«Kaili Blues», de Gan Bi; un viaje

Algunos cineastas de los países del Este asiático llevan ya tiempo ofreciendo un cine que huye de presentar miserias o violencia gratuita para profundizar en el lado más humano de las personas y en sus conflictos más genuinamente cotidianos. Esa perspectiva le da a sus películas un aire de autenticidad único. Por eso es de agradecer que festivales como el de Locarno se interesen por estos filmes en los que el conflicto necesario para cualquier relato cinematográfico subyace de otra manera a como les suele gustar a los programadores de otras muestras grandes del entorno occidental en el hemisferio norte. Con el premio a la Mejor Ópera Prima y una Mención Especial del jurado de la sección Cineastas del Presente del Festival suizo, «Kaili Blues» es la entrada en el largo (largometraje, claro) del joven director chino Gan Bi, quien ya había rodado un corto con anterioridad. La historia es sencilla, humana y sigue con mucha sensibilidad a sus personajes.
«Kaili Blues» es una película contada en elipsis que trata sobre las relaciones de familia de un hombre y su viaje por carretera en una de las provincias montañosas más exhuberantes de toda China: Guizhou. Chen Sheng es un médico que comparte una clínica con otro galeno de más edad y también es un poeta que había publicado una antología. Weiwei, un hermanastro suyo, trabaja en una feria y tiene prácticamente olvidado y encerrado a su hijo. La película desarrolla una disputa sobre la herencia de la madre de ambos y los deseos de Cheng de cuidar a su sobrino, entremezclando determinados sueños todavía no alcanzados por él, que con seguridad derivan de la temprana pérdida de su mujer a consecuencia de una enfermedad.
La ópera prima de Gan Bi está muy concentrada en esas emociones y sigue un viaje que está impregnado por la necesidad que tiene el protagonista de reequilibrar el nivel perdido en el terreno íntimo de los afectos familiares. La sencillez de la historia radica en la búsqueda constante que un conjunto de personas que tienen un comportamiento taciturno están haciendo, a veces casi sin darse cuenta, de una manera espontánea y sin premeditación alguna.
En el aspecto técnico, Gan Bi consigue darle un sentido a la unidad temporal de todo el filme, logrando despertar la curiosidad del espectador, tanto por el entorno singular en el que se desenvuelve, como en los vínculos y relaciones habidos y por haber durante el relato. Se nota que es un debutante por el amplio uso que hace de la steadycam, tal vez algo obsesivo y demasiado incisivo en la última parte, para seguir a los personajes. Pero en definitiva es un buen debut del joven realizador, cuyo premio en Locarno supone toda una sugerencia para que siga profundizando en historias con personajes quizá algo más marcadamente disímiles y en un mejor equilibrio de los recursos técnicos.
©José Luis García/Cinestel.com