«Dallas Buyers Club» con Matthew McConaughey; peleando contra el tratamiento de una enfermedad

Ganadora de varias estatuillas en Hollywood, esta película dirigida por Jean-Marc Valleé reproduce en la ficción un hecho real acontecido en los años 80 cuando se dio a conocer al mundo la existencia de una de las enfermedades más extrañas sobre la que nunca antes se había tenido noticia: el sida. La mayor parte del protagonismo recae en el texano Ron Woodroof, electricista y cowboy de rodeo a quien debido a su estilo de vida temerario se le diagnostica como seropositivo y le dan 30 días de vida pero no se rinde y comienza a averiguar por su cuenta.
Este personaje interpretado por el actor Matthew McConaghey vivió realmente y en Texas fundó el Club de Compradores de Dallas que se formó para adquirir unas soluciones de vitaminas y proteínas con las que los afectados por ese síndrome aparentemente lograban pasar más tiempo sin adquirir enfermedad inmunosupresora alguna. En aquel momento, las autoridades federales sanitarias estadounidenses habían aprobado la administración de AZT, un fármaco altamente tóxico cuyas dosis suministradas entonces literalmente envenenaban el cuerpo de los afectados. Tiempo después, esa dosis fue reducida para no causar más muertes y posteriormente su ingesta se combinó con otras sustancias para aminorar sus efectos nocivos.
El sida estuvo en sus orígenes erróneamente asociado en su mayor parte a las prácticas de la comunidad gay. «Dallas Buyers Club», sin embargo, nos presenta a un protagonista con otros gustos diferentes porque se trata de un mujeriego y machista, consumidor de drogas tanto legales como ilegales, que hasta el momento de su diagnóstico había pensado que ese grave problema era exclusivo de los homosexuales. En una de sus cada vez más frecuentes estancias en el hospital, tiene como compañero de habitación a un transexual con quien, pese a sus reticencias iniciales por sus ideas preconcebidas, entabla una gran y fructífera amistad ya que Rayón se unirá a su grupo de compradores.
Lo interesante de esta película, además de las actuaciones, es que se inscribe dentro de los cánones del buen cine porque es capaz de exponer sin prejuicio alguno, una situación límite acontecida en aquellos años que consistió en un evidente enfrentamiento entre algunos pacientes que veían como otros diagnosticados fallecían fulminantemente, y la compañía farmacéutica que puso en circulación un medicamento que, como se demostró después, era inadmisible en esas dosis inicialmente propuestas. Aquí todo está planteado de una manera concisa y abierta, sin que la narración se decante a favor de unos o de otros, dejando al espectador la oportunidad de analizar por su cuenta lo que se ve en el filme con todos los interrogantes que son lógicos en una situación como ésta.
De lo visto en la reconstrucción de una historia real que hace «Dallas Buyers Club» se deduce, por un lado, que el lobby farmacéutico pudo haber presionado a las autoridades sanitarias estadounidenses para que estos enfermos no pudieran conseguir esas proteínas y vitaminas, inocuas por completo, y por otro, que Woodroof mantenía un buen estilo de vida como consecuencia de los ingresos que esa actividad les proporcionaba. Las preguntas que esto puede generar son si es ético que una compañía farmacéutica ponga en circulación un medicamento sin las garantías sanitarias suficientes e igualmente, si alguien que dedica la mayor parte del día a intentar ayudar a otros afectados como él, debería o no recibir compensación económica por ello.
La película logró tres premios Oscar: mejores actor (McConaughey), actor secundario (Jared Leto) y maquillaje y peluquería. McConaughey borda su interpretación con un personaje que se mueve entre los límites del drama y la comedia y también es importante en la trama de la película, el papel de médico que representa la actriz Jennifer Garner.
©José Luis García/Cinestel.com