«Damiana Kryygi», de Alejandro Fernández Mouján; terrible masacre
Estreno en Buenos Aires jueves 21 de mayo 2015
Hay cosas que tienen difícil explicación pero que es necesario conocerlas para evitar que se vuelvan a repetir. Alejandro Fernández Mouján reúne en su documental pruebas y testimonios que nos dan una idea sobre la trágica historia de Kryygi, una niña Aché que habitaba en 1896 la selva paraguaya cuando logró sobrevivir a la masacre de su familia perpetrada por colonos blancos. Sus captores la bautizan con el nombre de Damiana. En 1907 la internan en un psiquiátrico donde la fotografían desnuda dos meses antes de que muera de tuberculosis. Sus restos son repartidos entre La Plata y Berlín para hacer unos cuantos estudios antropológicos.
Cien años más tarde, un joven antropólogo identifica parte de sus restos en un depósito del Museo. Su cabeza es encontrada poco después en el Hospital Charité de Berlín. A partir de las fotografías existentes y los registros antropológicos en Argentina y Alemania, la película busca restituir su historia a Damiana y acompaña a los Aché desde que toman la decisión de reclamar la repatriación de sus restos, hasta que por fin les dan sepultura en la tierra de sus ancestros.
El director de documental Alejandro Fernández Mouján, responde las preguntas sobre «Damiana Kryygi» para Cinestel:
– Las barbaridades que describe el documental, más que de dominación parecen de destrucción y aniquilación de una comunidad. ¿Ese desprecio era porque los ‘blancos’ pensaban que los indígenas sobraban?
En el caso concreto de Paraguay en esa época eran considerados casi en la misma escala que los animales salvajes. Incluso a los Aché se los consideraba, por parte de la ciencia, el probable eslabón perdido en la cadena de evolución del animal al hombre.
A diferencia de los Guaraní nunca fueron reducidos por los jesuitas, a pesar de que éstos organizaron expediciones para contactarlos.
La ventaja que tenían para los blancos es que si los capturaban de niños podían ser reducidos a la servidumbre y se criaban dóciles aunque probablemente no vivían mucho en cautiverio por las condiciones miserables a las que se los sometía. Por lo tanto como eran útiles en ese sentido tenían un valor de cambio, podían ser vendidos o canjeados por animales, herramientas, etc.
Para ellos un Aché adulto era como parte de los peligros de la selva, y difícil de domesticar, por lo tanto era mejor muerto.
Matar un Aché no estaba penado por la ley, no se diferenciaba de matar un tigre. Pero la razón principal de su exterminio fue el ocupar las ricas selvas donde vivían, en principio por sus ricas maderas, para explotación de la yerba mate que crecía silvestre en abundancia, luego para la ganadería y posteriormente para agricultura cuando ya no existía más bosque o se decide simplemente destruirlo como ocurre actualmente y reemplazarlo por cultivos transgénicos.
Una fuerte ideología racista desde los pobladores blancos y desde la ciencia justifica este violento avance sobre este y otros pueblos originarios.
– Desde su lugar privilegiado por haber sido esposo de una antropóloga más recientemente, ¿nos puede contar un poco cómo ha evolucionado esta profesión tras la época de Nitsche?
Este tema me resulta difícil. Creo que la antropología evolucionó de ser una ciencia pensada para la dominación a algo mucho más complejo y que justamente trata de desnudar los mecanismos de dominación, pienso en Foucault como ejemplo.
– ¿Y cuál es el interés que puede tener para cualquier estudioso o ciudadano el exponer un cráneo y los cabellos de una niña torturada en un museo de Europa?
Creo que debe ser visto en el contexto en que Europa desde ya hace tiempo está lanzada a formular una idea del mundo según su visión, época en que se montaban los llamados zoológicos humanos donde se exponía en jaulas aclimatadas a personas de culturas consideradas inferiores, a habitantes originarios de las colonias europeas en África, Oceanía o América, donde esta exposición era considerada como un espectáculo de feria.
Una época en que los cautivos eran fotografiados con supuestos fines científicos de estudio y muchas veces algunos de estos científicos comercializaban estas fotos como postales exóticas, a veces coloreadas, en general sin nombrar al fotografiado, solo era nombrado como un salvaje de tal o cual región, un indio, un feroz cacique de las Pampas, etc., nunca una persona con historia, con identidad. Siempre un ser exótico, vicioso y potencialmente peligroso. Fotos muchas veces obscenas, humillantes, donde se puede aún percibir el sufrimiento, la vergüenza del retratado.
Esta exposición forma parte también de la necesidad de estos científicos de mostrar, de exponer, de clasificar, de encontrar las diferencias, de conformar la idea de raza y de que existían razas inferiores y superiores y que esos caracteres distintivos se manifestaban en los cuerpos, en su anatomía.
– Me impresionó su agudeza al asociar la vida de estas personas con la mecanización del campo. ¿Qué le movió a incluirlo, sabiendo que para algunos espectadores tal vez su significado pueda pasar desapercibido?
Porque es la consecuencia lógica de este proceso que no solo expulsa del campo a comunidades indígenas sino a miles de campesinos.
Es como el cierre de este proceso de apropiación y concentración de la tierra en Sudamérica.
Es además un proceso que vengo siguiendo con interés hace años en mi país también y que se repite con fuerza en Brasil.
Es alarmante el avance de este proceso, están terminando con las últimas reservas forestales, las convierten en campos de cultivo que con los años pasan a ser desiertos cuando la tierra ya exhausta no da más frutos, es un proceso no sólo de destrucción del medio ambiente sino de destrucción de formas de vida y de culturas.
Cuando uno va llegando ve que las comunidades Aché son como islotes en medio de grandes áreas cultivadas, mares de soja o trigo dependiendo de la época del año.
– ¿El gobierno actual del Paraguay es respetuoso con la comunidad Aché? ¿Piensan protegerlos y restituir los terribles daños que sufrieron?
El gobierno actual del Paraguay se ve obligado a respetarlos en la medida de que los propios Aché se hacen respetar. Las tierras que han recuperado fueron fruto de años de lucha, aunque son insuficientes, los Aché tienen el crecimiento demográfico más elevado de los diferentes pueblos indígenas del Paraguay y necesitan cada vez más tierras, viven repartidos en 7 comunidades que se dedican principalmente a la agricultura de subsistencia.
Los bosques que ellos reclaman como territorio ancestral siguen siendo objeto de la explotación forestal clandestina.
Ideológicamente éste es un gobierno neoliberal, su fuerte es la extensión de la frontera agropecuaria, cuanto más soja mejor. El 85 % de la tierra está en manos del 2% de los propietarios, paraguayos, brasileros y en menor medida argentinos.
Hay una violencia que si bien no es propiciada por el gobierno, no se hace lo suficiente como para ponerle freno, la justicia en general protege a los latifundistas, mediante sicarios se asesina impunemente a periodistas y líderes campesinos e indígenas opuestos a estos intereses.
En 2013 Bruno Chevugi, un guardaparque aché, fue asesinado en la selva mientras hacia su recorrido controlando a cazadores furtivos en la Reserva Natural de Mbaracayú, parte del territorio ancestral reclamado por los Aché.
©José Luis García/Cinestel.com