Mostra: «El Crítico» de Hernán Guerschuny; la observación del arte
Sección Oficial Mostra de cine latinoamericano de Cataluña (Lleida).
Dos actores de alto voltaje como son Dolores Fonzi y Rafael Spregelburd protagonizan el debut en la dirección del conocido editor y cronista argentino Hernán Guerschuny. «El Crítico» es una película que básicamente habla acerca de las contradicciones, de cuando decimos que odiamos algo que al final por un motivo u otro vamos a acabar haciendo. Su centro de mirada está en una profesión que el realizador conoce muy bien, la de crítico de cine. Spregelburd encarna a uno de ellos, tozudo y muy renombrado por sus artículos, quien se manifiesta harto de las comedias románticas y está convencido de que lo mejor del séptimo arte murió hace tiempo.
El personaje se llama Víctor Tellez y es de ese tipo de personas que en su relación con los demás parece estar viendo continuamente una película. De manera casual, como siempre sucede, conoce a una mujer atractiva llamada Sofía que se deslinda de lo que él considera los cánones del buen gusto. El filme hace un repaso a distintos comportamientos que a veces se dan entre los componentes de la crítica cinematográfica. En especial viene a plantear que es imposible que una misma persona llegue a ver todas las películas que se estrenan y además que tenga una opinión formada sobre todas ellas.
A punto de exhibirse en la Mostra de Catalunya, Hernán Guerschuny nos cuenta los orígenes de esta interesante propuesta:
– ¿»El Crítico» es una crítica hacia ciertos entresijos de algunos profesionales, sobre todo hacia aquellos demasiado obsesionados con temas como la nouvelle vague?
Sí, pero más que una crítica, diría que es una reflexión de cómo los intelectuales solemos regirnos por una rígida escala de valores estéticos y de pretendida moralidad para determinar lo que es aceptable y lo que no lo es. Lo aplicamos a las obras de arte, por supuesto, pero también a las relaciones que entablamos con la gente y para la vida en general.
Los críticos, específicamente, abordamos las películas en base a esos juicios (con statements del estilo “el zoom atrasa estéticamente”, “la música subraya las emociones”, “el costumbrismo es cutre”, etc), y las juzgamos desde allí, sin permitimos entregarnos a ellas con la ingenuidad que todo espectador debería tener al ser cómplice de un juego tan infantil como es el de sentarse en una sala oscura a que te cuenten una historia. El problema es doble: de índole personal y profesional. En ambos casos esa dinámica impide conocer algo verdaderamente nuevo sobre lo que estamos estudiando, ya sea una nueva persona o una nueva película.
– El protagonista, -magnífico Spregelburd-, parece que acaba haciendo ciertas cosas que critica, como la de entrar en el terreno de la comedia amorosa. ¿Son las imperfecciones de un perfeccionista?
Víctor Tellez se da cuenta que el esquema que lo hizo prestigioso profesionalmente empieza a no funcionarle en su vida afectiva. Y ése es un verdadero conflicto. Porque el crítico de cine no puede ejercer su oficio como lo ejerce cualquier otro: su filosofía está inmersa, indefectiblemente, en cada frase que escribe. Cuando entra en crisis debe poner en suspenso su cinismo, su biblia de hierro, y entregarse a una relación que intelectualmente rechazaría pero que aún así, y a pesar suyo, lo emociona hasta las entrañas.
– ¿Crees que el reflejo de lo patético se puede interpretar como una parodia?
No. Creo que en lo patético es donde realmente nos conocemos, donde asumimos nuestro costado más verdadero. Admiro los artistas que en busca de su verdad, están dispuestos a hacer el ridículo, a romper paredes más allá de todo cálculo. La autoconciencia de lo que es “artístico”, de lo que es respetable en los círculos de la inteligencia, me provoca mucho rechazo.
– Algunos críticos se fijaron en la escena de las medialunas que van al bolsillo cuando se pasó en Buenos Aires. ¿Se trata de una anécdota sin mala intención por tu parte? ¿Crees que eso se puede entender fuera de la profesión?
Fue con toda la intención de retratar una situación que se repite cada mañana en las funciones de prensa a las que asistí en muchas oportunidades. Por eso (y yo creo que al ver la película esto se percibe) yo no me río de ellos desde un pedestal, sino desde muchos kilómetros recorridos en ese medio y el cariño que me provoca reírme de mi mismo. De evidenciar ese patetismo del que hablábamos. Que por otra parte, de ninguna manera es exclusiva del mundo de los críticos de cine.
Deberías ir a cualquier festival de cine o Congreso de medicina y ver a los cineastas o a los médicos peleándose por un canapé…
– La construcción técnica es impecable. ¿Con quién contaste para llevarla a tan buen puerto?
«El Crítico» es mi primera película pero hace muchos años que estoy en este medio. Porque dirijo una revista de la actividad, pero además porque estoy casado con una de las vestuaristas más prolíficas del cine argentino. Entonces conozco a muchos técnicos y sé quiénes son los mejores en lo suyo. Tuve la suerte que todos ellos quieran acompañarme, en una película que narraba mucho desde cada área. Pablo Udenio en la producción, Marcelo Lavintman en la fotografía, María Eugenia Sueiro en la dirección de arte, Emiliano Biaiñ en el sonido, Juan Blas Caballero en la música, Roberta Pesci en el vestuario, Agustín Rolandelli en el montaje. Les voy a estar siempre muy agradecidos, porque además de grandes profesionales se convirtieron en grandes amigos.
– ¿Eres partidario de los finales abiertos en las películas, tal y como ocurre en ésta?
Soy partidario de las buenas películas. Y cada película debería tener el final que se merece.
©José Luis García/Cinestel.com