«Las Calles», de María Aparicio; orgullo y dignidad en la Patagonia
Estrenada (jueves 21h.) en el Centro Cultural de la Cooperación de la ciudad de Buenos Aires
Eugenia era la única maestra de escuela de Puerto Pirámides, un pueblo de la provincia argentina de Chubut, cuando se comprometió con sus alumnos a desarrollar un proyecto con el objeto de buscar nombres para denominar las calles de la localidad, que hasta entonces no habían sido designados. La productora Natalia Gamarro tuvo conocimiento de la noticia y decidió junto a la directora cordobesa María Aparicio la realización de una ficción llamada «Las Calles», una película que por momentos combina elementos típicos del documental, pero que a su vez posee entre el elenco a las conocidas actrices Eva Bianco y Mara Santucho.
Fueron los estudiantes del centro educativo quienes se encargaron de entrevistar a los habitantes adultos del lugar para tratar de desentrañar historias locales.
El motivo era que esos testimonios sugirieran algunos nombres con los que poder denominar las distintas arterias y sus conexiones que comunican las distintas partes del pueblo.
Por poco que se conozca lo que representa en la Argentina la figura del historiador, escritor y periodista Osvaldo Bayer, ya nada más comenzar la película le van ser reconocibles los vínculos que este filme tiene con alguna de las luchas que durante muchos años ha mantenido el insigne santafecino, a quien se le recuerda en lugares tan lejanos como Barcelona en una conferencia de hace unos 10 años en la que se tuvo que quedar mucha gente afuera sin poder entrar por falta de aforo.
Aparicio incluye alguna fugaz imagen del historiador, pero se centra de lleno en el tema local que desarrolla, tratando de reconstruir un proceso que en Puerto Pirámides tiene que vez con la identidad, el orgullo y la dignidad.
María Aparicio y la productora Natalia Gamarro responden las preguntas de Cinestel:
– ¿Por qué decidieron comenzar la película con imágenes tomadas en el mar?
María Aparicio: Es curioso, pero el inicio en el mar es una de las pocas cosas que se mantuvo desde la escritura de la película hasta el corte final de montaje. Fue un montaje extenso, porque el carácter del material (no tan estructural ni cronológico) permitía varias posibilidades de edición, por eso muchas cosas fueron variando a lo largo de ese proceso. El comienzo y el final funcionan como un retrato sobre lo que atraviesa la vida en ese lugar; es un mundo determinado por el mar y por el vinculo que con él establecen las personas que allí viven. La película, de algún modo, también está atravesada por esto.
Natalia Gamarro: Es un pueblo que está ubicado en la península de Valdés, en la Patagonia Argentina. En la ruta, ingresando a la península y acercándote a la entrada del Riacho San José, la entrada a Larralde y del mismo pueblo donde fue filmada la película, se ve el mar en ambos lados. Comienza y termina en el mar, es un pueblo de mar.
-¿Y ése fue quizá uno de los motivos para rodar en verano?
N.G.: La película se rodó al final del verano, después de la temporada. Su rodaje fue en marzo, cuando el clima era el adecuado y la temporada de verano y los turistas ya habían pasado por esas calles y ese mar. En los meses de verano Puerto Pirámides parece otro pueblo al igual que los meses de junio a octubre, en su temporada de ballenas, donde miles de turistas se alojan y caminan por ese pequeño pueblo de casi 600 habitantes. Se pensó mucho en cuál sería el momento del rodaje y que fuese después del verano.
M.A.: El rodaje en marzo nos posibilitó conocer y filmar el pueblo en su estado original. Ésta fue una decisión que se tomó a partir del conocimiento que Natalia tenía sobre ese lugar y sobre las ideas que queríamos sostener en la película.
– ¿El interés de los chicos, en tanto que generaciones nuevas, por el pasado de Chubut fue uno de los alicientes para abordar esta historia?
