«Cuerpos de Agua» de Juan Felipe Chorén, un pueblo defendiendo a un pueblo
«Un pueblo defendiendo a un pueblo, es algo que no sabés cómo empieza, no sabés cómo se desarrolla y no sabés como termina», decía Alfredo E. Carretero, el Intendente de Bolívar (provincia de Buenos Aires) en 1985 tras una feroz catástrofe, una inundación sin precedentes que sufrió el municipio. Por fortuna los vecinos no se amilanaron y se pusieron manos a la obra para impedir que el agua estancada en sus calles y propiedades devorase su vida cotidiana.
«Cuerpos de agua» trata sobre las inundaciones de mediados de los ochenta en ese municipio bonaerense. Más de 4.500 millones de hectáreas fueron anegadas por el desborde de ríos y lagunas en la provincia. La inundación, que permaneció por casi dos décadas en la llanura, dejó los campos totalmente improductivos. En noviembre de 1985 la ciudad de Epecuén había sido destruida, mientras que Carhué y Guaminí estaban sitiadas. El alud bajaba de la sierra y con las compuertas del canal Ameghino cerradas, el agua avanzaba sobre Bolívar. El pueblo tomó una decisión drástica, dinamitar la ruta nacional 226. Mientras la vida estallaba en el agua, los pobladores se hundían en la ruina y la depresión. Una vez más los intereses del hombre entraban en conflicto con los de la naturaleza. El realizador cuenta a Cinestel la génesis de este estremecedor documental cuyo relato poco a poco avanza hacia un final violento pero catártico al mismo tiempo:
– ¿A qué fuentes acudió para rescatar las imágenes de archivo que empleó?
La fuente fue el Museo Histórico Municipal de San Carlos de Bolívar y material en VHS que había conservado mi padre y María Lahourcade. En los tres casos el material llegó muy deteriorado y más allá de que incorporamos ese deterioro como parte de la estética de la película, hubiéramos preferido tenerlo en mejores condiciones. Una de las razones de la pérdida tiene que ver con la compra masiva de los canales del interior por los grandes monopolios mediáticos. Cuando Cablevisión compró la mayoría de los canales comunitarios, utilizó el material de archivo para filmar sobre ellos otros eventos. Esto causó a mi modo de ver un daño incalculable de nuestra memoria audiovisual. Por otro lado había olvidado mencionar que hay un pequeño fragmento de la película «El Viaje» de Pino Solanas y que tiene partes filmadas en Villa Epecuén.
– Existen unos relatos paralelos durante la película que están ficcionados. ¿Se basó en testimonios reales para crearlos?
Los relatos están basados en testimonios reales. Fue una manera de narrar distintos casos que se dieron en general en la zona, optando por particularizar los hechos en historias de ficción para proteger las identidades de las personas y evitar reabrir heridas en casos muy sensibles y escabrosos a la hora de abordarlos. Las historias se fueron conformando por relatos de los pobladores, recuerdos de mi padre, y tomando detalles de historias y acontecimientos que les habían pasado a distintas personas para asimilarlos a cada personaje, es decir que cada personaje es la síntesis de lo que le ocurrió a diversas personas.
En el caso particular de los cazadores, la historia fue levantada por mí de una noticia publicada en la época en un periódico de la zona. Las historias provienen originalmente de una novela en proceso que fue anterior al inicio del proyecto audiovisual y tenían un desarrollo más complejo, pero al estar construyendo el relato audiovisual, el lenguaje poético de algunos pasajes de la obra literaria me pareció óptimo para hacer llegar al espectador el estado anímico que atravesaba a los pobladores en esos tiempos.
– ¿Por qué se decidió por poner algunos intertítulos?
Los intertítulos en la película marcan conceptos que de algún modo me parecían relevantes o atractivos en la construcción del documental, así como quiebres y respiros en el relato. Tanto el título del documental «Cuerpos de Agua» como el intertítulo «Las obras de arte», son tomados del vocabulario técnico de la hidrología.
Me pasó realizando la investigación para este proyecto, que esos conceptos que aparecían mientras leía distintos informes y estudios sobre la problemática del agua en la provincia de Buenos Aires, tenían para mí, como lego en la materia, resonancias que trascendían el vocabulario científico. Cuerpos de agua, por ejemplo: qué somos si no cuerpos de agua, o en gran parte conformados por el agua, y sin embargo me encontraba en un conflicto de lo humano con ese elemento esencial para la vida. El agua podía matar. Algo que nosotros somos, o en parte nos constituye, tenía también la capacidad de destruirnos.
En el caso de las obras de arte, la expectativa que genera el concepto, uno espera ver cuadros en una galería, me llamó la atención que llamaran obras de arte a esos puentes de concreto, a esas pasadas de agua, a esos canales que de algún modo habían generado el desastre por la intervención de la mano del hombre.
El Chimango que sirve como presentación del personaje del acopiador de granos, es como se llama en mi país a la herramienta que vemos en el plano y que se usa para levantar los granos y pasarlos de un lado a otro, metáfora del robo. Y por otro lado, así se le llama a un ave carroñera que habita en nuestro territorio, atributo que comparte con Juan José Campo y que le hizo ganarse su apodo.
