Cine y propaganda nazi: debate acerca de incitación al odio y manipulación de masas
Están registrados unos 1.200 títulos de películas producidas en Alemania entre 1933 y 1945, periodo que comprende el llamado Tercer Reich. Del total de esos films, hay cuarenta que en Alemania y algún otro país están prohibidos porque se consideran de propaganda. Organizado en conjunto por el Festival de cine judío, el Goethe Institut de Barcelona y la Filmoteca de Catalunya, el ciclo ‘cine y propaganda nazi’ tuvo su conclusión con un amplio debate en el que hablaron distintos estudiosos del tema.
La mesa redonda se desarrolló entre dos principales ponentes, varios especialistas invitados y el público. Muy conocido es el trabajo como investigador de la Historia del cine de Romà Gubern, doctor en Derecho y Catedrático de Comunicación Audiovisual, estrechamente vinculado al séptimo arte, que intervino en la misma mesa con Stefan Drössler, también experto historiador y director del Museo del Cine de Munich, restaurador de películas antiguas, fundador y director del Festival Internacional de Cine Mudo de Bonn, y miembro de la organización de distintos festivales de cine. Les acompañaban Esteve Riambau, director de la Filmoteca, y Cathy de Haan, Felix Moeller, Xavier Antich, Manuel Forcano, Vicenç Villatoro y Jordi Palou.
Riambau comenzó las intervenciones defendiendo el mantenimiento de películas como las mostradas en el ciclo de la Filmoteca de Catalunya en un plano distinto al resto porque se trata de «un material tóxico que incita al odio» poniendo énfasis en la necesidad de que los pases de estos films tan repugnantes se efectúen siempre con una contextualización previa por parte de alguien que primeramente haya analizado su estructura.
La repulsión que genera su visionado está aumentada ante el factor de que, mencionaba Villatoro, estas películas se rodaron con anterioridad y durante el holocausto nazi para distorsionar gravemente la realidad de lo que iba a ocurrir más tarde o estaba sucediendo al mismo tiempo de su proyección. Según él, las películas de Western norteamericanas sí falsearon la historia de lo que fueron los indios apaches o los navajos, presentándolos como malos y agresores cuando nunca lo habían sido, pero reduce ese rechazo asegurando que cuando se estrenaron ya esas luchas no ocurrían y los espectadores conocían que la verdad había sido otra muy distinta.
Stefan Drössler inició su ponencia hablando sobre la gran ruptura que supuso para el cine alemán la entrada de Goebbels en el aparato propagandístico en el año 1933, momento en el que los creativos y artistas más importantes abandonaron el país, entre ellos Fritz Lang, F.W. Murnau, Ernst Lubitsch, Billy Wilder o la actriz Marlene Dietrich, por lo que piensa que los que quedaron no habrían llegado a tener tanta fuerza sin la huida de los otros que marcharon.
Drössler recordó que las películas vistas en el ciclo forman parte del grupo considerado explícitamente propagandístico y que la mayoría de las rodadas en esos años no lo eran porque «el público quería ver entretenimiento y lo obvio no funcionaba muy bien. Las de propaganda no eran necesariamente las películas de más éxito».
Harlan y Riefenstahl fueron los dos únicos directores de cine que tuvieron que rendir cuentas ante un tribunal por su irresponsabilidad, y Drössler asegura que «toda la ira se concentró en estos dos cineastas pero había muchos más implicados que nunca fueron juzgados».
El Catedrático Romà Gubern hizo una amplia exposición del tema y dado que también nació en aquellos años, explicó que de niño había descubierto el cine en color con Agfa Color «y me fascinaba porque era un color vegetal, desvanecido en comparación con Technicolor». También recordó que los noticiarios alemanes se pasaron en los cines de España desde el año 40 al 42 y que estaban rodados en los Estudios UFA, «los más grandes de Europa, donde durante Weimar se había creado un cine de los primeros del mundo. Cinecittà es posterior con Mussolini.» -indicó.
Según Gubern, Franco y el Tercer Reich compartieron tres categorías en cuanto al cine en un abanico que va del adoctrinamiento al entretenimiento: «Cine militante, en el que los republicanos eran demonios y los franquistas ángeles con la ayuda de la propaganda inventada por la iglesia católica; cine de propaganda latente -siguió enumerando-, un refuerzo del cine ideológico que ataca la esencia de otros, como hicieron los americanos en los Westerns, y el cine de entretenimiento, la comedia de evasión, que fue el género más cultivado con un 47% del total».
Continuó explicando que Goebbels pidió en 1937 al director Karl Anton que rodara un film similar a «El acorazado Potemkin» que precisamente se llamó «El acorazado Sebastopol» y «se hizo a la inversa respecto a la obra del ruso Sergéi Eisenstein». Mencionó Gubern que en el año 41, «Joseph Goebbels dijo en un discurso que la propaganda dentro de las películas de cine se tenía que disimular, mientras que Hitler por otro lado decía todo lo contrario».
Más adelante, calificó como perversa la película propagandística «El triunfo de la voluntad» de la cineasta Leni Riefenstahl pero estéticamente impecable: «no había televisión pero ella se adelantó a lo que ocurriría después, fue una precursora de la televisión política instrumental que hoy conocemos». El film es una crónica en imágenes del congreso llevado a cabo por el partido nacional-socialista en Núremberg en 1934 y mezcla imágenes de las Olimpiadas de Berlín. Riefenstahl pidió a Gubern en 1992 que mediara ante un conocido familiar suyo para que pudiera asistir, ya anciana, como invitada a los Juegos Olímpicos de Barcelona. Su pariente, Juan Antonio Samarach, dijo que no. Gubern había prologado las memorias de la directora en las que achacaba su vergonzosa actitud a «la pasión» que sentía por Hitler. Drössler fue categórico en ese sentido al decir que en ese filme «había masas pero no personas».
El debate fue muy extenso e interesante, con la idea expresada por Esteve Riambau de que quizá se pueda ampliar este ciclo en un futuro. Lo dicho allí daría para escribir y reproducir muchas reflexiones al respecto, aunque los factores de distorsión y anticipación son primordiales para comprender la maldad extrema con que fueron concebidas estas películas y prueba de ello lo constituye el hallazgo de un rollo de película perdido del film «Gueto» (A film unfinished) en el que se ven judíos repitiendo escenas una y otra vez hasta que daban la sensación frente a la cámara de encontrarse a gusto y bien.
Decía Riambau que con la aplicación de la propaganda, las dictaduras del siglo XIX no habrían sido lo mismo y que como fenómeno surgido en el siglo XX a través del cine, se planteaba una dicotomía entre la ética y la estética. Villatoro añadía que esto se convirtió en una cuestión central en un nazismo forjado a base de imágenes e iconografía: «El discurso en imágenes fue eficaz. Si no hubiese habido deshumanización, no se habría podido exterminar». Drössler también puntualizaba: «Más tarde se supo que aquellas imágenes no representaban la realidad».
©José Luis García/Cinestel.com