“El Piso del Viento” y la aventura de habitar en un espacio (entrevista)
Cada vez que nos toca abordar el acceso a un espacio nuevo en el cual poder vivir, una marea de dudas se ciernen en nuestras cabezas. Además resulta que si te interesas por la opinión que acerca del sitio te puedan dar familiares y amigos, posiblemente de cada siete personas que lo hagan vas a obtener siete pareceres distintos.
Los realizadores Gustavo Fontán y Gloria Peirano dirigen una película que tiene su eje fundamental en los vínculos que nos unen a esos espacios físicos en los que normalmente habitamos, y lo hacen despojándonos de otra referencia básica y primordial: los objetos.
“El Piso del Viento” apela a la fragilidad luminosa para sumergirnos en un desfile de personas que explican su enfoque, tanto sobre lo que para ellos debe ser un lugar de intimidad como lo que se percibe de los aledaños más inmediatos.
Y es que en esa conformación de los espacios íntimos y sus ecosistemas es donde las personas que los vemos o los elegimos, soñamos e inventamos cómo han de ser.
Gustavo y Gloria siguen contando con la colaboración de los miembros de su equipo habitual a la hora de hacer películas, entre los cuales se encuentra Mario Bocchicchio en el decisivo montaje del film.
Director y directora responden las preguntas de Cinestel:
– ¿La idea inicial que tuvieron sobre el film tenía que ver con cómo cada quien y cada cual estructura consciente e inconscientemente sus espacios íntimos?
Gloria: Sí, la idea inicial estaba relacionada con el modo en que cada persona configura un espacio íntimo, pero intentamos aproximarnos a ella a partir del recorrido de un espacio ajeno, que iba a ser habitado por otrxs y que era totalmente desconocido para las personas invitadas. ¿De qué manera entraban a ese espacio que contenía características visuales táctiles, sonoras, olfativas, una masa de percepción nueva? ¿De qué manera se veía reflejado en ellos, cómo repercutía? ¿De qué modo salían? Estos eran algunos de los interrogantes, que fueron el punto de partida de la película. También nos interesaba ver qué ocurría con el tiempo, hacia dónde iban. Si, cuando hablaban, iban hacia el pasado o si iban hacia el futuro. Y también: hacia qué pasado, qué capas, con la idea de que el espacio pudiera construir en ellxs una morfología o una topografía de la historia individual.
Es decir, había en el principio un conjunto de reglas o premisas que organizaban el rodaje, por un lado, y la estructura por otro: a ese espacio deshabitado, sin muebles ni objetos, pero sí preparado para ser habitado, íbamos a invitar a un conjunto de personas, todas personas conocidas, elegidas con cuidado, para que lo conozcan. Los filmaríamos desde que entraban (para reparar en las reacciones más espontáneas) y durante un rato prolongado para ver qué sucedía mientras estaban ahí, qué memoria movilizaba el espacio, qué intimidad, qué reflexiones. Llegarían, permanecerían y se irían.
Que el espacio fuera blanco era muy significativo en relación a esas premisas. Era el lugar -el papel, el lienzo- para una escritura, una escritura coral. Las personas sabían que ese espacio iba a ser habitado, pero ninguna de ellas lo conocía hasta que entró en allí. Lo que les decíamos inicialmente es que hagan y digan lo que el espacio les motivaba. Esa fue la invitación y el pacto.
– “El piso del viento” apunta también hacia distintos niveles generacionales para los cuales las perspectivas a futuro seguramente no son las mismas. ¿Era importante para ustedes reflejar ese contraste en la película?
Gustavo: Como te decía Gloria, todas las personas invitadas eran conocidas y las elegimos con mucho cuidado con la intención de abarcar un conjunto de experiencias diferentes. Todas ellas tienen una sensibilidad singular, y confiábamos en que se manifestaría de algún modo, no solo en los relatos sino en cada uno de los movimientos y en las emociones que el espacio despertaría. Cada una de las personas, por ejemplo, recorre el espacio de un modo único. Andan o se quedan inmóviles, se sientan o miran hacia afuera, abren todas las ventanas o las cierran. Nada de esto estuvo pautado. Gustavo Schiaffino, que hizo la fotografía y la cámara, sabía que una de las claves era percibir esto, que la cámara se acomodara a cada una de estas energías. Las experiencias narradas también son variadas: experiencias infantiles, o la casa vinculada a experiencias amorosas, o un pensamiento más utilitario sobre los objetos posibles en el espacio. Las dos personas más jóvenes, por ejemplo, a diferencia de todo el resto, al entrar al piso del viento, no recuerdan sus casas, no se despliega esa memoria del habitar una casa. Enseguida el espacio que evocan está teñido por las circunstancias presentes y se refieren a su colegio que en ese momento se encontraba tomado por los estudiantes. Tomado para que pueda ser habitado en otras condiciones. El presente, la acción sobre el presente, y el ansia de un mundo mejor.
