«El fantástico mundo de Juan Orol», ¿el peor cineasta del cine mexicano?
Premio a la Mejor Ópera Prima en el 27 Festival Internacional de Cine de Guadalajara, el filme con el que Sebastián del Amo se acerca al controvertido y desigual cineasta de ascendencia gallega Juan Orol es una obra divertida que muestra con gracia y soltura la historia poco conocida de este personaje del cine mexicano idolatrado por el público y odiado hasta la extenuación por toda la crítica.
Y es que ‘El Rey del churro’, como era llamado, acostumbraba a mezclar gángsters con rumberas. Él mismo actuaba en sus películas representando al malvado y seductor Johnny Carmenta.
Sus orígenes en el cine se los debe al director cubano Ramón Peón García, considerado uno de los mejores de la primera mitad del siglo XX, quien compaginó sus trabajos en los dos países en distintos periodos de su carrera profesional.
Contaba el investigador Eduardo de la Vega que en un momento dado le preguntó al realizador gallego «Don Juan, ¿cómo es posible que en una escena usted ametralle a todos sus enemigos, que están sentados ante una mesa y de espaldas a un amplio ventanal, y no se rompa un solo vidrio por el impacto de las balas? Se me quedó mirando el cineasta y respondió: ¿Y qué? ¿Me iba usted a pagar los vidrios rotos? Y además, ¿cree usted que el público va a ver vidrios rotos al cine?»
Su austeridad era tan extrema que los efectos especiales están ausentes en su cinematografía. De los muertos de sus películas jamás salió una sola gota de sangre.
El director de «El fantástico mundo de Juan Orol», Sebastián del Amo, cuenta para Cinestel cómo se le ocurrió abordar la figura de este pintoresco personaje:
«Siempre que se hace una retrospectiva, una investigación o un homenaje a la época de oro del cine mexicano a Juan Orol se le omite porque sus películas eran consideradas malas por la crítica, pero su figura es absolutamente fundamental para entender la evolución del cine mexicano puesto que aunque él no se lo propusiera fue un innovador absoluto de géneros. Por ejemplo inventó el cine de las rumberas que de alguna manera fue el que trajo la música cubana al cine mexicano y fue el género que también define la estética del cabaret, que es un elemento fundamental en toda la temática de nuestro cine.
Orol tenía un discurso personal que estaba muy en boga en aquel momento y que se correspondía con películas de charros cantantes, Pedros Infantes, Jorges Negretes y todo eso, que ya era un retrato de todo un México que no existía porque ese México de la hacienda que él retrataba ya para 1940-50 se había evaporado.
Juan estaba obsesionado con el tema de los gángsters por una cuestión personal porque él había sido policía secreto y su rollo era así como gángsters italianos en cabarets con rumberas de fondo».
– Curiosamente se le tildaba de surrealista pero no sé si ese componente de humor que casi todo el mundo ve en sus películas él se lo proponía ex profeso o es algo que le sobrepasaba.
No, él no. Más bien todo este planteamiento intelectual de que si era surrealista el cine de Orol correspondió a la crítica posterior incluso, no a la de su época.
Carlos Monsiváis redescubre a Orol en los años sesenta cuando él era director de la Dirección de Actividades Cinematográficas de la UNAM y es quien le da esta pátina intelectual a la figura de Orol porque éste realmente no tenía ningún cuestionamiento artístico para hacer cine puesto que lo encaraba como un fabricante de chorizos encara hacer chorizos: dar de comer al cerdo, engordarlo, matarlo, hacer el chorizo y venderlo y luego sacar lo suficiente como para comprarse otro cerdo y volver a alimentarlo.
Un poco ese era su rollo y él gracias a este empuje que tenía pudo filmar cincuenta y siete películas en un periodo de más de treinta años que es en esencia lo que yo establezco como una diferencia vital con Ed Wood que es un comparativo que se le hace como cine que es muy común y que a mí me parece un tanto odioso.
