes, Najwa Nimri (a quien una vez más aquí también veremos cantando), María Molins, Josep Maria Pou, y el argentino Joaquín Furriel hablando con acento español (al parecer, doblado).
En ese sentido, nos hallamos ante historias cruzadas cuyo principal razón de ser son las convergencias, amorosas o de otra índole, que se producen entre las personas y su estabilidad, su fragilidad, su postergación o finalización frente a un universo que constantemente se mueve. Y eso también ocurre en la película de Medem, que tiene muchos elementos en movimiento que precisan de una acurada observación por parte del público, básicamente porque estamos ante un filme que delibera sobre intereses e intenciones, además de interrelaciones, pasiones amorosas, traiciones, amor y sexo.
©José Luis García/Cinestel.com