– Por otro lado, el film también sugiere lo que es el maravilloso laberinto que forman las relaciones de vecindad, aunque nunca lo explicita de una manera visual, exponiéndonos como espectadores a ese entorno subyacente sin tocarlo, ¿No es así?
Gustavo: Hablar del espacio que se habita es necesariamente plantearse también la relación con lo que está afuera. El espacio incluye, necesariamente, los bordes y el fuera de campo. Algunas de las personas que llegaron a ese espacio hablaron de “refugio”. ¿Uno se refugia porque siente que hay alguna amenaza afuera, real o imaginaria? El acá toma sentido en relación al allá. Por ejemplo, el afuera del tiempo de la dictadura no es el mismo que el afuera de tiempos más amables. El afuera del que tiene trabajo no es el mismo del que no lo tiene. El afuera en estos tiempos de pandemia no es igual al afuera previo a la pandemia. También puede pasar que el adentro sea inhóspito, amenazante. Y podríamos seguir así, sumando experiencias y pensamientos.
– ¿Y el viento también podría ser una constatación acerca del paso del tiempo?
Gloria: Si bien los textos que se escuchan en la película fueron escritos por mí, el proceso creativo estuvo acompañado de un libro, que quedó sin terminar, en el que Gustavo y yo nos enviábamos textos. Ese libro acompañó los primeros tiempos cuando pensábamos hacer una película juntxs y se llamaba El piso del viento. Él escribía un texto y yo le contestaba con otro, y así sucesivamente. En el primer texto que escribí, que luego pasó a ser un texto de la película, se encuentra esta idea de que las palabras extensión y viento se atraen. La extensión podemos pensarla como el tiempo lineal. El viento es aquello que la recorre, la barre. El lienzo, la escritura, como dice Gustavo en una pregunta anterior. Sobre esa extensión que entendemos lineal, que soportamos lineal, la memoria y el olvido parecen traer aparejadas una condición de remolino, lo que se concentra, lo que se desdibuja. Acumulación y desacumulación como procesos de la memoria y del olvido. En la película, materialmente, esto se halla en las sonoridades del viento que consiguió Andrés Perugini, el sonidista. También en los ritmos que construye el montaje. El trabajo de Mario Bocchicchio es muy importante en este sentido.
– Para mí la elección de un espacio tan reformado, blanco y luminoso se contrapone a la idea fantasmagórica que subyacía en “La Casa”, película de hace unos diez años, pues aquí este lugar físico parece haber estado en renovación con el objetivo de minimizar los vestigios del pasado. ¿Fue esa la idea que tuvieron?
Gustavo: Aunque esa comparación no estuvo en la concepción de la película, es interesante pensarla. Efectivamente, en “La casa” me propuse filmar a los fantasmas que habían habitado ese espacio que pronto sería demolido. No había futuro allí más que el polvo. En “El piso del viento”, el relato y la construcción del tiempo funcionan de manera muy diferente. Es un espacio blanco, sin memoria. La memoria es la de las personas que lo recorren. Es un espacio lanzado hacia el futuro. Cada una de las personas invitadas tuvo la enorme generosidad de volver disponible su sensibilidad. No sería posible la película sin esa donación. Lo movilizado en cada uno de ellos tuvo que ver con el pasado y también con el futuro, la memoria y los planes. Por eso el presente se vuelve siempre complejo: está habitado por lo vivido y lanzado hacia adelante por el ansia.
– Es llamativo que cuando acabaron el rodaje ocurrió el encierro domiciliario decretado por las autoridades sanitarias, el cual cambió en gran medida el significado de “El piso del viento”. ¿Cómo lo vivieron desde su perspectiva?
Gloria: Cada vez que lo pensamos nos resulta increíble haber filmado esta película, con personajes dentro de un espacio único, antes de que se iniciara la pandemia Covid 19 que nos dejó encerrados en nuestras casas. La filmamos en 2017, antes de todo esto que vivimos, y creo que la pandemia la resignifica. La lectura ahora es de cada espectador. Y sí, evidentemente, la lectura no va a ser la misma. Siempre es interesante ver cómo la completa el espectador. Los personajes no están encerrados, están por elección en un espacio nuevo, pueden entrar y salir sin riesgos, no tienen barbijo, pueden estar juntos. Pueden cantar. La experiencia de lectura probablemente, trazada desde las propias experiencias, le agregue eso que falta, que estaba en el futuro. ¿Qué significa habitar? ¿Cuál es el vínculo entre un espacio y una persona? ¿Cómo se convive? ¿Cuál es la relación entre un espacio y la memoria? ¿Qué es una casa? ¿Cuál es la relación entre una casa y el afuera de la casa? Sabemos que algunas de estas preguntas son motivadas por la película, porque estuvieron en el centro de su concepción, pero son ampliadas por el contexto.
©José Luis García/Cinestel.com