Damián Alcázar, pensamiento coherente y actitud comprometida

Es un actor mexicano tan versátil que es capaz hasta de rodar películas enteras empleando otro acento que no es el suyo. Alcázar es además un garante de proyección de las ideas de quienes promueven cambios para una mayor justicia social y visitó Cataluña con motivo de la entrega en Lleida del premio de honor de la Muestra de cine latinoamericano.
Dos días antes de recibir ese reconocimiento estuvo en la sede de Casa América Catalunya en lo que en principio iba a ser una conversación con el escritor y ensayista mexicano Pablo Raphael pero se convirtió en una entrevista a través de la cual Alcázar reveló su trayectoria cinematográfica, sus ideas y sus intereses profesionales y personales ante un auditorio casi lleno de mexicanos, en su mayoría mujeres, que acudieron a escuchar y también a preguntar.
La película que más mencionó Damián Alcázar fue «De la infancia» del cineasta Carlos Carrera, un filme cuya historia está centrada en una familia disfuncional cuyo hijo de diez años es víctima de los constantes abusos y ataques violentos de su padre y recibe la ayuda del fantasma de otro niño pandillero que había sido asesinado en un tiroteo con la policía.
El protagonista del film habló sobre su contenido en el sentido de que cree que cuando la mayoría de la gente piensa en la violencia infantil, visualiza exclusivamente a una madre dando un cachete a su hijo, pero que hay sin embargo otras formas de violencia sobre las que también reflexionaba la película.
Alcázar aseguró que es muy selectivo ante las propuestas de participar en las películas que se le presentan. «Si tu aceptas un papel que es mediocre, es porque tu también eres mediocre -dijo-. Yo siempre soy muy selectivo y exigente conmigo mismo y por eso los guiones que leo tienen que decirme algo, tener contenido. Muchas de mis películas tienen un paralelismo con la literatura porque están basadas en libros. Ahora estoy en un amasiato (concubinato) con el cine pero al teatro seguro que volveré».
Uno de los centros en los que el actor estudió interpretación fue en la Facultad de Teatro de la Universidad Veracruzana, donde más tarde se desempeñó como profesor. En Casa América explicó que allí pudo comprobar la existencia de «artistas burócratas» que pensaban que podían exigir los días de descanso que les corresponderían durante el periodo de representaciones de una obra. Alcázar piensa que el actor tiene que estar a disposición de una obra y no al revés.
Entre sus tareas pendientes para diversificar se encuentran varias propuestas de series televisivas para Televisa que él ha presentado, por el momento con respuesta negativa, y el desarrollo en cine de algún guión cinematográfico que tenga que ver con el desarraigo indígena que padece México pues opina que es una asignatura pendiente del cine acercar mejor a la población urbana los problemas sociales que están viviendo. Además, Alcázar es uno de los pocos actores mexicanos que se atreve a alzar la voz contra las injusticias prestando su voz e imagen para diversas campañas de concientización.
Preguntado acerca de los directores que más le han llenado profesionalmente, habló de unos cuantos pero destacó dos: Luis Estrada, que suele contar con él en una película tras otra (El Infierno, Un mundo maravilloso, La ley de Herodes), al igual que sucede con Felipe Cazals (Ciudadano Buelna, Chicogrande, Las vueltas del citrillo).
Sobre Luis Estrada dijo que sus rodajes son «una fiesta en la que todo el mundo está feliz y sonriente» y de Felipe Cazals contó que es mucho más reservado, que en la puerta de su oficina hay un gran cartel donde pone SILENCIO, que siempre está apuradísimo a la entrada del estudio de rodaje y que «cada día en el set es una clase y es sumamente sensible». Cazals siempre que tiene que acallar ruidos, según Alcázar, dice: «me voy a enojar y no es nada agradable.» Son dos formas muy diferentes de trabajar de estos reconocidos directores del cine mexicano.
©José Luis García/Cinestel.com