El quiebre generado por el intertítulo «Era todo agua», indica de algún modo el pasaje a la resolución del conflicto, la respuesta del pueblo a un gobierno que les decía que Bolívar se iba a inundar, que no había salida. La frase, además, nos la encontramos durante todo el tiempo, en las entrevistas, en boca de la gente. Parecía que era la frase que caracterizaba lo que había ocurrido, la perfecta síntesis para graficar el estado de las cosas.
– Los dos pilares fundamentales del documental parecen ser cómo se asume una catástrofe y la rebeldía popular posterior para solucionarla. ¿Lo pensó bajo esa perspectiva?
Es verdad, aunque el tema también es porqué se insiste en llamar desastres naturales a catástrofes que tienen mucho que ver con tres factores que parecen permanecer en la historia de nuestro país y que han generado y generan cuantiosas pérdidas materiales y lo que es peor, humanas. Estos tres factores son corrupción, negligencia e ignorancia. El canal Ameghino es un ejemplo, una de las causas principales de este desastre, y causante entre otras cosas de la pérdida de Villa Epecuén, ciudad que permaneció 27 años bajo el agua. Fue hecho por la Dirección de hidráulica en épocas de sequía, porque las lagunas encadenadas, que forman una cuenca sin salida al mar, se estaban secando. Esto traía perjuicios al negocio turístico y pesquero de la zona. Entonces se construyó dicho canal para recoger el agua de todos los arroyos que bajaban de la sierras y llevarlos a las lagunas. Funcionó bien hasta que vino el alud y destruyó una ciudad entera, anegando toda la zona y dejando a otras ciudades en riesgo.
Irónicamente Florentino Ameghino había escrito en el siglo XIX en su libro las «Sequías y las inundaciones», que estos dos fenómenos recurrentes en la provincia de Buenos Aires eran como dos caras de una misma moneda, y que quien quisiera solucionar uno de estos problemas sin atender al otro, haría desastres.
Volviendo a la perspectiva en que fue pensada la película, los dos pilares que mencionas coinciden con dos perspectivas: lo general y lo particular. Cómo lo asume cada hombre, en lo particular. Las consecuencias continúan activas por años y años. La pérdida de todo genera en los hombres enfermedades y traumas que sobreviven el paso del tiempo. En lo general deja dos aprendizajes y es que cuando el estado no da respuesta a problemáticas que él mismo ha generado y se niega a asumir, provoca la reacción del pueblo.
La segunda lección para mí tiene que ver con que esa reacción fue ordenada, responsable y acompañada por los representantes inmediatos de la gente. El intendente, por ejemplo, era del mismo signo político que el gobernador de la provincia. Si él hubiera pensado sólo en su carrera política, hubiera intentado calmar los ánimos impidiendo que se dinamitara la ruta y habría desnaturalizado su mandato: proteger a quienes lo eligieron. No sólo no lo impidió sino que desde la comisión de aguas trabajó para llevar a cabo los cortes. En esta misma línea se da la cooperación y la unión de todos, ya que gran parte de la tarea operativa de los cortes estuvo a cargo de concejales del partido opositor. Esto es un ejemplo de trabajo democrático que pocas veces vemos por estas tierras.
– Una pregunta que puede rondar la cabeza del espectador mientras ve la película sería cuál es el papel de las aseguradoras en todos estos asuntos. ¿Cumplen una función para la sociedad o son meros instrumentos especulativos?
Yo creo que hoy día el productor agropecuario está más cubierto que en aquel entonces, sobre todo siendo una actividad económica que depende de un factor inmanejable como es el clima y en ese sentido las aseguradoras de riesgo juegan un papel importante para que alguien que pierde una cosecha no quede destruido económicamente. Por supuesto son un negocio y van a intentar hacer todo lo que esté a su alcance por no pagarle al damnificado. Antes, el granizo, las grandes lluvias o las sequías te podían llevar a la ruina, y hoy al menos estás cubierto.
En el terreno de la película, es una manera de tocar el tema del sacrificio, un tema que es central en la historia de nuestra sociedad de fuerte raigambre cristiana. Agüero, uno de los personajes, decide acabar con su vida para que la familia cobre el seguro de vida y no quede en la calle. ¿Es éste un acto encomiable? No lo sé, habría que estar en su piel, en su circunstancia. Desde mi perspectiva pienso que tenía otros caminos. Sincerar la situación con su mujer y capear codo a codo el temporal con ella y sus hijos hubiera sido una salida más digna y hubiera demostrado más coraje. Pero Agüero se arrepiente al verse a un paso de la muerte. Lo perturban recuerdos del futuro, el jugar con su hijos, su mujer,… Estamos educados para pensar que el sacrificio es el acto más noble que existe; eso en la teoría está muy bien, hasta que te llega el momento.
– Y otra duda más para quienes no vivimos en la zona sería si se conocía alguna otra alternativa por parte de las autoridades que no fuera la de cortar la ruta.
