Eugenio transitó una vida de claroscuros, según un documental

DocsBarcelona 2018
Había participado junto a su esposa Conchita en el Festival de la canción de Eurovisión del año 1970, pero sin embargo es mucho más conocido en su faceta como humorista (no deseada inicialmente por él). Su época de oro fue desde finales de los años 70 hasta la primera mitad de los 80, cuando llegó a ser un contador de chistes de culto, pues muchísima gente escuchaba sus cassettes repetidamente, y no por su contenido, que ya sabían, sino más bien por su particular manera de contarlos.
Eugenio no era un copiador o imitador de estilos de otros, que sería una de las facetas más discutibles a las que puede llegar el ser humano, sino que tenía su propia personalidad como artista, que plasmaba a través de aquella particular tensión que mantenía con el público a través de sus silencios.
Ese estilo tan auténtico se diferenciaba mucho de otros humoristas españoles de la época, una mayoría de los cuales prefería hablar sobre sexo o molestar y ridiculizar al mundo rural.
Eugenio era diferente a ellos. Vestido siempre de negro y con un porte elegante y serio, se sentaba en un taburete alto de bar, prendía su cigarrillo, y con la otra mano sostenía de vez en cuando un largo vaso de whisky, al que le iba dando sorbos entre chiste y chiste. Precisamente el alcohol y el tabaco, así como otras vicisitudes personales, sobre todo la abrupta ausencia de su primera esposa, contribuyeron a un progresivo declive que le marcaría de por vida.
Jordi Rovira y Xavier Baig son los dos realizadores catalanes que han armado el documental sobre este mito que caló hondo en el imaginario colectivo. Ambos contaron con la complicidad de la familia, y en especial del hijo del artista, Gerard Jofra, ante el propósito de querer ilustrarlo todo con imágenes reales, acompañando así de una manera más adecuada la descripción de algunos momentos esenciales del ser humano que aquí se retrata.
«Eugenio» recupera muchas entrevistas que tuvo el protagonista en los canales televisivos públicos de la época, y lo hace a través de un montaje exquisito que nos lleva a hacer un paseo por su vida, así como por sus penas y sus emociones más íntimas, que aquí son contadas por gente muy cercana a él que tampoco se corta a la hora de criticar aquellas zonas más oscuras que frustraron en algunos momentos al gran humorista.
Son justamente esos testimonios los que provocan que el espectador pueda variar su perspectiva si la compara a cómo veía anteriormente al artista. Inclusive la vida infantil y juvenil de Eugenio que aquí se detalla, también cuenta a la hora de completar una valoración sobre él.
Su hijo Gerard recuerda fuera del film cómo siendo el representante de su padre, en un viaje a Valencia en el año 1991, tras haber comido en Sant Carles de la Ràpita, le comenta en el coche que creía que no tendría tiempo de acabar su obra y le pide que por favor la acabe él y ponga su nombre donde realmente creía que merecía. La frase textual permaneció durante mucho tiempo en la cabeza de Gerard, y ahora su hijo con esta película y otras actuaciones que se están haciendo en homenaje al padre, se siente más liberado; de hecho está sacando a la luz a su padre estos meses de junio y julio en el Capitol de Barcelona todos los jueves a las 20:30h.
«Eugenio» era un tipo tímido y serio que nunca reía, pero que hacía reír a todos. Dos años de producción fueron necesarios para terminar un documental cuyas entrevistas fueron hechas en el Pub Kilómetro, un local que programaba frecuentes actuaciones del protagonista junto al amor de su vida, Conchita, con quien empezó a cantar poco después de haberse atrevido a protestar con el uso de la nova cançò catalana, a través de un tema en torno a Pere IV.
Gerard Jofra afirma que tras esta experiencia de tipo cinematográfico, comienza a ser por fin Gerard Jofra y que el filme es en el fondo triste porque así ha sido toda su vida.
©José Luis García/Cinestel.com