«El lugar de las fresas» de Maite Victoria Daneris; buenas ocasiones

La vida nos proporciona muchas veces la ocasión de coincidir con personas de muy diversa procedencia e incluso creencias, con las que solemos congeniar en algunos puntos básicos para el desarrollo de una actividad determinada. La española Maite Victoria Daneris nos acerca en un documental rodado íntegramente en la ciudad italiana de Turín, a toda una confluencia de factores que se unen para desarrollar proyectos de vida con salida profesional. Lina es una mujer de 70 años que siempre se ha dedicado a la agricultura. Todas las mañanas abandona San Mauro, la «ciudad de las fresas», para ir al mercado de abastos.
Porta Palazzo es el mercado al aire libre más grande de toda Europa y no difiere mucho de otros recintos parecidos que se pueden encontrar en diversos lugares del mundo. Lina no tuvo hijos pero convive con cinco perros y un marido que se dedica mayoritariamente a los cultivos de frutas y hortalizas que luego venderá en su punto de venta, al tiempo que busca dejar de trabajar porque ya es mayor. Su esposa prefiere ignorar esos deseos pero la llegada de un marroquí llamado Hassan buscando trabajo, poco a poco va a ir haciendo cambiar esa postura.
«El lugar de las fresas» es un ejemplo muy elocuente de personas que saben y quieren tirar del carro de la vida a pesar de las dificultades que se derivan del desarraigo de unos y de unas imposiciones a veces absurdas de la burocracia en el caso de otros. Es verdad que todos los mercados se parecen entre sí, pero tal vez sea uno de los lugares en el que más diversidad de gente coincide. Esa mixtura favorece el crecimiento de ocasiones y oportunidades que pueden convertirse en algo próspero y duradero. Maite Victoria Daneris enfoca la película desde su experiencia personal, lo cual nos da una idea muy precisa sobre cómo se construyen este tipo de relatos y se logra cierto grado de confianza para que los personajes elegidos se abran, no solo a sus certezas sino también a sus miedos y dudas.
NOTAS DE LA DIRECTORA
La película llegó a mi vida aparentemente al azar, así como mi llegada a Turín, pero con los años me di cuenta de que la historia estaba escrita desde el principio. Llegué a esa ciudad en el año 2005. Venía de Madrid para una experiencia de unos pocos meses, y cuando acabo de llegar, conozco el mercado de Porta Palazzo. Un paseo por allí era como volver a mi infancia. Ese lugar me recordó mucho el mercado al que fui con mi madre a comprar, en España. Porta Palazzo fue donde me sentí menos extranjera y sola: muchas personas de diferentes culturas, muchos contrastes, colores y olores… que me recordaron a mi país.
Unos meses después de mi llegada, fui al mercado. Eran las 2 de la noche. En aquel momento, Turín se estaba preparando para albergar los Juegos Olímpicos de invierno de 2006 y en ese momento nadie circulaba por la calle: había niebla y estaba muy frío. Puse mi cámara bajo el cobertizo de los campesinos. Tuve que rodar una escena de madrugada en el mercado para un cortometraje que estaba haciendo en ese momento y que requería que la plaza estuviera vacía. Me detuve un poco a ver, y empecé a observar. En un momento dado, una camioneta vino de la cual salió una pequeña dama que comenzó a descargar y frutas y verduras, a las dos de la mañana.
Durante toda la noche miré y observé a esa señora desde lejos. Me convertí en curiosa: sus gestos, sus movimientos, sus caminos… Era una mirada a la vez que montaba su puesto de venta. Sobre 6 de la mañana decidí acercarme con la cámara al hombro y me saludó con una sonrisa. Le pregunté su nombre, ella me dijo, «mi nombre es Lina» y desde ahí comenzó esta historia de la película.
Durante un año fui al mercado. Dos, tres veces por semana. Al principio, sin embargo, a Lina no le gustaba ser observada. Más tarde, en el rodaje, me di cuenta de que tenía un modo muy particular de relacionarse con verduras y clientes. En Lina hay algo especial y raro y, para mí, viéndole a ella, sus gestos y su mano son como si un animal prehistórico enviara señales de especies en peligro de extinción.
Pasé mucho tiempo en el mercado y, día tras día, ese lugar se convirtió para mí un ambiente más familiar. Empecé a conocer los bancos, los agricultores y vendedores; pero lo más importante fue que mi relación con Lina creció. Y en ese momento incluso Gianni, su esposo, comenzó a abrirse. ¿Me intrigó el porqué de que Lina llegaba tan temprano al mercado? ¿Y porqué estaba trabajando tanto? Quería conocer y comprender más.
A partir de ese momento, la seguí a todas partes, durante más de tres años. Se acostumbró a mi presencia y mi cámara comenzó a ser invisible. Era consciente de que había encontrado un personaje maravilloso, y también estaba segura de que ella quería contar su historia. Hoy puedo decir que si no la hubiera conocido, ese mismo año estaría fuera de Turín.
*Maite Victoria Daneris, directora
(fmr/rbc)