«Más allá de las montañas», de Jia Zhang-ke; los cambios colectivos

Estreno en España el viernes 20 de mayo
China es ese singular país que aunque hace tiempo que lleva puesto el intermitente señalando hacia la izquierda, en realidad giró hacia la derecha, si se puede llamar así al capitalismo en teoría más ortodoxo que fue instalado hace años en una sociedad formalmente gobernada por un antiguo Partido Comunista oficial. El cineasta Jia Zhang-ke suele hacer en sus películas una crítica hacia determinados comportamientos que son cada vez más generalizados entre la población de su país.
«Más allá de las montañas» es una película sobre la irrupción progresiva de nuevos ricos en un entorno de desigualdad económica cada vez más acusado. Ese empuje hacia la carrera de los beneficios tiene muchas veces unas consecuencias nefastas en áreas tan importantes como son las del matrimonio y el entendimiento entre personas en cualquier terreno de la vida.
Zhang-Ke vuelve a contar con la actriz Zhao Tao, -su pareja en la vida real-, para el papel protagonista de este filme que comienza en la nochevieja de acceso al año 1999 al son de Go West de los Pet Shop Boys, un momento caracterizado por un gran flujo de privatizaciones en China. Rodado en tres formatos de pantalla distintos, el relato es ya en su comienzo un melodrama en el que dos amigos de la infancia están enamorados de una misma mujer. Cada uno de ellos pertenece a clases sociales distintas.
Los personajes se dirimen entre la idea generalmente instalada de que cualquier tiempo pasado fue peor, -aquí subrayado en algunas pequeñas escenas con imágenes de muy baja calidad-, cierta insatisfacción no exteriorizada del todo con lo que pasa en esos momentos de la historia, y algo de melancolía que se pretende ocultar porque está mal visto hablar de ello.
«Más allá de las montañas» (Mountains may depart) es una película narrada en tres tiempos distintos: el ya mencionado año 1999; 2014 en la segunda década del siglo XXI; y una tercera en el futuro año 2025.
Las tres partes tienen en común los intentos y las posibilidades de exteriorizar y compartir los sentimientos en un entorno social que según pasa el tiempo se va tornando cada vez más insensible e inmaduro en algunos de los casos.
Es en la tercera parte futurista en donde la ausencia de la madre se hace notar, tanto en lo que tiene que ver con la no presencia en pantalla del personaje de la actriz Zhao Tao, como en el acontecer íntimo de quien encarna a su hijo en la ficción, un chico que en ese tramo de la narración tiene algo más de veinte años de edad, y al que sus padres le pusieron al nacer un extraño nombre muy poco común pero muy llamativo.
Estamos ante una buena película, esta vez no censurada en China como ocurrió con la anterior del director, que nos habla acerca de la tremenda mutación ocurrida en esa numerosa sociedad oriental, con la aceptación del dinero como motor principal de las acciones, la deshumanización rampante, el desplazamiento continuo que provoca inestabilidad, lealtades y compromisos recíprocos que escasean, y recuerdos que no se quieren dejar aflorar.
Zhang-ke coloca la imagen de un tigre enjaulado como metáfora de la opresión moral y angustia existencial en la que cree que se encuentra una parte de la sociedad de su país. El filme quiere ser un reflejo de los cambios en las formas de vivir que han tenido lugar en poco más de dos décadas.
©José Luis García/Cinestel.com