«Desierto Verde» de Ulises de la Orden; los agrotóxicos y la salud
Estreno en Buenos Aires, Rosario y Córdoba.
En Ituzaingó, un pequeño pueblo de Argentina rodeado de campos de soja, fallecieron cientos de personas de cáncer al ser envenenados con pesticidas lanzados al campo desde avionetas. Un grupo de mujeres comenzó a tomar acciones conjuntas que condujeron a un juicio penal sin precedentes que acabó condenando a los culpables de ese problema. Ulises de la Orden indaga en el tema a través de testimonios de especialistas en la materia como la activista india Vandana Shiva y otros muchos profesionales y afectados.
La industria agropecuaria ha transformado la milenaria y respetuosa rotación de cultivos en una especie de cadena intensiva que aplica venenos con la intención de que desaparezcan los insectos que pueden llegar a dañar las plantas. En su evolución de métodos, se están usando ya en distintos países como la Argentina los denominados Organismos Genéticamente Modificados (OGM) que alcanzan incluso los forrajes que después se integrarán en la cadena alimentaria. El director del documental, Ulises de la Orden, explica a Cinestel más acerca de este fenómeno:
«La película habla sobre la toxicidad de los agroquímicos, y uno de sus problemas es que los Organismos Genéticamente Modificados están preparados para permitir que el tóxico atraviese todo el organismo vegetal sin matarlo, mientras que mata todo el resto de las hierbas en cuanto a los herbicidas. Lo mismo pasa con los que son modificados a Bt, que es un insecticida que también está incorporado en el grano, lo cual quiere decir que esos granos ya tienen restos de agrotóxicos en su composición interna y está comprobado por los estudios del Dr. Seralini de la Universidad de Caen en Francia que en los granos de exportación, que son los que se usan en Europa o en otros lugares del mundo pero provenientes de los países productores, hay restos de agroquímico.
Esos granos se usan muchas veces como forraje para animales y en las grasas de esos animales, sean cerdos, peces o vacas, también se encuentran restos de ese compuesto tóxico. Osea que yo pienso que es una situación preocupante».
– Uno de los que pone el dedo en la llaga en su película es el presidente de la Corte Suprema de la Nación, Ricardo Lorenzetti, que compara las diferencias entre reacciones pro-activas y reactivas en cuanto a la participación ciudadana. ¿Esta sería una de las declaraciones clave de «Desierto Verde»?
Sí, el Dr. Lorenzetti, además de ser el presidente de la Corte Suprema, es el autor del que sería el libro decano de la teoría sobre medio ambiente o derecho medioambiental en la Argentina, cuyo título justamente es Teoría del Derecho Ambiental. Es un hombre que ha estudiado el tema y me interesaba para la película por la legitimidad que tiene por el cargo que ostenta.
Lo que él dice en el film es que este tipo de problemas difícilmente los pueda solucionar un aparato o una burocracia estatal por mejor concebida que esté y aunque sea perfectamente sana. Este tipo de problemas se empiezan a observar, primero en los campos, luego en los pueblos o barrios linderos a ellos, y de a poco va llegando hasta los grandes centros poblados. Lo que dice Lorenzetti es que lo que hay que hacer es escuchar a esos pobladores rurales y vecinos a esos campos, que son ellos los que están advirtiendo que este problema existe y que es grave.
– Una de las razones que da la industria química para justificar esta manera de proceder es que las dosis de tóxicos acumuladas en el cuerpo, en nuestro organismo, después se eliminan bien por la orina o por el sudor. Lo que parece que no se ha estudiado es qué ocurre si nosotros estamos ingiriendo esos alimentos con porciones de tóxicos continuamente y los mantenemos de forma permanente en nuestro sistema digestivo. ¿Eso sigue sin estudiarse?
Los epidemiólogos hablan de sinergias, de cómo la combinación de estas moléculas químicas, que al ser la química siempre dinámica, esas combinaciones generan nuevas moléculas o nuevas toxicidades imposibles de estudiar. De hecho, el cuerpo sí tiene mecanismos para eliminar tóxicos o toxinas, que es vía el sudor y la orina, entre otros, pero muchos de estos químicos se alojan muy cómodamente en los tejidos grasos. Por el momento, se han hecho pruebas y se ha encontrado que pingüinos en la Antártida tienen DDT en la sangre o en el cuerpo, en los tejidos grasos. Eso se debe a la enorme persistencia de alguno de estos químicos que no desaparecen porque no se degradan en un tiempo corto.
Por otro lado, al alojarse perfectamente en los tejidos grasos, estas moléculas atraviesan la vía placentaria, osea que pasan a través de la placenta de la madre al niño nonato estos químicos y a través de la leche materna o de la leche vacuna también pasan. Osea que todos nosotros, la humanidad entera, estamos en este momento en un periodo de experimentación con nuestros cuerpos porque ya nacemos con agroquímicos en la sangre, en el cuerpo, y eso pasa tanto en Europa como en América.
– En el documental alguien menciona que las resistencias que los insectos que se quiere combatir están comenzando a producir a un herbicida, el glifosato, provocan que ahora se estén añadiendo otros nuevos herbicidas para conseguir matarlos. ¿Sería entonces posible una escalada de nuevos añadidos cada vez que se comprueban nuevas resistencias incrementando posiblemente los riesgos?
