«Dos días, una noche» de los Dardenne; trabajo frágil y precario

Seminci, Sección Oficial. Estreno en Buenos Aires el 22 de octubre 2015
Los hermanos belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne, que según ellos dijeron una vez son «una misma persona pero con cuatro ojos», presentaron su nueva película protagonizada por la actriz francesa Marion Cotillard, quien nunca antes había trabajado con ellos que la conocieron durante el rodaje de «De óxido y hueso» de Jacques Audiard porque formaban parte de la coproducción del film. «Dos días, una noche» es un agudo y realista drama laboral que se aborda con eficacia desde la necesidad de contar historias que tengan que ver con la tragedia que supone para las personas enfrentarse a la actual crisis económica europea debido al exceso de producción.
En la película, Sandra es trabajadora de un centro de fabricación de placas solares que ha tenido la mala fortuna de haber estado de baja por depresión y cuando se tiene que reincorporar se lleva la sorpresa de que las cosas han cambiado. Un trabajador temporal se ha hecho cargo del puesto durante su falta y el empresario ha considerado que no necesitará más sus servicios. La compañía informa al resto de los empleados que sólo con la ausencia de Sandra como trabajadora van a poder mantener un plus individual para cada uno de ellos que asciende a unos 1.000 euros anuales distribuido entre todas las pagas. Si ella se queda, todos tendrán que renunciar a cobrarlo.
Se hace una primera votación antes del alta de la empleada, pero cuando Sandra regresa, solicitan que se vuelva a repetir y que se haga de manera anónima para garantizar el secreto de los votos. Lo que sigue es ya la parte principal y mayoritaria de la película, una carrera de la que necesita ser reincorporada que dura un sábado y un domingo, los dos días y una noche del título, para ir encontrando los domicilios particulares de sus compañeros de trabajo e intentar convencerlos de que renuncien a cobrar ese plus, de modo que ella pueda seguir trabajando en la empresa. La ayuda, apoyo y comprensión de su marido es crucial para que pueda hacerlo, sin prisas pero sin pausas y con marcados altibajos, a veces incluso psicosomáticos, durante todo el fin de semana.
El filme se pasó por vez primera en Cannes, más tarde en Valladolid, y en ambos casos hubo un pequeño sector de la crítica al que le pareció que los hermanos Dardenne han sido en este caso demasiado blandos con respecto a anteriores películas, tal vez porque andaban buscando personajes movidos por ideologías antes que por el instinto de supervivencia. Aquí cabe mencionar que los Dardenne han construido una película totalmente realista y muy acorde a cómo son hoy en día las relaciones laborales en Europa, donde un sistema capitalista devorador e insaciable impone sus reglas. Los trabajadores las acatan acorralados porque carecen de un verdadera sociedad civil organizada que vele por sus intereses, y los pequeños empresarios tienen que mantener el tipo muchas veces ante los trabajadores frente a la obligación de reducir plantilla por la vía de intentar manipular a los asalariados, que les alienta o les impone este sistema cuyo fin último, hay que recordar, es la concentración del poder de decisión y la riqueza en muy pocas manos.
El camino de Sandra es tanto físico como mental y en ese peregrinar es mostrada como una excluida porque se la considera débil y poco productiva. Los directores puntualizaban al respecto que en Bélgica es muy común que los trabajadores tengan una profunda obsesión por la productividad, lo que los obliga a competir entre ellos, en el caso de la película por suerte no de forma violenta.
Los Dardenne hacen valer su astucia narrativa eligiendo deliberadamente una empresa pequeña para la historia, son trece trabajadores los que tienen que decidir, y ese número de empleados no es suficiente para obtener representación sindical. Ellos mismos contaban que entienden que «una ausencia de reacción colectiva desde el principio denota la falta de solidaridad que vivimos hoy en día». Por otro lado, resultan paradójicos en la película tanto el deseo de Sandra de transmitir una necesidad de que se imponga la ética, como las diversas y complejas reacciones que suscita entre sus compañeros. La película no juzga ni a unos ni a otros, pero el espectador sí que se puede preguntar qué postura es la que adoptaría Sandra en el caso de ser otro u otra el afectado por esta decisión. Los realizadores comentaban que «una cosa está clara: la prima no es un lujo para ninguno de ellos. Les hace falta ese dinero para pagar el alquiler, las facturas… Sandra lo comprende porque ella también atraviesa las mismas dificultades financieras».
En definitiva, «Dos días, una noche» es una aventura y odisea cinematográfica surgida a partir de la atenta observación de la realidad de la sociedad que hacen los dos hermanos belgas, quienes acaban haciendo aparecer a su actor fetiche Olivier Gourmet y donde, obviamente, en ningún momento podremos prever cómo acabará todo hasta que llegue el final del film.
©José Luis García/Cinestel.com