Respecto al mote de surrealista vino dado porque Orol era considerado «el otro español que hacía películas en México» al tiempo que Luis Buñuel que sí que era verdaderamente surrealista y por eso a Orol se le llama el surrealista involuntario.
Como él no tenía una educación formal para hacer cine, entró en el espectro cinematográfico un poco de rebote. Todo lo que aprendió del oficio fue en el plató.
Tiene una escena muy famosa en la que él llega vestido de negro a matar al villano y cuando sale de matarlo aparece vestido de blanco. Entonces los críticos de los años ’60s decían que se había purificado en el proceso de asesinar al malo y tal y él en realidad contó que se había manchado de mostaza el traje y lo había mandado a la tintorería el día anterior. Había filmado la entrada y la salida en días diferentes.
Eso era muy común en el cine oroliano y terminó siendo una estética que a lo largo de los años se impuso en sus películas lo que ayudó al tema del surrealismo involuntario que fue un género del cine mexicano después.
– Orol nació en Galicia y se fue muy pronto a América. Casi se puede decir que fue más mexicano que gallego.
Sí, en realidad en España lo conocen muy poco. Yo el guión lo escribí en España y el coguionista es un chico vasco. La intención original que teníamos era vender el guión en España pensando en que por ahí algún productor se iba a interesar en redescubrir este personaje realmente fantástico.
Lo que me decían es que estaba interesante el personaje pero que era demasiado oscuro para el público español, muy poco conocido a pesar de que él llegó a filmar un par de películas en España.
Orol dejó Galicia a los trece años. Llegó a Cuba primero, luego vino a México, regresó a Cuba en donde empezó a probar diferentes oficios como beisbolista, corredor de coches, torero y boxeador y más adelante terminó de rebote otra vez siendo policía secreta en la ciudad de México en plena guerra cristera.
La inquietud de entrar en el cine básicamente es porque le gustan las actrices, el cine está lleno de tías buenas y él se acercó al tema por eso. En realidad era un tipo que no se cuestionaba ni reflexionaba mucho sobre los actos que hacía y estaba un poco como el espontáneo saliendo al ruedo.
– Sin lugar a dudas él veía el cine como un medio para ligar y los personajes que interpretaba eran machistas; pero es que el machismo era algo muy normal y común en esa época.
Sí era normal pero Orol tenía este rollo hasta con moralina. Por decirte que las rumberas eran para él como el inicio del estereotipo de la mujer fatal del cine mexicano, más o menos.
Él iba y se casaba con ellas, las hacía estrellas, las encumbraba, empezaba a cortejar otras, las chicas lo mandaban al demonio y el tipo se iba a Cuba y se traía a otra porque tenía este rollo de tanto moralismo que no se las follaba, se casaba con ellas primero.
Y luego era un tipo muy gracioso porque tenía unas relaciones con ellas completamente disfuncionales. A su segunda esposa, María Antonieta Pons, Orol ya le llevaba unos buenos treinta añitos de diferencia. Ya la última, resulta que la chica tendría 18 o 19 años y Orol unos 72.
Y era un tipo que tampoco es que tuviera dinero ni que fuera alguien realmente importante. Era un tipo como muy encantador que les vendía este cuento de hacerlas estrellas. En un momento María Antonieta Pons y Rosa Carmina son dos divas de segundo nivel comparadas con Dolores del Río y María Félix pero divas al fin y al cabo del cine mexicano y al final con sus dos últimas esposas él ya no era tan importante.
Lo que me pareció interesante del homenaje visto desde la perspectiva de este perdedor de la historia del cine mexicano es que igual es considerado el peor director del cine mexicano por lo tanto eso ya como que lo envuelve de un morbo especial y luego lo que vi que me pareció muy destacable es que los momentos álgidos de la vida de este señor coinciden casi en paralelo con los momentos importantes de la historia y la evolución de la industria del cine mexicano.
