Entrevista a Mayra Bottero sobre su filme «La lluvia es también no verte»
Estreno en Buenos Aires el jueves 23 de julio, Artecinema y Gaumont
Hay veces que parece que tiene que suceder algo grave para que después de ocurrido se cumplan las medidas que se tuvieron que haber cumplido antes. Mucha gente en Buenos Aires hoy recuerda con pesar lo ocurrido en diciembre de 2004 en el boliche (discoteca) Cromañón. Aquella trágica noche del 30 de diciembre, el local albergaba un concierto de la banda de rock Callejeros y algún insensato del público lanzó una bengala encendida que impactó en una especie de tela de plástico inflamable. Las causas de aquel fatal siniestro que se llevó la vida de 194 personas son tan complejas como la conformación de nuestra sociedad, y la directora Mayra Bottero considera que se necesita de un tiempo distinto para pensarlo otra vez.
Corrupción, negligencia y códigos de impunidad constituyen un cóctel explosivo y mortal que permite organizar un evento masivo en un local que no estaba habilitado para ello porque incumplía la normativa que existía anteriormente. La cantidad de público que dejaron entrar era en cifras tres veces más del aforo permitido. Ocurrida la tragedia, no hubo recursos disponibles para la atención médica de la víctimas. Muchos fallecieron esperando a las ambulancias, y en la actualidad, un 30% de los sobrevivientes del incendio está siguiendo algún tipo de tratamiento.
Mayra Bottero, hasta ahora productora de documentales que también elabora su tesis de investigación en la Maestría en Comunicación y Cultura de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), responde las preguntas de Cinestel sobre «La lluvia es también no verte», su ópera prima como directora:
– ¿Hubo un antes y un después en cuanto a los boliches de la capital a partir de esta tragedia?
Sí. A pocos días de lo ocurrido se clausuraron todos los locales que no cumplian con las normas establecidas. Cuando digo: «Todos los locales», es porque fueron prácticamente todos. Cromañón dejó en evidencia la fragilidad que tenía la seguridad de boliches, pubs y restaurants en la Ciudad. Los controles se volvieron más estrictos, lo que no quiere decir que no sigan existiendo coimas y abuso de poder.
– Creo que es el administrador del local Omar Chabán quien en unas declaraciones trata de culpabilizar al público por haber ido al concierto. ¿Qué es lo que podía pretender con ese cinismo?
Sí, Chabán encabezó esa estrategia de defensa. Él siempre enunció al publico de forma despectiva, argumentando que un grupo de «locos» habían causado lo sucedido. Lo explicaba diciendo «si yo entro y tiro una bomba..», el problema es que en Cromañón nadie tiró ninguna bomba. Nunca reconoció las negligencias que cometió. Y la lista de negligencias es enorme. Por empezar, el local funcionaba habilitado con un plano que tenía fingida la cantidad de metros cuadrados. La realidad es que un local que ofreciera el servicio que Cromañón ofrecía estaba prohibido. Once es uno de los barrios más transitados de nuestra Ciudad, es centro de transporte hacia todo el país. Un micro estadio allí, era la verdadera locura.
– Negligencia, corrupción y violencia institucional son tres conceptos que se manejan en el documental. ¿Quiénes propician que estas cosas ocurran?
Las autoridades. Siempre el principal responsable es la autoridad, que suele utilizar las normas, las reglas, los códigos, para realizar negocios truchos y construir poder. Los responsables siempre son los que administran el Estado, «los representantes de la población». Lamentablemente, cuando un funcionario acepta su cargo asume una responsabilidad enorme. No asume puros beneficios, acceso al enriquecimiento, reconocimiento, poder. Pero para muchos es solo eso, un pase ilimitado a la impunidad.
Eso después replica en la sociedad, porque si ‘algo no se puede salvo que pagues una coima’, si eso se vuelve regla obligatoria para ciertas «libertades», es cuando naturalizamos un «estado de las cosas» cuya consecuencia es la muerte de inocentes.
