«Lunas cautivas» de Marcia Paradiso; mujeres vulnerables deseando y buscando una salida digna
Muchas veces hay cosas en la vida que no son como nosotros nos pensamos o como nos lo han contado otros que no saben por sí mismos de qué están hablando. Las barreras que suponen las rejas de un penal, nos impiden satisfacer nuestra curiosidad innata y permiten que se instalen en nuestra mente clichés oscuros e inciertos que ni siquiera podemos corroborar. El documental «Lunas cautivas» nos acerca a un penal femenino desmitificando esa visión homogénea tan generalizada como equivocada.
La película de Marcia Paradiso se propone aportar una mirada comprensiva, humanizante y transformadora de la realidad en la que viven un grupo de presas a partir de su vinculación a un taller de poesía con sus interesantes reflexiones acerca de la naturaleza de lo delictivo y el sentido que tiene el cautiverio en un centro penitenciario.
La elección de Paradiso no es baladí pues nos ayuda al espectador, y de qué manera, a comprender mejor la situación de estas mujeres desde una mirada intimista, desafiando a nuestro sentido común y permitiéndonos muchas veces darnos cuenta de lo equivocados que estábamos en algunos puntos. Antes de hablar sobre algo, es interesante conocer, y qué mejor que nos lo cuenten unas reclusas que se saben explicar a la perfección.
Para entender mejor el menoscabo que pueden hacer ciertas ideas preconcebidas, basta recordar lo sucedido hace alrededor de una década en México D.F. cuando Guadalupe Miranda finalizó su trabajo de fin de estudios en el Centro de Capacitación Cinematográfica, el documental «Relatos desde el encierro», que mostraba los roles adquiridos por un grupo de presas dentro de una cárcel. Algunos de sus profesores lo consideraron fallido al estimar que el enfoque realizado carecía de interés y, sin embargo, el filme fue extensamente difundido por el mundo y premiado, en Biarritz por ejemplo. Hoy en día, Lupita ocupa una importante responsabilidad en el área de documentales de esa escuela mexicana.
«Lunas cautivas» nos acerca a un mundo inaccesible y desconocido para la mayoría, que se presta a equívocos como los descritos. Su directora Marcia Paradiso nos cuenta más detalles en diálogo con Cinestel:
– ¿Cómo seleccionó a este grupo de presas de entre todas las del centro?
El grupo que participó del taller era voluntario, había un grupo permanente y algunas chicas venían más esporádicamente, en función de sus situaciones personales. Y en relación al documental fue en parte en función del grado de participación en el taller, en la escritura, y también que cada protagonista fuera un poco representante de un grupo de las mujeres que estaban detenidas: Lidia ingresó al penal estando embarazada, donde nació su última hija, y estaba en la «planta de madres». Majo es española, alicantina, había muchas chicas extranjeras y estar tan lejos de su tierra, de sus familias, era una situación muy particular. Y Liliana realizaba su fajina, un trabajo obligatorio dentro del penal, era la bibliotecaria de la unidad y de a poco fue creciendo su escritura y se fue gestando su primer libro propio, en edición artesanal y así decide fundar una editorial de poesía dentro del penal.
– El hecho de que la mayoría de ellas sean de fuera de Buenos Aires e incluso hay una española, ¿significa que el factor de desarraigo puede ser determinante a la hora de caer en ciertas actitudes delictivas?
Yo vinculo más la situación del delito con la pobreza y la marginalidad, más que con el desarraigo como factor desencadenante. En las últimas dos décadas, en Argentina hubo un cambio en la relación de hombres/mujeres en situación penal, ha aumentado la cantidad de mujeres en situación de encierro en relación al crecimiento de la población carcelaria masculina y creo que se relaciona con que muchas mujeres se encuentran en soledad con la necesidad de ser las que sostienen económicamente su hogar, y tantas carencias acerca muchas veces a situaciones impulsivas, para nada planeadas como delito.
