«El gran simulador» de Néstor Frenkel; ilusionismo con la mente, la palabra y la mano izquierda

Documental estrenado en Buenos Aires.
Una de las profesiones que más nos sorprende, nos alegra la vida y nos deja pensando es la de mago prestidigitador, tanto si somos niños, jóvenes o adultos.
El argentino Néstor Frenkel nos acerca al ambiente casero actual en Tandil de René Lavand, un profesional de la cartomancia que ha cautivado a varias generaciones de Argentina y España con mucha mano izquierda, valga la expresión.
Y es que a Héctor René Lavandera un automóvil le aplastó el brazo derecho cuando tenía 9 años de edad y vivía en Coronel Suárez. A partir del codo hacia abajo, le dejó un muñón de once centímetros y por eso tuvo que aprender a manejar una baraja entera con una sola mano. Según se ve en el documental, tras una actuación suya en el programa de Televisión Española Estudio Abierto, el presentador José María Íñigo, que aparece acompañado por Manolo Summers, le pregunta extrañado por qué oculta su mano derecha y éste le explica lo sucedido.
«El gran simulador» combina imágenes de su vida actual en una cabaña de madera con otras del desarrollo de su profesión, entre ellas su aparición en el Show de Ed Sullivan en los Estados Unidos y en otros programas europeos y latinoamericanos. Tanto los títulos como la música inicial nos recuerdan a los viejos filmes de Woody Allen y ese no es un factor casual pues Lavand se dedica a filosofar en muchas partes de la película, principalmente cuando no suena el teléfono con la llamada de alguien para pedir una remise porque mucha gente confunde el número de su casa con el de una empresa de taxis y él responde en tono socarrón.
El mago, que afirma ser autodidacta, va desgranando frases que revelan su pensamiento más interior: «Siempre sale algo si uno se ocupa de que salga» o «¡Qué hermoso cielo azul, que ni es cielo ni es azul! ¿Por qué no será verdad tanta belleza?».
También hay una inscripción colgada en la pared que dice: «¡Señor, dame paciencia pero dámela urgentemente!».
Los trucos del ilusionismo jamás deberán ser desvelados, pues de lo contrario nunca sería ilusionismo. Frenkel sitúa una escena con la que Lavand nos quiere hacer creer que los espectadores hemos descubierto el montaje ilusionista en una baraja. También el documentalista dedica unos planos a ponernos en la duda de si realmente Lavand tuviera completo su brazo derecho y lo hace sabiamente en uno de los lugares que los magos más odian: un estudio de maquillaje repleto de espejos. Los espejos son siempre el gran enemigo de todo profesional de la magia, pero…. ¿está completo su brazo derecho o no lo está?
Y la magia, recordémoslo, está siempre condicionada por la mentira: si no hay mentira, no hay magia. Hacernos creer que todo ha sucedido por un capricho del azar es su finalidad. Por esa razón, Néstor Frenkel incluye en el film unas imágenes en un casino para que veamos y recordemos que cuando alguien juega en ese lugar, es imposible que a priori adivine el resultado y un mago tampoco lo podría adivinar.
Entre las ocupaciones actuales de Lavand se encuentra enseñar los secretos de la cartomancia a futuros magos, enseñarles a «ponerse de pie», según dice. Un juego en el que el uso de la palabra para despistar al auditorio es fundamental.
Les hace comprender la verdad de la mentira para que luego ellos puedan crear por su cuenta. El documental nos muestra con interés cómo en el caso del ilusionismo los términos realidad y fantasía quedan completamente desdibujados, aunque tampoco este género cinematográfico trabaja la realidad absoluta, si es que la hubiera, porque todo siempre depende de la mirada del realizador y de las técnicas que emplea para mostrarnos esa realidad que él percibe.
Entre imágenes, comentarios, demostraciones y la búsqueda de archivos que hace su esposa, el gran mago va soltando frases muy esclarecedoras: «He mentido honestamente para usted. Nunca digo lo que hago, nunca hago lo que digo. El arte es una mentira y mentir es un arte».
©José Luis García/Cinestel.com