«El Espanto» es un recorrido sobre las apariencias y la persuasión

DocsBarcelona 2018
Siendo un estudio sobre la relación de los seres humanos con lo verosímil, el nuevo trabajo documental de los autores de «La gente del río» no te deja indiferente después de verlo. Gracias a su calculado tono humorístico, la narración fluye a través de un extrañamiento de la situación que ha sido creada para la cámara mediante las entrevistas a los habitantes de El Dorado, un pequeño pueblo de unos cien habitantes en la provincia de Buenos Aires.
Es «El Espanto» una película que recorre ciertas apariencias y trata de valorar el poder de alcanzar la persuasión.
Los directores argentinos Martín Benchimol y Pablo Aparo se trasladaron a ese recóndito lugar para conocer y registrar las contradicciones de sus habitantes alrededor de si las curas caseras pudieran reemplazar a la medicina tradicional.
DocsBarcelona acaba de reconocer este filme con el Premio Nou Talent del festival, que se entrega entre los realizadores noveles que acuden a la muestra.
Las creencias

Martín Benchimol
«El Espanto» explora el costado de las creencias y la fe de las personas en ciertas cosas, en cómo se ve a los demás e inclusive en el temor a lo desconocido. Ese lado psicosomático de cualquier elemento como puede ser la enfermedad, es aquí cuestionado por su lado en el fondo absurdo para el pensamiento racional, quizá para intentar representar que las cosas en la vida no son tan blancas o tan negras, sino que todo depende de los ojos con que se miren. Y así, algo que para una persona se presenta como creíble, para otra podría no serlo, sobre todo si nos vamos al terreno de lo que puede ser considerado como medio esotérico.
También es cierto que la forma de presentarlo favorece un cierto punto de locura que hizo que, por ejemplo, cuando se estrenó en Buenos Aires, la crítica estuviera dividida sobre cómo aquí se presenta esta pequeña localidad bonaerense. Pero sin embargo, esta historia no habla acerca de una población concreta, sino sobre la psicología humana en un sentido más generalizado.
Lidiando con el humor
Como ya lo habían hecho en «La gente del río» (2012), la exposición a través de un humor seco se antoja como mucho más interesante porque recalca mejor la absurdidad de lo que se cuenta. Aquí hay una enfermedad rara que combatir, llamada el espanto como el título de la película, y un curandero al que acudir, pero sólo en casos de extrema necesidad. El misterioso «brujo» habita en una casa que está al otro lado del río, pero ningún marido del pueblo quiere que su esposa se vea en la necesidad de tener que ir a recibir sus métodos «invasivos».

Pablo Aparo
«Quisimos incomodar un poco al público para que no sepa si reír o no, y de este modo quizá derribar ciertos prejuicios y jugar un poco con eso también, con lo que es real y lo que no, y sobre qué nos deberíamos de reír y sobre qué no» -decía Pablo Aparo en Barcelona.
«También las personas que nos encontramos allá tenían un humor muy ácido, del que éramos víctimas todo el tiempo. Inclusive pensábamos que se estaban burlando de nosotros» -agrega Martín Benchimol.
– ¿Se impusieron algún límite para no llegar hasta el sarcasmo?
Esa guerra sucedió en la edición, -cuenta Benchimol-, y había días que nos pasábamos 8 horas discutiendo dos planos entre nosotros y la editora, porque realmente el límite era muy ajustado y diez cuadros más o diez menos, muchas veces nos parecía que le cambiaba el sentido a las entrevistas que les hicimos para retratar ese espacio familiar, donde quizá a menudo todo se basaba en una información dicha, pero otras nos centrábamos en cómo quedan los cuerpos después de decir algo, tras el testimonio de una persona.
©José Luis García/Cinestel.com