– Y sin embargo, parece que algunos sectores de la ciudadanía no habrían sido educados para saber manejarse en estas situaciones. Alguien dice en la película que existe un problema de enfermedad social. ¿Qué tan importante es que al igual que nuestros deberes vayamos conociendo nuestros derechos poco a poco desde que somos chicos?
Sí, nuestros derechos y nuestros valores. Qué es más importante a la hora de elegir, suele estar trastocado.
Hace poco trabajé en la producción de un video clip con un equipo que venía de Paraguay. Estábamos en un teatro de aquí, de Buenos Aires. Habíamos llevado una máquina de humo porque el Director de Fotografía (DF) quería probar efectos visuales con las luces. Cuando encendimos la máquina de humo, vinieron de la técnica del teatro a explicarme que no podíamos encender esa máquina allí porque el sistema de seguridad contra incendios se activaría. Yo pensé que sería un problema convencer al equipo de que el humo no se podría usar; en general los caprichos creativos se cumplen y la responsabilidad recae en la producción. Me estresé de solo pensar en explicarle al DF que desactivar el sistema era peligroso, que tendría grandes contratiempos.
Fui y le dije, «Me dijeron que está prohibido», y le pasé el handie para que el chico de técnica empezara a explicarle las razones, que eran más que entendibles. El DF le agradeció que se esmerase en querer explicarle y lo interrumpió diciendo «no te preocupes hermano, si está prohibido está prohibido». Le agradecí mucho a los dos y le pedí disculpas al teatro. Respiré aliviada porque estoy acostumbrada a que el espectáculo tenga más valor que la vida real. El video clip quedó hermoso, no le hizo falta el humo.
– Usted fue una de tantos afectados indirectos por este disparate y le dedica el documental a dos personas cercanas. ¿Es partidaria de que las sentencias judiciales se cumplan en su integridad?
Bueno, es complejo. Yo no creo que el sistema penal, así como funciona, sea el más adecuado para prevenir delitos porque el método es el castigo físico y emocional. En general las cárceles están pobladas de gente sin recursos. Es un sistema desigual, nefasto. Pero es el sistema que hoy rige, es lo que aceptamos como sociedad. Sí quiero que los que cometieron negligencias cumplan una condena acorde a las malas decisiones que tomaron antes del 30 de diciembre de 2004 y que causaron la muerte de casi 200 personas. El problema acá es que hay muchos de los grandes responsables que no están imputados, esta «justicia» desigual que tenemos los ha dejado afuera de los señalamientos.
– ¿Por qué eligió como título «La lluvia es también no verte»?
Tuve acceso a gran cantidad de VHS con material de archivo televisivo. La cadencia con la que la imagen analógica forma la imagen siempre me resultó atractiva, el barrido, las luces que se pierden y se destiñen como la tinta. En el material que usamos en la película hicimos un trabajo de curación para que pueda verse bien, pero no intentamos arreglar el barrido fallido, por ejemplo.
La lluvia comenzó siendo una búsqueda dentro de esas imágenes. Pero cuando estábamos grabando pasó algo, una mamá llamada Alicia García nos contó que recordaba la Plaza Once mojada después de la tragedia. Nos contó que la recordaba en blanco y negro, que se paró en una de las esquinas y todo se le tiñó de rojo. Para mí su relato fue muy importante, porque ya lo había experimentado haciendo una secuencia de inicio de la película con imágenes fragmentadas de luces, movimientos, cuerpos. Es como si ella tuviese en la memoria lo mismo que yo, que no estuve ahí, que solo lo vi en la pantalla. Después de grabar su relato, lo pusimos sobre el montaje de esas imágenes y fue mágico, se unieron como si siempre hubiesen estado unidas. La descripción de Alicia le da cierto permiso a mi voz para seguir el relato del resto de las imágenes.
©José Luis García/Cinestel.com