Entrevista a Eduardo de la Serna sobre su documental «La Inocencia»

Estreno en Buenos Aires el jueves 14 de julio
¿Nos vemos a nosotros mismos cuando miramos lo que hacen nuestros hijos? Tal vez esta sea una de las preguntas que provoca el documental «La Inocencia», de Eduardo de la Serna, un retrato bilateral y observacional sobre dos niñas, Gabi y Morena, de seis años de edad que empiezan el ciclo escolar primario, que tiene un oportuno estreno durante las vacaciones de invierno.
El filme observa a esas dos niñas durante el transcurso de su primer grado en la escuela primaria. Una lo vive en una escuela privada de la ciudad de Buenos Aires y la otra en una escuela rural pública de la Provincia de San Juan.
Ambas atraviesan esa primera instancia de socialización de maneras muy diferentes. Una de ellas rodeada de estímulos, la otra de carencias, pero algo tienen en común: la inocencia.
La infancia es una etapa de preguntas, de grandes cuestionamientos y muy apta para descubrir todas las dimensiones y facetas de las cosas y los seres vivos que nos rodean. El director de «La Inocencia», Eduardo de la Serna (Reconstruyendo a Cyrano), responde las preguntas de Cinestel:
– ¿Fue necesario que estuvieras presente en el curso del año anterior para poder realizar bien esta historia cronológica paralela?
La experiencia que conseguí filmando a mis hijos en la escuela me indicaba que los niños pequeños enseguida se olvidan que hay una cámara presente y se comportan con absoluta naturalidad, sin poses ni hipocresías. Por lo tanto no consideré necesario estar presente en los cursos previos de las niñas para hacer el documental; sí me pareció importante invadir lo menos posible el aula y mantenerme siempre cercano a su punto de vista. Así fue como decidí prescindir de trabajar en el rodaje con un sonidista y tomar directamente el sonido de cámara.
A Morena, en la Ciudad de Buenos Aires, la elegí porque la conocía ya que es hija de una amiga. El mayor inconveniente para la producción en la ciudad estaba dado en conseguir un colegio que aprobara que una cámara estuviese dentro del aula durante varias jornadas, por suerte la escuela a la que concurre Morena no puso ninguna traba.
De manera inversa el mayor problema en el interior estaba dado por conseguir un niño o niña que comenzara primer grado en una escuela rural, ya que debido al fenómeno de desruralización las escuelas rurales se están despoblando.
En el año previo recorrí varias escuelas de este tipo en la provincia de San Juan. En la Escuela de La Ciénaga, donde finalmente se filmó, había una niña que iba a comenzar primer grado. A último momento, unos días antes de comenzar las clases, la directora me avisó que la niña no iba a concurrir porque se había ido a vivir a la ciudad, pero que había conseguido tres alumnos nuevos: Gabi, que comenzaba primer grado, y sus dos hermanos. Así que a Gabi, como a la mayoría de los alumnos de la escuela, la conocí el primer día de clase.
– Centraste el relato en los conflictos habituales entre los chicos. ¿Quisiste con ello reflejar lo que es una sociedad competitiva?

Eduardo de la Serna
La infancia y la educación son dos temas que siempre me interesaron. Los niños más pequeños suelen reflejar con transparencia la atmósfera que se respira en la sociedad en que viven, tanto sea para mostrar disvalores como la competencia, la violencia, la crueldad, como para exponer los valores; la solidaridad, la sinceridad, el afecto. Me propuse que los niños funcionaran como un espejo de la sociedad presente y la sociedad por venir, en dos ámbitos muy diferentes entre sí que de alguna manera resumieran la inequidad en que se desarrolla el mundo.
– Veo que hay en el documental al menos dos aspectos de lectura para el espectador, el de los recuerdos en los adultos de una época que no volverá y el de los papás actuales que van a recuperar el ambiente de las clases de sus pequeños. ¿Consideraste alguno más cuando, por ejemplo, incluyes enseñanzas que pertenecen al mundo rural?
Recuperar esa mirada infantil en la que todo está por descubrirse y en la que cualquier suceso puede convertirse en sorprendente fue una de las premisas que tuve al realizar la película. La otra premisa con la que inicié el proyecto fue mostrar la matriz de una sociedad desigual. Mostrar los contrastes entre la vida urbana y la rural puede también sorprender tanto a los habitantes de la ciudad como a los del campo.
Siempre se puede aprender de lo diferente y reflexionar sobre ello. Creo que la película no sólo puede servir para que los adultos recuperen el punto de vista de los niños sino también para que a partir de esa recuperación, reelaboren su visión sobre la educación y la infancia y puedan estar más abiertos a buscar soluciones a los problemas de la niñez.
– Hay una escena con pompas de jabón que parece evocar el paso del tiempo. ¿De eso también trata la película?
Para mí las pompas de jabón representan las ilusiones que se echan a volar, y la fragilidad que tienen mecidas por el viento es similar a la de la condición humana, sobre todo en la infancia, etapa en la que somos tan vulnerables. No pensaba en el paso del tiempo, pero ahora que lo decís, esa fragilidad que nos envuelve está ligada al transcurrir de la vida, a tener clara conciencia de la finitud de nuestros días, así que de eso también trata la película.
– Precisamente, las mamás salen solo un poco en el filme y los papás casi nada. ¿Por qué decidiste dejarlos en un segundo plano?
Mi interés principal estaba centrado en recuperar esa mirada infantil en el momento en que la sociedad les propone a los niños un proceso fuerte de socialización. El jardín de infantes es una etapa lúdica, la integración al sistema se lleva a cabo a partir del juego pero en la escuela primaria ese concepto cambia radicalmente; la sociedad te empieza a meter en un molde como si fueras un flan, como dice la canción de Moris.
Quise registrar el momento en el que se produce ese cambio brusco en la vida de los niños, de alguna manera una pequeña epopeya para muchos de ellos. Por eso me centré en las instituciones educativas y la vida familiar de las niñas queda en un segundo plano.
– «De todos los miedos que hay en este mundo, el que más tengo es que no me quieras», canta Agustina Keena al final de «La Inocencia». ¿Crees que es prioritario intentar superar los temores de la vida?
“Miedos” es un entrañable tema musical de un amigo; Juan Carlos Occhipinti, que habla de la fragilidad de los seres humanos. Tengo la sensación de que los temores que nos acompañan durante toda la vida se originan durante la niñez, cuando tomamos conciencia de la muerte. Por eso suele ser esta etapa de la vida la de nuestra mayor vulnerabilidad.
No creo que a los miedos haya que vencerlos en términos de victoria o derrota, más bien creo que hay que amigarse con ellos y sobre todo evitar que nos paralicen ya que no es posible eliminarlos porque están en la naturaleza de nuestra efímera existencia. Por esa razón busqué la dulce voz de Agustina Keena, para que la canción sea amigable, se aligere y se eleve como una pompa de jabón frágil y brillante que se pierde en la oscuridad de la sala.
©José Luis García/Cinestel.com