«Regreso a Coronel Vallejos» recupera la figura de Manuel Puig

Estrenado cine Gaumont de Buenos Aires
La obra del escritor argentino Manuel Puig traspasó fronteras y como también era un cinéfilo empedernido vio dos de sus novelas adaptadas al cine. Estudió cinematografía en Roma durante la época del neorrealismo, y trabajó para Charles Vidor en «Adiós a las armas» haciendo prácticas en los efectos especiales, donde se dio cuenta de que no tenía carácter como para dirigir a los actores.
Haciendo uso de una marcada experimentación de tipo narrativo en cada una de sus novelas, «Boquitas Pintadas» fue llevada a la gran pantalla.
Sus primeras obras estaban ambientadas en su población natal, General Villegas, donde a muchos de sus habitantes les sentó fatal al considerar que el novelista se estaba entrometiendo en la vida privada de algunos de ellos a través de las publicaciones.
«Regreso a Coronel Vallejos» es un documental que estudia cómo es visto Puig ahora.
De hecho, el director argentino Carlos Castro confronta pasado y presente en este interesante documental que procura encontrar claves sobre ese sentimiento de rechazo que estaba originado porque los vecinos del lugar no supieron diferenciar entre lo que era y es una ficción, y los reportes que pudiera hacer un cronista local.
Será justamente una mujer lisiada que se desplaza en silla de rueda el nexo de unión entre esas referencias pretéritas y la visión del tema que se tiene en la actualidad. Y es que, gracias a Manuel Puig, en el mundo existe alguna referencia respecto a ese lugar que está al borde de la Pampa.
La mejor parte del documental quizá esté en la formidable captación de las atmósferas que en ese caso implican cosas inevitables en el entorno del vecindario, como puede ser el hecho de espiar a lo que le ocurre al vecino e inclusive a las personas que van pasando normalmente por la calle.
Carlos Castro responde las preguntas de Cinestel:
– ¿Cómo equilibraste todo el material de archivo con las partes que suceden en la actualidad?
El archivo corresponde al mismo lugar donde grabamos la película. Todo sucede en General Villegas (Coronel Vallejos en la ficción). No hay un criterio general, sino coordinar las palabras de Manuel Puig con ese archivo que es de los años ’30 y que es el período donde se desarrollan sus dos novelas «La Traición de Rita Hayworth» y «Boquitas pintadas». El pueblo se ha modernizado pero esencialmente sigue siendo el mismo.

Carlos Castro, director del documental
– ¿Y qué impresión tienes de que haya habido una ficción como «El Ciudadano Ilustre» que aborda, de una manera muy diferente, un tema tan parecido?
La película de los Cohn-Duprat podría ser tranquilamente de la vida de Manuel Puig; el tema es que él nunca regresó. De hecho hay una frase que pronuncia Maltovani que entiendo es de Puig. Aquella que dice «regresar como una mirada sin cuerpo». Pero me parece que ellos retratan a cualquier artista en general, a un alguien de un pueblo que se destaca y que al regresar se encuentra que las cosas son más complejas de lo que parecen. Me pareció un film muy inteligente, el retrato de que nadie es profeta en su tierra.
– Prefiriendo ser cuidadoso con los detalles íntimos, ¿sueles emplear a menudo esas tomas captadas desde lo lejos?
Cuidamos a todos los testimonios y cuidamos al detalle la construcción del pueblo en términos de la utilización de los planos. Nada esta construido al azar. Nuestro personaje principal, Patricia Bargero, tiene un tratamiento especial a la hora de retratarla, porque intentamos dar cuenta de su situación desde la silla de ruedas, su visión en la construcción del pueblo. Lo mismo que las mujeres que toman el té, donde la propia puesta es la que genera que sean naturales e impactantes.
– ¿Además de la grata labor de Patricia Bargero, encontraste aparte signos de enojo en la actualidad hacia Manuel Puig?
Toda la generación que se enojó realmente con Puig está muerta. Mi generación por ejemplo lo leyó como ficción, las anteriores como historia del pueblo, y ahí reside el conflicto. Pero el problema en realidad es que quien asume a Puig, debe asumir que esas ciudades son todavía muy conservadoras, donde el machismo es cosa de todos los días. Hay cosas que no han cambiado demasiado de la caracterización que hacía Puig. Hablar de Puig entonces, es hablar de abusos, de miserias, y si te pones fino, hasta de lucha de clases.
– ¿Y crees que el documental proporciona motivos de comicidad cuando se compara presente y pasado?
Visto a lo lejos parece una gran comedia. Siempre es mejor reírnos de nuestras miserias. Que en un pasado se haya casi prohibido la novela y la película en el mismo pueblo que vio nacer a esos personajes, es penoso. Pero visto en la actualidad puede resultar cómico. Pasado y presente se entrelazan y se conjugan. De alguna manera «el pasado nunca pasa, es solo una dimensión del presente», decía Faulkner.
©José Luis García/Cinestel.com