Él empieza su carrera en el inicio del cine sonoro, en la época preindustrial, tiene su momento de mayor productividad durante la época de oro en la que llegó a filmar hasta siete películas en un año y luego ya los años ’60s-’70s coinciden con su edad madura y ya se nota su vejez y su consiguiente evolución temática e incluso físicamente empieza a decaer muy de la mano de la industria que llega también a una decadencia total en los años ’70s-’80s.
– Tu película parte de 1982, cuando Juan Orol ya es viejo y haces como una especie de retrospectiva que él va contando. ¿Qué te decidió a versionar la historia de esta manera?
Es que mira, la poca información que se tiene de Orol es realmente eso, son historias que él contaba en entrevistas que él dio a poquísimas personas, una de El País, otra de un investigador de la Universidad de Guadalajara y de unos cuantos historiadores del cine y son historias que él contaba ya de viejo. Entonces, entre que confundía cosas y se inventaba otras se creó un mito alrededor de su persona.
Orol se preocupó siempre por crear ese mito. Por decirte, él había dicho que nació en El Ferrol porque, como no conoció a su padre, le gustaba decir que su padre había sido almirante de la marina y que había peleado en la guerra de Cuba y no sé que, cuando en realidad los historiadores del cine descubrieron que nació en Lalín que es un pueblo en Pontevedra, en la Galicia profunda, y si no conoció a su padre es porque su padre era un viajero que se ligó a la madre y la embarazó. Pero él se murió repitiendo y afirmando que había nacido en El Ferrol.
Por eso se preocupó mucho de crear un mito en torno a su persona y lo que empecé yo a ver cuando hice la investigación es que mucha de la información que había no es verificable.
Por ejemplo, había dicho que era torero que se llamaba Esparterito y que había toreado en la plaza de México. En los anales de la plaza de México no aparece ningún Esparterito pero parece que había en el momento otra plaza por ahí que se llamaba Plaza Nuevo México.
Entonces, como que era poco verificable, poco formal, la idea fue que en lugar de hacer una biografía formal más bien como andar en el mito y ponerse un poco el formato de empezar él de viejo y como que va para atrás empezando a contar su historia.
– ¿Qué nos puedes contar del elenco que participa en la película?
Está protagonizada por Roberto Sosa que sin duda es uno de los mejores actores de México, tiene 42 años de vida y algo así como 37 años de carrera, un todoterreno, y luego él está acompañado por unas chicas muy guapas, las cinco esposas de Orol, que son Gabriela de la Garza, Ximena González-Rubio, Marisa Saavedra, Karin Burnnet y Fernanda Romero y en la película había como muchos papeles muy pequeños, incluso vips, que entonces la intención que tuvimos fue, como estábamos haciendo un homenaje a un icono del cine mexicano pues en la medida de lo posible tener gentes que fueran en sí mismas icónicas del cine mexicano de hoy, de ayer y de siempre. Entonces tenemos a Jesús Ochoa, a Tongolele, a Zamorita a Julio Bracho,… son muchos, hay más de cuarenta actores.
Lo que fue muy mágico realmente fue que yo con mucho morro les fui a esos primeros actores a ofrecerles papelitos así de unos cameos y un poco por las características del proyecto me aceptaban, como que tiene mucho ángel el personaje, cae como muy simpático y tuve la suerte de tener primerísimos actores.
– ¿Y la selección musical proviene de películas de Juan Orol?
Algunas, no todas. Tuvimos la suerte de trabajar con Orfeón que es una disquera que firmó realmente a todos los artistas cubanos en el 59 cuando llegaron a México y tiene una firme biblioteca impresionante y la idea era contar un poco la historia de la música. Orol siempre fue un personaje muy musical, incluso él fue compositor y era bailarín y coreógrafo y les montaba los bailes a las chicas y tal. Entonces era muy importante el tema de la música y la idea era contar la historia desde la selección musical y desde luego que sirviera para terminar de vestir la sensación de época, sin duda.
©José Luis García/Cinestel.com