«Yo sé lo que envenena», de Federico Sosa; el poder metalero

Reestrenada en Buenos Aires cine Gaumont
Tras recibirse como egresado de la ENERC y haber filmado en sus primeros trabajos, dos capítulos de la serie «Germán, últimas viñetas» (2012), con Miguel Ángel Solá y Ezequiel Tronconi, y el documental «Contra Paraguay» (2013), el director argentino Federico Sosa llevó a su segundo proyecto otra parte de los componentes de aquel primer elenco y consigue acondicionar un guion de comedia urbana que a priori parece muy pensado para estos actores específicos, de modo que con los clichés típicos de unos treintañeros que tienen preocupaciones muy distintas, nos hacen pasar un buen rato distendido y ameno por su tono realista.
«Yo sé lo que envenena» es un relato con tres amigos muy distintos entre sí, pero que tienen algunos puntos en común y una amistad que los une.
El filme comienza con una tragedia que le lleva a uno de ellos a hacer algunas cosas imprevistas.
Ése es Rama, que en gran parte de la película mantendrá una obsesión francamente cómica a los ojos de los demás. Luego está Iván, un músico que anhela alcanzar el éxito con su banda de metal, mientras sigue los discursos televisivos de su ídolo.
El tercer íntimo amigo es Chacho, un aspirante a actor que idolatra a Brando y que se encuentra a la búsqueda de una oportunidad que le permita desplegar su pretendido talento.
«Yo sé lo que envenena» es una comedia que relaciona la leal amistad de estos tres chicos con las particulares expectativas de cada uno de ellos. Sobrepasan ya los treinta años, conviven en su relación amistosa a diario, y les sigue gustando con profusión la joda (diversión) o disfrutar de vez en cuando (o con más o menos frecuencia, según el caso) de la compañía de alguna mina (chica).
Y sí, estamos en muchos aspectos ante una comedia muy argentina, con unos chicos totalmente integrados a lo que hoy es el conurbano bonaerense. Aparecen también algo de relaciones maternofiliales con un personaje, madre de uno de los chicos, que bien podría merecer un spin-off si el realizador se lo propusiera.
Federico Sosa cuida la parte técnica de manera impecable, aunque se percibe también que se ha hecho con escasez de recursos y que se respetó el contenido estricto del guion escrito, dejando estrecho margen para la adaptación posterior, aunque los actores trataron de dar el máximo de ellos mismos y eso también favorece mucho el resultado final.
La película también trata sobre la importancia de lo visual hoy en día y sobre el miedo al silencio que parecen tener sus personajes en una mayor parte de las escenas.
Estamos en definitiva ante un filme divertido, que hay que ver, y que augura muy buenas vibraciones (nunca mejor dicho por el metal) para los proyectos futuros del director.
©José Luis García/Cinestel.com