«Últimos días en La Habana»; los sutiles trasiegos de la esperanza

Estrenada en España
Vivir en el mundo con la intuición y la esperanza de que todo podría ser o parecer mucho mejor de como está, es una idea que en «Últimos días en La Habana» resurge a partir de un cineasta, Fernando Pérez, que tiene el inmenso interés de comunicar con mucha sutileza algunas cosas del entorno social que hoy destila el mundo urbano en la Cuba actual.
Los protagonistas de la película son como el Yin y el Yang, opuestos en el carácter y en su visión de la vida, pero unidos por una gran amistad. Podemos presentir que los dos son «palestinos», es decir, que ambos proceden de otros lugares del país y que se encuentran viviendo en un mismo lugar.
Miguel tiene 45 años y mientras trabaja como fregaplatos en un restaurante, sueña con emigrar a Nueva York. Diego, por su parte, vive postrado en un camastro sin poder moverse por algunas secuelas que se derivan del SIDA.
Los dos están combatiendo los trasiegos de la esperanza, pero cada uno tiene sus principios, sus gustos y sus propósitos en torno al futuro, que mutuamente respetan. Introvertido el uno y abierto el otro, ambos se preparan para cuando llegue la visa que permita a Miguel entrar en los Estados Unidos.
Pérez fragmenta en su par de personajes principales dos ejemplos de lo que puede ser la diversidad de gustos y de estilos de vida que existen. Aquí no pretende ni mucho menos hacer una radiografía sobre el sentir general de todo un pueblo, sino más bien mostrar a dos personas posibles que están incluidas en un contexto urbano, social y colectivo. Lo mismo sucede con los personajes paralelos a los protagonistas. Ahí también vemos al que en principio busca hacer mucho dinero en poco tiempo o a la joven sobrina que posee algunas inquietudes y problemas de muchas chicas de su generación.
Las dificultades para comunicarse son otra de las preocupaciones que emana del guion de «Últimos días en La Habana». Miguel intenta por su cuenta aprender inglés leyendo libros, y Diego carece de la movilidad corporal que necesitaría para poder trasladarse, conversar y relacionarse.
En este cine de Fernando, la imagen suele contener mayor dinamismo en las escenas exteriores que en las interiores, donde como aquí hace, prefiere manejarse con planos estáticos y bastante precisos antes que con secuencias largas de una sola cámara, que en el interior de la casa ocupan menos espacio de tiempo.
La sutileza es fundamental para entender las películas de Fernando Pérez. Y algunos recordamos el estreno en la capital cubana de aquella «Suite Habana» (2003) y cómo nos impresionó, no tanto la ovación y el aplauso del público, sino más bien la percepción que la gente había tenido de aquella historia documental, algo que se reflejaba fielmente en sus caras. «Últimos días en La Habana» es un relato sobre la amistad y los sentimientos que busca la empatía del espectador y que astutamente se enmarca en un universo social a la espera de cambios.
©José Luis García/Cinestel.com