Es una característica de la población penal femenina en la Argentina que la mayoría sean presas primarias, es decir, que estén detenidas en su primera condena penal, y al mismo tiempo tienen un índice de reincidencia mucho menor que los hombres.
También el aumento de mujeres extranjeras se relaciona mayoritariamente con el micronarcotráfico, para el cual son tentadas muchas mujeres que están a cargo de hogares con muchos hijos y sin un horizonte de inserción laboral. Ahí aparece la situación delictiva casi sin tomar conciencia ni de lo que arriesgan, cosa que una vez que caen detenidas reflexionan y descubren que han sido utilizadas por un sistema perverso.
– La percepción de mucha gente que no tiene familiares o amigos presos en una cárcel sin duda va a cambiar después de ver este documental. ¿Era su intención mostrarlas tal como son, sin variar un ápice su comportamiento habitual?
Si, hay una búsqueda de modificar la mirada del espectador, hacia esa mujer que está detenida por una historia muy personal, sin juzgarla, repensando que hay estereotipos muy despectivos que las muestran como personas violentas, sin reconocer tantos valores, tanta solidaridad, tanta potencia para transformarse y transformar también la realidad de afuera. Quizás la apuesta mayor del documental es poderse mirar cada uno en las historias de Lidia, de Majo y de Lili.
– Quienes hemos trabajado como periodistas con ex-presos, en mi caso presentando un programa de radio cuatro años en Santa Coloma de Gramenet, sabemos qué tan difícil es para ellos reintegrarse positivamente a su vida anterior cuando cumplen condena. ¿En qué medida les condiciona la vuelta a su mundo habitual?
El afuera, el después, es incierto y angustia, por cierto. Sin embargo, las protagonistas del documental se hallarán con los mismos problemas anteriores, más el estigma de haber estado presas. Pero ellas llegan al afuera con un pensamiento más reflexivo, con una mirada crítica y también con nuevos lazos, con «amistades verdaderas» como dice Lidia en el documental.
De todos modos, reintegrarse o recuperar la libertad es un desafío diario, recuperar a la familia, la búsqueda de un trabajo, la necesidad de ser aceptadas, comprendidas y no discriminadas, es el camino a transitar aún por nuestra sociedad. Muchas mujeres se acercan a instituciones, como en Argentina trabaja la Asociación Yo No Fui, que desde adentro y afuera de los penales, trabaja para ir hallando y produciendo espacios culturales y laborales para las mujeres que estuvieron detenidas.
– «A veces pienso que nací un día gris», dice Lili en «Lunas cautivas». ¿Nos es difícil a los demás entender que en la mayoría de estos casos ni siquiera ellas comprenden cómo llegaron hasta ahí?
Yo creo que muchas mujeres se encontraron en situaciones vinculadas con el delito de modo casual, por situaciones de extrema necesidad, por la ilusión de comprarle un vestido de comunión a su hija o por darles de comer a sus hijos. Muchas chicas extranjeras, por ejemplo, muchas mujeres africanas, que llegaron embarazadas, que chapuceaban un inglés básico, solas, aisladas no sólo por estar presas sino por ese desarraigo que mencionas.
– Gente como Lili bien merecería una nueva y renovada oportunidad pero parece que esos cauces están lejos de hacerse realidad. ¿Es así en Buenos Aires?
Lili se fue transformando y construyendo como poeta a partir de una larga condena a una edad muy joven. Ella en unos pocos días estará en libertad y hoy sueña desde el penal con publicar su tercer libro, en dictar talleres de poesía en la Asociación Yo No Fui, de donde surgen los talleres de poesía en la Unidad, dirigido por la poeta María Medrano.
Yo sé que el afuera es complejo, difícil, duro, pero tengo una enorme confianza en la capacidad de Liliana y de todas las protagonistas, de seguir luchando por ese espacio que merecen, que nunca deberían haber perdido.
©José Luis García/Cinestel.com