Entrevista a Federico Veiroj por el estreno argentino de «El Apóstata»
Estreno en Buenos Aires y otras ciudades de Argentina 25 de agosto
«Acné» y «La Vida Útil» son los largometrajes predecesores a éste en la filmografía del realizador uruguayo Federico Veiroj. «El Apóstata» es una historia basada en episodios de la vida real de su amigo madrileño Álvaro Ogalla, al que conoció durante el tiempo que vivió allí.
La película fue reconocida en el Festival de San Sebastián con una mención especial del jurado y con el premio de la FIPRESCI, al tiempo que ha sido proyectada en otros festivales como el de Mar del Plata. Como toda buena comedia dramática, -si es que hay alguna que no tenga drama-, el filme contiene un trasfondo de tragedia a nivel humano que satisfará las expectativas de cualquier cinéfilo porque convoca a una revisión sobre aquellas cosas que pasan a nuestro alrededor y a las que muchas veces no le prestamos la atención que debería.
Federico Veiroj responde las preguntas de Cinestel:
– ¿Es tan difícil apostatar en Latinoamérica como lo es en España?
Si bien para escribir la película hemos investigado sobre la forma de apostatar en España, Argentna y Chile, no soy un experto en el tema. Lo que sí llegamos a enterarnos es que depende básicamente de la diócesis a la que pertenece y a la ciudad, y a la voluntad. Aparte de solicitudes personales, hay instructivos en la web y demandas conjuntas incluso en dependencias de agencias de defensa de protección de datos. En todo caso, la película más que un manual de la apostasía es la aventura de un joven madrileño iniciando su personal proceso de renuncia a algo irrenunciable. Y las consecuencias en su entorno y personales que eso conlleva. Es una fábula sobre un personaje que se cuestiona todo, un irreverente como los de cualquier época, llevado a nuestros tiempos.
– ¿Crees que habrá sorpresa en ese sentido en el estreno argentino?
Espero que la sorpresa tenga que ver con el descubrir una película justamente con sus propias sorpresas, creo que las hay muchas y muy gratificantes. El personaje principal es muy conmovedor y creo que la historia de la película tiene elementos curiosos que seducirán al público argentino. Eso sí, quien vaya buscando un alegato en contra de la religión, recomiendo cambie sus expectativas para dejarse llevar por una película graciosa, comprometida con estos tiempos y humanista.
– ¿Gonzalo Tamayo combina necesidad de decidir sobre sí mismo con cierta rebeldía en el terreno familiar?
La rebeldía es percibida por su madre pero no por él mismo. Él está determinado a dejar atrás muchas cosas, entre ellas se cuenta también su dependencia familiar. Me parece que Tamayo implotaría si no comenzara a decidir sobre sí mismo, sobre su lugar en el mundo, y a tomar las riendas de su existencia.
– Es que yo veo en tu personaje las consecuencias del tipo de educación recibida. ¿Lo trazaron así cuando elaboraron el guion?
Sí, lo pensamos mucho. Pensamos que Tamayo era producto de padres que nacieron durante el franquismo con todo lo que eso implica en cuanto a valores, cultura, tradiciones impuestas. Si bien Tamayo es de la siguiente generación, también pensamos que era clave que sus estudios hayan sido en un colegio de curas. No es menor que en las secuencias de la película que le toca dialogar con el obispo, le sea una situación súper natural, y hasta hable en latín; ya que es justamente un discípulo formado para mantener una tradición que es de la que quiere también distanciarse. Todo esto estaba pensado, y la idea no era remarcarlo sino darlo por sentado ya que ese tipo de educación era lo más normal, sobre todo para los jóvenes españoles que hoy tienen treinta años o más.
– ¿El tomarse las cosas con buen humor, sin alterarse, y algo de languidez personal son características propias de Álvaro en su vida personal?
Sí, Álvaro Ogalla -actor e inspirador de esta historia-, es un hombre que tiene un sentido del humor muy desarrollado y una cercanía en el trato humano admirable. Es de las más hermosas personas que jamás he conocido.
– Ustedes dos tienen una buena amistad desde que antes trabajaron juntos. ¿Contaron con un par de guionistas más para que ofrecieran una perspectiva algo más distanciada sobre esta historia?
La amistad y el conocerse a fondo es uno de los motivos por el que esta película existe; es más, yo me amparé en el abanico emocional que conocía de Álvaro y que tenía que aprovechar para la dirección de Álvaro en tanto actor.
El trabajo de guión lo inicié con Nicolás Saad. Hasta una primera versión del guión, fue un trabajo más de estructura y de emplazamiento de la historia; nos basamos inicialmente en varias cartas que Álvaro Ogalla me había escrito y que constituían la voz en off. Luego, en la mitad del proceso continué escribiendo con Gonzalo Delgado y afinamos, agregamos más cosas al mismo tiempo que Álvaro trabajaba el off que siempre supimos que hasta último momento iba a modificarse ya que iba a depender de las imágenes. Y así fue que llegamos a decidir filmar la película, y el guión incluso fue retocado mientras hacíamos un planteamiento de puesta en escena con el director de fotografía Arauco Hernández, y Gonzalo Delgado que también fue el director de arte. Una vez dicho lo anterior, creo que lo de trabajar con más guionistas era más por necesidad de un guión y profundización en la historia que por necesitar una distancia de mi amigo, ya que de hecho, todo lo cercano que se podía estar de él podía ser de buena influencia para el trabajo de guión.
©José Luis García/Cinestel.com