Entrevista a Ana Álvarez sobre el documental «Entre ellas el tiempo»

Estreno Cine Gaumont de Buenos Aires
Una de las cosas más gratificantes que hay en la vida es el poder deleitarse haciendo aquello que te gusta a través de tu profesión diaria, pero es que además, si consigues encontrar otras personas con afinidad por esos mismos gustos, la experiencia acaba siendo mucho más agradable. Esto es lo que le ocurrió a Ana Álvarez mientras desarrollaba su trabajo como profesora de danza en La Cava, un barrio de bajos recursos de Buenos Aires. Con el corralito reciente, era el año 2002 cuando comenzó esas tareas, momento en el que conoce a María, una niña de 6 años.
El tiempo ha pasado y, como es normal, las circunstancias personales de cada una de ellas han evolucionado por caminos diversos, aunque cuando la alumna cumplió los 12 años, el límite de la edad para el taller se había agotado, pero su profesora Ana le propuso crear una obra chiquita de danza con la que ambas pudieran seguir haciendo equipo.
Cuatro años más tarde, en 2010, Ana le propone a María hacer una obra más grande donde ambas participaran en la creación como colegas. Sin embargo surge algo imprevisto; Ana, con 33 años, está embarazada y María con 16 años, también. «Entre ellas y el tiempo» es un documental sobre la afinidad, la coincidencia en la vida de dos personas con un parecido interés artístico, la ilusión de ser madres y, en especial, la historia del proceso creativo de una obra de danza.
María Cardozo es la co-protagonista, y ambas cuentan con la inestimable colaboración de Silvina Grinberg como actriz y del co-director del filme junto a la también protagonista, Matías Bertilotti, cuya gran trayectoria en el audiovisual ha sido una garantía para el buen acabado de la película.
Ana Álvarez responde las preguntas de Cinestel.
– ¿Puede decirse que «Entre ellas el tiempo» es una película sobre un proceso de maduración paralelo de dos personas?
Absolutamente. Dos personas que intentan comprender su circunstancia. Su lugar en el mundo. Su vocación. Para mi fue muy fuerte la crisis del 2001. Empecé a ver las calles llenas de niños, un desamparo que nos dejó una anestesia social muy grande, producto de diez años de un neoliberalismo desinteresado,… Aún sufrimos sus secuelas. Yo me estaba formando como bailarina y coreógrafa, pero traía también una herencia familiar de docencia y militancia social. Entonces traté de conjugar todo, y no sé muy bien qué salió.
La amistad con María fue lo mejor que me dejó esta experiencia. Ver su mirada frente a un público que la aplaudía oyéndola cantar, todo un recuerdo. Pasamos juntas por muchas circunstancias difíciles y nos costó mucho aceptar las diferencias entre nosotras, nuestros distintos puntos de vista, nuestras elecciones. Seguimos madurando, seguimos creciendo.
– ¿Qué tan importante es para vos el aprendizaje en la formación de gustos? ¿Encontraste alumnos con vocación para la danza?
El aprendizaje es muy importante. Hace poco descubrí el libro «El maestro Ignorante» en el que encontré muchas reflexiones con las cuales me vi identificada. Uno como maestro centra su labor en enseñar determinada materia,… pero los vínculos humanos son los que conducen el aprendizaje. Son los que dan forma a lo aprendido. Y el que está aprendiendo sobrevuela el proceso tomando lo que cree que esta más cerca de su deseo.
Entre mis alumnos veía mucha capacidad, ¡una enorme capacidad! Pero al mismo tiempo, mucho miedo, muy poca tolerancia a la frustración. Hasta la posibilidad de soñar estaba obturada. Los padres no tenían herramientas para acompañar a los chicos en su desarrollo. Sentían mucho miedo a que se desilusionaran. Por eso con María fuimos con mucha cautela, y la relación con su familia fue crucial. Yo le enseñé danza, que es lo que supe hacer, y ella descubriendo la danza encontró que le gustaba cantar. Un hallazgo que vino de la mano de otro. María canta en la obra, y su voz tiene la fuerza de su identidad, de su historia.
– Interesante la música que suena en el documental. ¿Fue escrita expresamente para el filme?
Sí, la música fue un aporte mágico. Trabajamos con Guillermina Etkin, una artista extraordinaria. Vino de la mano de la Coreógrafa Silvina Grimberg. Estuvo presente durante todo el proceso de creación de la obra. Tocaba en vivo y a veces cantaba con nosotras. Una genialidad. Para un bailarín es un lujo poder contar con un músico en vivo que se involucre de esa manera y lo exprese en sus creaciones.
©José Luis García/Cinestel.com
En la fotografía: Ana Álvarez