M.A.: Para mí fue muy movilizador cuando Natalia y Eugenia Eraso me mostraron fotos de las entrevistas del proyecto original y ver en ellas a los alumnos con sus guardapolvos junto con los entrevistados, en su mayoría personas más grandes que ellos. Creo que el eje central del proyecto siempre fue ése, un encuentro desde donde poder trabajar a partir de la pregunta ideas posibles sobre la identidad de esa comunidad. Eso fue también lo que se intentó retratar desde la película; las entrevistas funcionan como posibles núcleos centrales sobre los cuales gira la historia, y sobre los que se articula el registro del espacio.
N. G.: Los chicos protagonistas, las calles, el encuentro de ambas generaciones fueron quienes hicieron posible contar esta historia. Ahí están los abuelos, los bisabuelos de algunos de los chicos en los nombres de las calles. Así fue en el proyecto que llevó a cabo la maestra, no sé si tanto por el pasado de Chubut. Si por la construcción de la identidad de un pueblo. El proyecto les dio visibilidad a las personas que viven en un pueblo costero. Ellos y ellas, los trabajadores rurales, los pescadores artesanales, los antiguos pobladores, son con quienes se escribe la historia.
– Las explicaciones finales en torno a los nombres de las calles me pareció un enorme homenaje a la lucha de Osvaldo Bayer. ¿Lo pensaron ustedes así también?
M. A.: En un momento, el final de la película eran los planos filmados de las calles con sus respectivos nombres. En el proceso de montaje, Martín Sappia (montajista) sugirió incorporar esos planos de las calles a lo largo de la película, y para nosotros fue un gran acierto porque le dio una entidad distinta a la construcción del espacio. Aún así, siempre creímos que los nombres elegidos tenían que estar en la película, como resultado del proceso entero y del trabajo que Eugenia Eraso junto a los alumnos y a los vecinos del pueblo habían hecho. A su vez, la película es una interpretación de aquel proceso, y en ese sentido se trabajó siempre desde una idea de ficción; incorporando muchos elementos reales y más propios de lo documental, pero ficción al fin. Aún así, nos parecía importante dejar testimonio de proyecto real y de los datos concretos de lo que allí se había hecho. La presencia de Osvaldo fue muy relevante en el proyecto original, y su trabajo sobre el pensamiento de la historia nos parece de algún modo imprescindible. El hecho de que él haya podido estar en la película fue muy especial para quienes la hicimos.
N. G.: Siempre pensamos en esa placa final, por mi parte sería un homenaje a cada nombre que lleva cada calle, cada una de ellas es portadora de una historia. Ahí esta Osvaldo en uno de esos nombres, él fue muy importante para que ese pueblo pudiera elegir el nombre de sus calles, él también fue quien recomendó la categoría de pueblos originarios. Así como vi necesario que fuesen esas y no otras las personas que se encuentran en las entrevistas, al igual que los niños, en ese mismo lugar está Osvaldo para mí, él tuvo un vínculo muy especial con el pueblo, con Eugenia Eraso (la maestra) y un gran protagonismo en la Patagonia. Su participación es un pequeño homenaje a su enorme generosidad. También a lo que él nos ha entregado cómo historiador en sus libros y en su gran entrega por los derechos humanos.
– ¿Repetirían esta mezcla de actores profesionales con gente que hace de sí mismos para proyectos futuros?
M. A.: En este momento, me interesa trabajar la ficción desde un lugar no tan articulado con la tradición. Creo que es posible pensar en otras formas de ficción sin perder precisión sobre el lenguaje y sobre la forma. La incorporación de lo real en la puesta en escena me parece algo muy rico y sobre lo que me gustaría profundizar. Me encuentro trabajando en un nuevo proyecto que esta orientado a ese camino.
N. G.: Estoy en un nuevo proyecto donde esa mezcla es la guía para querer estar ahí.
©José Luis García/Cinestel.com