Sí, sin duda. El glifosato es un herbicida, un químico, que lo que hace es matar las plantas. En Argentina se aprobó este paquete tecnológico en el año 1996 que consiste en una semilla modificada genéticamente para que esa planta resista el paso del glifosato y no muera, pero sí lo hagan todas las demás hierbas que van a competir por el agua, el sol y los nutrientes en el suelo.
Desde el año 96 a esta parte, -ya son unos cuantos años-, hay una cantidad de malezas que empezaron a generar resistencias y entonces lo que tienen que hacer es, o aplicar más veneno o combinarlo con venenos nuevos, con otros tóxicos. Por ejemplo, ahora salió una nueva semilla que es resistente tanto al glifosato como al glufosinato de amonio, que es más tóxico todavía que el glifosato.
Además, otro problema que hay en los monocultivos, -en Argentina hay alrededor de cuarenta millones de hectáreas cultivadas, siendo la extensión agrícola enorme-, es que al ser monocultivos, básicamente soja y maíz, están mucho más expuestos a las enfermedades, a las plagas. Si una plaga prende, hace un desastre. Entonces es mucho más alto el paquete químico que necesitan: fungicidas, insecticidas y herbicidas.
En la campaña 2013 se arrojaron a los campos argentinos más de cuatrocientos millones de litros de veneno sobre lo que se había arrojado en años anteriores, y esa es otra de las sinergias. Esos agroquímicos que se arrojan al suelo, no desaparecen, van persistiendo en distinta medida y de distintos modos, adheridos a los fangos del suelo, y esa sinergia tampoco se estudia.
– Otro de los temas que trata el documental es la sobreexplotación del suelo, no se respetan las tradicionales rotaciones de cultivos, y a eso se añade que hay una escasez de variedad de las semillas que se utilizan que se circunscribe a doce cultivos. ¿Es otro de los problemas graves que revela «Desierto Verde»?
Claro. La agroindustria funciona como una fábrica, entonces, el método de producción es plantearse cuáles son los insumos (materias primas) que ellos requieren para realizar el proceso necesario para obtener el producto, y el suelo para la agroindustria es un insumo, pero el suelo no es inerte, es una materia viva, es un organismo vivo y en los suelos de la pampa argentina uno se puede equivocar durante muchos años, porque son suelos muy fértiles y muy profundos, pero en cada grano de exportación que se va, -y son miles de millones de toneladas las que se exportan al año-, lo que se va son los mejores nutrientes de ese suelo y, por supuesto, esos insumos que la agroindustria repone para poder hacer sus procesos y obtener su producto, también son fertilizantes, pero no todos los nutrientes del suelo pueden ser repuestos tan fácilmente por la mano del hombre y lo que se va generando es pérdida de fertilidad en los suelos.
– Se estrena en salas comerciales y en el Cosmos UBA que es un cine gestionado por la Universidad de Buenos Aires, de donde puede ser interesante que se sumen estudiantes de estos temas. ¿Cómo le gustaría que lo recibiera cualquier persona interesada en estos asuntos?
La película lo que pretende es poner en discusión esta materia que por lo menos en Argentina está muy silenciada. Uno de los grandes problemas es que de esto no se habla y desde los centros de poder se intenta de que no se hable además. Lo que queremos es advertir y decir que sobre esto hay que hablar, esto no puede pasar silenciosamente.
Por otro lado, donde sí adhiero yo por lo menos como autor, y en la película más o menos queda esbozado pero seguramente hay que profundizarlo, es que no hay un modelo que se le oponga a este modelo agroindustrial, sino que hay una variedad de modelos y para mí se llaman agroecología, que es una forma de entender el territorio, de entender la sociedad y de abordar la producción de alimentos como algo diverso, múltiple, con distintos tipos de producción, de acuerdo a la cultura de esas sociedades, a la fertilidad de ese territorio, a las características metereológicas. La agroecología demanda mucho más trabajo pero se inserta en el ritmo cíclico planetario. Es una forma de producir que no provoca desertificación, que no necesita uso de químicos y que es sustentable en el tiempo.
– La sentencia que aparece documentada en imágenes del juicio en la película sienta jurisprudencia en esta cuestión. ¿Es importante para los defensores de lo agroecológico?
Sí. La columna vertebral de la película es un juicio penal que se hizo en ciudad de Córdoba en el año 2012 y la característica de este juicio es que al ser penal, los imputados podían ir presos. Habían habido otros juicios, pero siempre civiles que significaba que los imputados podían recibir una multa. En este caso, no. Y este de Argentina es, si no el primero, uno de los primeros a nivel mundial donde se hacía de manera penal, y esa es la gran importancia de ese juicio.
La sentencia fue muy floja pero yo creo que basta para sentar la jurisprudencia y dejar asentado que la mala práctica de la aplicación de agroquímicos puede ser un delito y creo que era un primer escalón para subir en tema de derechos y que se dio. Después creo que los damnificados estaban muy tristes con la sentencia porque era de menos de cuatro años y eso significa que los condenados, si no tienen antecedentes penales pueden quedarse en prisión domiciliaria, pero bueno, yo creo que lo importante es que se sentó la jurisprudencia.
En «Desierto Verde», además de los testimonios de víctimas directas de las fumigaciones que padecen graves secuelas, también aparecen juristas, técnicos, médicos, investigadores universitarios, activistas, periodistas, premios nobeles alternativos y madres cuyos hijos fueron afectados.
©José Luis García/Cinestel.com