«El Bella Vista» de Alicia Cano, una historia divertida y dolorosa

Un hotel vendría a ser la excepción que confirma la regla de que muchas veces quizá nos aferramos demasiado a nuestros prejuicios. A casi nadie se le ocurriría ponerse a pensar acerca de quien pasó por la habitación que ocupamos si ésta ha sido convenientemente acondicionada por los servicios de limpieza y mantenimiento.
Lo que sucede es que esto no es así en otros lugares en los que pasamos más tiempo y con los que establecemos un cierto vínculo emocional. El documental de la realizadora uruguaya Alicia Cano es un ejemplo de ello.
El Bella Vista era un club de fútbol de una ciudad de provincias del Uruguay cuyas instalaciones se transformaron en un burdel para travestis primero y en una capilla católica más tarde.
El cineasta alemán Thomas Mauch participa como coproductor y estuvo presente durante todo el proceso de rodaje.
El documental propone plasmar en tiempo presente esta historia con todas sus connotaciones de comedia y drama, vericuetos y contradicciones, versiones y desmentidos, a través de un empresario ladrillero, la «madama» y los travestis, un periodista local, una monja y los vecinos del barrio, testigos y a veces protagonistas de esta variada peripecia.
Alicia Cano relata a Cinestel las pretensiones de «El Bella Vista»:
«El documental reconstruye la historia de ese lugar y sus transformaciones, que fue primero la sede de un club de fútbol de la D de Durazno, la última categoría existente (Durazno es una ciudad muy pequeña en el interior del Uruguay) y un día este cuadro que era el Bella Vista perdió su último partido y los jugadores se pelearon con los directivos.
Es cuando el Club queda abandonado y tiempo después las instalaciones fueron ocupadas por una mujer, Elisa, una ‘madama’ reconocida en la noche duraznense, que las convierte rápidamente en un prostíbulo de travestis.
El prostíbulo tuvo muchísimo éxito. Todas las noches las inmediaciones se llenaban de autos, bicicletas, caballos,… hasta que los vecinos empezaron a sentirse incómodos y los exdirectivos del Club convertidos en hombres de pelo en pecho expulsan de ahí a los travestis e instalan en el mismo lugar una capilla católica, el oratorio Jesús de la Misericordia.
Entonces hoy los niños rezan el rosario donde antes eran los cuartitos del prostíbulo.
El documental lo que hace es, de alguna manera, reconstruir todo esto. Lo que hay hoy es la iglesia por lo cual en realidad yo lo que hice fue, con los protagonistas de todas las épocas, reconstruir las otras dos partes, la del club de fútbol y la de prostíbulo».
– Y para reproducir ese lugar es lógico pensar que tuvisteis que adecuar esas instalaciiones a como eran en aquellos momentos.
Exacto. Igual el club de fútbol cuando se cerró ellos eran jóvenes. Hoy son panzones de 60 años, viejos no, pero panzones sí. Entonces lo que hice ahí fue, además de recrear el lugar pidiéndole permiso al obispo para pintar la fachada como era antes cuando estaba el club deportivo y todo eso. En realidad lo que armamos fue un partido de fútbol y reconstruimos el clásico de la época que era el Bellavista contra el Sportivo.
Jugaron un partido de dos tiempos de 15 minutos porque por la salud de los jugadores no estaban habituados, para de alguna manera reconstruir el amor y la pasión que ellos sentían por ese lugar.
Con el prostíbulo en realidad filmamos enfrente a la capilla porque tampoco era ni siquiera agradable para los mismos protagonistas travestis volver a ese lugar, ni para los vecinos tampoco era muy respetuoso departe nuestra.
Los travestis son los mismos que participaban en aquel entonces en el prostíbulo, pero en realidad más allá de la anécdota, éste es un documental que nace a partir de las historias de vida de los personajes, donde cada uno cuenta desde su lugar, todos tienen la palabra y obviamente lo que está es mi mirada sobre las cosas.
– En «El Bella Vista» lo que tratas es cómo un mismo lugar puede ver el paso de diferentes historias que se van cruzando.
Sí, lo del lugar y sus transformaciones es el hilo conductor pero en realidad el tema del documental son los prejuicios, es la necesidad que todos tenemos de amar y ser amado y también habla de la reconstrucción de un orden.
– ¿Encontraste facilidades a partir de tu valiente propuesta a todas las partes implicadas?
Fue un trabajo de todo un año de investigación y desarrollo y fui ganándome la confianza de todos ellos, porque en principio es algo que para todos tiene su recuerdo doloroso y en una parte de su ser están todavía heridos.
En ese aspecto lo que hice fue estar todo ese año con ellos, tratar también de entender dentro de mí qué era lo que quería contar más allá de la anécdota y justamente fue un trabajo de muchísima confianza. Ellos siempre supieron todos que yo iba a contar las historias y siempre hubo mucha sinceridad por mi parte en el sentido de que yo iba a escuchar todas las voces, que para mí era importante.
Además, en un pueblo chico todo se sabe. Ellos sabían con quién yo estaba filmando y qué día era el rodaje, por lo cual también era bastante difícil que no se diera así.
– En el proyecto también está implicado Fernando Epstein, conocido productor fundamental para entender la evolución del cine uruguayo de la última década. ¿En que forma trabajó en este proyecto?
Fernando fue el editor del documental, una figura clave en esto porque en realidad yo también estaba buscando un editor de ficción debido a que si bien es un documental también es un trabajo que maneja mucho del lenguaje de la ficción por lo de la reconstrucción y ellos actuando de sí mismos pero con actuaciones. Entonces fue un trabajo superlindo el que tuvimos con Fernando, de hecho seguimos trabajando juntos, pero en este caso participó como editor freelance que es otro trabajo que tiene además de ser productor.
– Este es tu primer largometraje y recientemente hubo una nota de Asoprod, la asociación de directores y productores del Uruguay, que demandaba a las autoridades del país un mayor apoyo a los nuevos realizadores. ¿Cuál es tu experiencia concreta sobre este tema?
Ahora el hecho de que hay más fondos ha ayudado mucho. Yo participé en los concursos a la par con los experimentados. No es que hubiera fondos para óperas primas, que me parecería importante que premiaran tanto la trayectoria como las nuevas propuestas porque a veces también es difícil para quien recién empieza tener que competir con alguien que ya tiene muchísima experiencia, que sabe cómo armar un proyecto y cómo escribirlo.
Entonces sí, me parece que es algo que el Instituto de Cine tiene que implementar pero creo que están trabajando también en esa dirección.
©José Luis García/Cinestel.com