«La profesora de Historia»; memoria y lecciones de civismo

Es indudable que la educación tiene mucho que ver con el respeto hacia los demás y por eso, esta película de Marie-Castille Metion-Schaar protagonizada por la actriz francesa Ariane Ascaride, pese a disponer por momentos de cierto artificio en su guión, está plenamente justificada si tenemos en cuenta que la xenofobia todavía hoy pulula en algunos lugares del norte de Europa. «La profesora de Historia» es un filme que en su conjunto parece estar recordándonos que la transmisión de valores debería de ser una tarea de todos y cada uno de nosotros. En este sentido, la cinta se basa en la realidad para hacernos pensar en el tema.
La película acumula partes del testimonio real de un alumno, Ahmed Dramé, escritas a partir de sus experiencias en clase. Lo que está claro es que la unión de todo cumple su objetivo de explicar la suprema importancia que ahora y siempre tiene y tendrá el saber transmitir a las generaciones nuevas aquello que es esencial en toda convivencia: que sepamos reconocer desde jóvenes sin prejuicio alguno la existencia de comunidades diferentes a las nuestras.
«La profesora de Historia» es asimismo crítica con un sistema educativo público francés que parece haber perdido su lugar adecuado, especialmente en zonas y barrios en los que la diversidad de procedencias culturales es más que evidente. Ascaride interpreta a Anne, una profesora de Instituto que este año ejerce como tutora en una clase conflictiva y difícil. Ella les propone a los alumnos participar en un concurso nacional sobre lo que significa ser adolescente en un campo de concentración nazi.
Tal vez el filme debería de haberse entretenido al principio en profundizar algo más en la variedad de caracteres de determinados perfiles entre los alumnos del aula, en lugar de presentar su mediocridad, derrotismo e inmovilismo como algo tan común entre casi todos ellos, pero como la película se articula en la cuestión de la herencia y la Memoria, sobre de dónde venimos y hacia dónde vamos, el resultado es positivo desde el momento en que la profesora es presentada como una autoridad condescendiente que debido a su humildad consigue ser respetada en su interés por transmitir valores. Metion-Schaar prefirió al principio del film darle mucha más importancia al seguidismo de los chicos entre ellos como grupo.
Es imprescindible, emotiva y necesaria la última parte en la que podemos ver y escuchar a Léon Zyguel, un auténtico deportado a un campo de concentración nazi que, al tiempo que explica las barbaridades que tuvo que padecer, rompe positivamente algunos clichés que seguramente circulan. En el filme nos está explicando sus vivencias en primera persona.
La película nos da a conocer asimismo lo que es en las escuelas el Concurso Nacional de la Resistencia y la Deportación (CNRD), que se creó oficialmente en 1961 por Lucien Paye, ministro de Educación francés, como consecuencia de iniciativas de asociaciones y especialmente de la Confederación Nacional de Combatientes Voluntarios de la Resistencia.
El concurso tiene por objetivo principal transmitir los valores que se relacionan con los Derechos del Hombre y de los principios de la democracia, y permite a los alumnos de colegios y liceos mesurar su pertinencia y modernidad. La participación en este concurso ofrece a los alumnos la ocasión de encontrarse directamente con resistentes y deportados y así establecer a este respecto un vínculo tangible entre las generaciones.
Francia es un país admirable en muchos sentidos, incluido su cuidado por el cine y el arte, y en esta película descubrimos otra de sus numerosas grandezas en una historia de ficción, pero sacada adelante a partir de retazos de realidad.
©José Luis García/Cinestel.com