No había otra alternativa. La decisión se tomó basándose en cuestiones meramente técnicas, no fue una decisión irresponsable. De hecho, en el informe de la comisión municipal de agua dice que para esa fecha se esperaba un pico en la crecida y que si no se cortaba ese día, el corte podía no ser eficiente y se podían generar consecuencias graves aguas abajo, cosa que no sucedió finalmente.
El lugar elegido fue el lugar de mayor velocidad y mayor incidencia del agua. La situación era acuciante y las razones como ya dije antes no eran del todo naturales. El agua que venía del canal Ameghino de la zona de Epecuén pasaba por las pasadas de agua del ferrocarril y chocaban contra la ruta a la altura del Arroyo Vallimanca, que estaba a su vez a una cota de 10 metros por sobre la altura de la ciudad. La ruta no tenía suficientes pasadas de agua. Las pasadas de agua sí estaban en los planos, entre 6 y 4 por kilómetro, pero en la realidad había sólo una por kilómetro. Como dice uno de los entrevistados: «no estaban, se las… no las pusieron». Esos puntos suspensivos, son un eufemismo para decir que no construyeron las cosas como debían, pero se quedaron con el dinero para hacerlo, como se dice vulgarmente en mi país, se morfaron (comieron) la plata, o más sencillamente, robaron. Uno de los tres factores que te mencionaba antes: la corrupción.
El puente que habían puesto era un puente chico de 60 metros y alto, pensado para zonas de montaña, no cumplía ninguna función en una llanura. Esto es ignorancia. Y la gente que mandaron para resolver el problema, Ingenieros de la Dirección de hidráulica, decían que Bolívar no tenía salvación, que se iba a inundar, y demostraban no saber nada del problema y mucho menos de una posible solución. Esto es negligencia.
Entonces la situación era la siguiente: la ruta hacía de dique y el agua encajonada entre el terraplén de la ruta y las vías del ferrocarril hacían un perfecto embudo cuyo pico terminaba en la ciudad de Bolívar. La única solución viable era dinamitar la ruta. Lo que genera el conflicto posterior con la gente, es en realidad la reacción del gobierno, que en lugar de poner un puente bailey, como hicieron posteriormente para reestablecer el tránsito, mandaron al ejercito con camiones de toscas a tapar los cortes, conflicto que como viste en la película terminó con un muerto.
Para terminar, otro hecho que marca a las claras que la gente de Bolívar tenía razón, es que luego de pasada la crisis, se hicieron puentes en los lugares exactos donde se dinamitó la ruta, se amplió el puente del Vallimanca y en las crecidas posteriores al 85 el agua ya no amenazó con llegar al casco urbano.
– De su experiencia personal respecto a lo que ocurrió más recientemente en La Plata tengo que preguntarle: ¿Hemos aprendido algo de todo esto? ¿Tenemos memoria?
Me gustaría responder esta pregunta con frases esclarecedoras de algunos de los entrevistados: «El problema más grande es que pasa esto y la gente se olvida… entonces acá ya no se trata de si esto va a volver a ocurrir; esto va a volver a ocurrir. Vos fijate que en enero de 2012, que nosotros decíamos que se tuviera cuidado con los cultivos porque se esperaba un invierno y una primavera muy lluviosa, había intendentes que estaban pidiendo agua para las lagunas que tienen relación con esas intendencias, para fomentar la pesca y el turismo. Es todo un desorden, es todo un desorden.» Y sigue diciendo Alfredo Carretero, intendente de Bolívar en el 85: «Lo que pasa, es que la obras hídricas llevan tiempo y esos tiempos son mayores que los tiempos políticos de los que gobiernan, entonces a nadie le interesa hacer una obra que después no la va inaugurar y que no le dé un rédito político. No hay una política hidráulica en el país y durante todo este tiempo y a pesar de todas las inundaciones y de los perjuicios que han ocasionado, nadie se ha preocupado por tener una política». Y amplía Hugo Moran: «Porque esto trasciende a cualquier gobierno, o sea, debería ser una metodología que trascienda las banderías políticas y los partidos.» y continua Víctor Cabreros: «Pero bueno, no dejemos de centrar el objetivo en lo que pasó que fue un acontecimiento muy duro, muy cruento, muy cruel, y que creo que también tiene responsabilidades. Me parece que también hay responsables de que estas cosas sucedan, en este maravilloso país y en esta maravillosa provincia. Obras que no se hacen, obras mal hechas, algunas mal hechas porque el interés particular de las personas priva sobre el interés general. Algún día vamos a tener que dejar de acercar ayuda al inundado y evitar que se inunde.»
Todas estas reflexiones hablan de Bolívar, del año 85, y fueron hechas antes de que ocurriera lo de La Plata. Todas estas declaraciones son absolutamente aplicables a lo que pasó en La Plata. En La Plata un informe pedido hace varios años por el mismo municipio a la facultad de ingeniería preveía que esto iba a pasar y aconsejaba cuáles eran las obras que podían aliviar el problema. El estudio juntó polvo en un escritorio hasta que el agua se llevó el polvo y las palabras. No sé si hemos aprendido algo, pero creo que al menos tenemos un diagnóstico.
©José Luis García/Cinestel.com