«7 Salamancas», de Marcos Pastor; una ficción espiritual de lo real

Estreno en Buenos Aires el 5 de noviembre 2015
Con frecuencia escuchamos decir que los límites del documental y la ficción están desdibujados y que tratar de delimitarlos sería como intentar ponerle puertas al campo. «7 Salamancas», del realizador argentino Marcos Pastor, es un filme de observación sobre sensibilidades humanas que tienen que ver con lo misterioso de la fe y todo aquello que circula a su alrededor a través de mitos, leyendas, fábulas y demás relatos populares transmitidos por la tradición oral durante muchos siglos. Aquellas convicciones sobre lo que se pueda creer están muy ligadas a las emociones y esa es tal vez una de las áreas más complejas de llevar al cine. «La Salamanca» es un lugar sagrado que se encuentra ubicado en el norte de Argentina, cuya atracción radica en un conjunto de sonidos, voces o sones de guitarra que se puedan escuchar al pasar por allí.
En “La Salamanca” quien tenga el coraje necesario puede invocar al Diablo –El “Zupay”- para proponerle un pacto: su alma a cambio de un don.
Cumplidos los siete pasos de iniciación, el Diablo en persona le enseñará “el arte” y así podrá convertirse en el mejor en lo que quiera: músico, bailarín, curandero o hechicera.
El primer paso es renunciar a la fe cristiana besando al sapo en la puerta de la caverna.
El realizador considera que éste podría ser una especie de «documental de su propio inconsciente», e inclusive habla de lo que su abuela tucumana les contaba a su hermana y a él cuando no quería que durmieran la siesta, refiriéndose a diablos o brujas. Este filme perceptivo vendría a ser entonces, la manera que tiene el cineasta de mostrar su libertad frente al «miedo» como fuente de consenso para la destrucción del Otro cultural.
Marcos Pastor responde las preguntas de Cinestel:
– ¿Se conocen datos acerca del porcentaje de población que siguen estas creencias en el norte argentino?
Hasta donde llegan mis conocimientos e investigaciones, no existe nada parecido a una estadística sobre este tipo de tema. El culto de la Salamanca específicamente esta formado por una sociedad secreta donde los iniciados no pueden revelar ninguna información a nadie que no pertenezca al grupo.
Por otro lado, estas tradiciones orales se mezclan continuamente con la fantasía popular, que en cada nuevo relato va sumando algún nuevo componente que supere a la narración previa. Es un proceso de mitificación que ya lleva más de 400 años y contando….
– Alguien menciona que la iglesia católica los abandonó. ¿A qué podría estar refiriéndose?

Marcos Pastor
El momento de la película en que se hace ese comentario siempre fue uno de mis preferidos porque logra aunar en una unidad espacio-temporal una gran cantidad de elementos significantes y poetizantes. Es el momento en que nuestro protagonista se adentra en la provincia de Santiago del Estero, el territorio originario de las tradiciones salamanqueras. Esta mención que Manuel hace tiene varias resonancias, varios significados. En primer lugar implica su sentido literal, la iglesia católica hace muchas décadas que comenzó una retirada generalizada de muchas de estas zonas aisladas y empobrecidas del interior de la Argentina.
Un testimonio bastante elocuente lo constituyen las iglesias y capillas abandonadas que podemos encontrar dispersas por estos lugares, de las cuales podemos apreciar en la película al menos una de ellas. En segundo lugar, tiene una connotación más histórica, digamos, en el sentido de que esta desaparición de la iglesia católica se remonta ya a la época de la colonia y la “conquista” de América, periodo durante el cual hubo un claro abandono de unas cuantas premisas y mandamientos cristianos: la piedad y la solidaridad con el prójimo, el respeto a las culturas, a las tradiciones de los pueblos y demás.
Y en un sentido un poco más contemporáneo, también siento que se refiere a otro hecho relacionado con las religiones y es el de la “explosión” de los cultos evangelistas en todos estos lugares marginales, periféricos y empobrecidos del interior argentino.
– El documental transmite un buen gusto por la fotografía y la imaginación. Parece inclusive que tuviste que elegir entre mucho material filmado. ¿Fue así?
Tuve la gran fortuna de trabajar con tres talentosísimos directores de fotografía: Ivan Gierasinchuk (“Infancia clandestina” 2011) Marina Guitelman y Nicolás Corbelli (“Tokio”, 2015) por lo tanto, tuve la suerte de tener ese gran problema: elegir lo mejor de un material excelente. Y en gran cantidad. Por lo general en cualquier trabajo documental el primer gran desafío a la hora del montaje es precisamente ese: la enorme cantidad de material rodado.
Esta no fue la excepción en ese aspecto y después de cuatro años de rodaje en diversas oportunidades y con distintos equipos técnicos, se llegó a una cantidad de horas bastante interesante, calculo que al menos 100 horas de material bruto tuvieron que ser analizadas y meticulosamente elegidas para crear el clima y la atmósfera que sentía que la película necesitaba.
Este cuidado estético y este gusto por el perfeccionismo formal no fue solamente fruto de mi iconoclasia sino que me parece que la manera más interesante de elaborar un relato sobre estas leyendas y mitos populares es precisamente optando por la vertiente de la “mitificación” en vez de la “desmitificación”, que es el rumbo que toman demasiados documentales en general. Me parece que el mejor homenaje a estos siglos de relato oral que han forjado estas historias es justamente tratar de expandirlas, de ahondar y densificar el misterio que naturalmente proponen.
©José Luis García/Cinestel.com