«Impuros», los rufianes judío-polacos que se instalaron en Argentina

Estreno en Buenos Aires
Bajo la pasividad y tolerancia de las autoridades argentinas, en las décadas que dieron fin al siglo XIX y las que comenzaron el siglo XX, se instalaron en el país unos proxenetas de origen judío-polaco que se dedicaban a la trata de blancas, fundamentalmente de mujeres polacas, que eran captadas para ejercer la prostitución en distintas ciudades de la Argentina.
Este grupo de rufianes operaron con total impunidad a lo largo de unos 50 años bajo la máscara de la Asociación de Socorros Mutuos Varsovia, (luego llamada Zwi Migdal). Y como la policía, jueces, políticos y demás autoridades tenían si querían acceso libre a estos servicios, consiguieron que desde el Estado se hiciera la vista gorda.
La directora Florencia Mújica presenta junto a Daniel Najenson un trabajo de investigación sobre el tema en forma de documental.
«Impuros» es el título de este filme, porque así es como se les llamaba desde la comunidad judía local de Argentina a los rufianes que delinquían de esta manera. La película muestra cómo también desde Israel se tiene constancia de los padecimientos de muchas mujeres a través de numerosas cartas manuscritas que obran en poder del archivo de un investigador judío, y de qué manera los abusadores consiguieron incluso que se hiciera legal la prostitución en Argentina durante bastante tiempo.
En este caso, intentar localizar testimonios y personas que conozcan el tema y quieran hablar, ha sido clave para el éxito de este trabajo fílmico.
Aquí vemos y escuchamos a nietos de inmigrantes judíos, antropólogos, investigadores, escritores, o la militante anti-trata Sonia Sánchez, co autora del libro «Ninguna mujer nace para puta».
Florencia Mújica responde las preguntas de Cinestel:
– Tanto en tu anterior documental como en éste, has expuesto algunos de los motivos por los que las mujeres han padecido un trato totalmente inapropiado. ¿Qué papel puede a tu juicio desempeñar el cine de investigación en estos temas?

Florencia Mújica
El cine documental tiene una larga tradición de ser un canal de expresión de las grandes problemáticas de nuestra existencia, de nuestros dramas y conflictos sociales. En mi caso hace años y años que vengo trabajando cuestiones de género en el documental, porque creo que es una gran herramienta para visibilizar, para reflexionar y para poner sobre la mesa grandes temas que muchas veces están ocultos, que muchas veces no se problematizan porque están, o bien muy naturalizados o bien porque no se nombran.
Una de las cuestiones que me hacen amar el cine documental es la posibilidad de poder traer estas historias a la pantalla grande, y por sobre todo las cosas con el objetivo de interpelar a los y las espectadorxs a que se hagan preguntas. Creo que el cine documental es un espacio de reflexión colectiva muy productivo y muy enriquecedor. De hecho, en general, con cada película que he realizado siempre me resultó de gran importancia tener espacios posteriores a las proyecciones que permitan el intercambio y la discusión entre todxs, creo que es parte del proceso donde la obra se completa y se transforma, cuando se encuentra con aquellxs que la ven, la recirculan, la reinterpretan.
– ¿Fue a través de la bibliografía publicada antes como llegaste a conocer este problema que muestra «Impuros»?
La idea de realizar el documental «Impuros» la trajo Daniel Najenson, el co-director, quien a través de un familiar descubre que había existido en Argentina una red de traficantes judíos. A partir de allí me convoca para formar parte de la dirección con el objetivo de que armemos un equipo que pueda complementarse en la mirada sobre esta temática tan compleja.
Desde un primer momento me sentí convocada por la historia ya que desconocía absolutamente la existencia de un tiempo en nuestro país donde se extendió de tal manera la red de tráfico y comercio sexual. Y siendo un tema tan actual consideré que era imprescindible hacer un aporte histórico que nos permitiera entender cómo habíamos llegado hasta aquí.
– ¿Y el hecho de que exista una religión como la judía que separa a los impuros en el cementerio, consideras que es una buena base, siquiera mínima?
Creo que la reacción de la colectividad judía de exponer socialmente a «los rufianes» como se les llamaba en aquel entonces, es una actitud de gran heroísmo, una pulsión social que de alguna manera hemos perdido o que realmente no hemos tenido con este tipo de situaciones.
En general cuando se habla de prostitución o de tráfico de personas con fines de explotación sexual, se habla de las mujeres, nunca se habla de quiénes son los que realizan esas acciones, quiénes son los que trafican y explotan a esas mujeres. Por eso considero que «Impuros» es un gran aporte en este sentido, porque visibiliza que detrás de esas historias tremendas de las mujeres, hay siempre redes de traficantes, proxenetas que gestionan y se enriquecen.
En el caso de Zwi Migdal, gracias a todas las denuncias hemos podido acceder a mucha información sobre esa red que en otros casos es muy difícil porque es información que permanece oculta. Las mujeres siempre son expuestas en el relato audiovisual, en relato periodístico, pero los varones no. En este caso quisimos generar un espacio donde aparezcan ambos polos de esta relación de explotación.
El rol de Raquel Liberman nos parece que fue de una gran valentía al denunciar a esta gran mafia, y creemos que de alguna manera esta película es un homenaje a su lucha, a su coraje, y es un mensaje en la actualidad para darnos cuenta que es posible luchar contra todas estas mafias que se han ido transformando de forma y contenido, pero que siguen manejando el negocio del tráfico de personas con fines de explotación sexual.
– ¿Respecto a la ilegalización de la prostitución que fue promulgada en 1936, piensas que pudo haber tenido algo que ver la vergüenza de ser tan mal vistos desde el exterior de la Argentina?
La derogación de las reglamentaciones que habilitaban el funcionamiento de los prostíbulos considero que más bien tuvieron que ver con un contexto de ascenso de ciertos sectores en el poder de corte conservador. Pensemos que en 1930 el General Uriburu da un golpe de estado destituyendo al presidente Yrigoyen, y eso genera una reacción que desde un lugar “moralista” ilegaliza el funcionamiento de las casas de tolerancia, como se llamaba eufemísticamente a los prostíbulos.
En ese sentido creo que por eso mismo no se logró generar una alternativa para las mujeres prostituidas, porque no se buscó resolver el problema de fondo, sino que lo que sucedió fue que se lo llevó a la clandestinidad, generando que la violencia se siga existiendo y de manera ascendente.
En el caso de la colectividad judía, entiendo que hubo un sector que decidió conscientemente “dejar atrás” esa historia por cierta vergüenza, por cierto estigma que se había generado, pero en definitiva lo que terminó sucediendo es que la vida de miles de mujeres prostituidas y traficadas quedó silenciada por más de 100 años.
Las mujeres siempre ponemos el cuerpo para que otros nos silencien, y esto es algo que se extiende desde el pasado hasta el presente. Y que debe ser transformado. El silencio no es salud, el silencio genera impunidad, genera negación de la identidad, genera un pueblo sin memoria. En Argentina tenemos una larga trayectoria de lucha por la memoria, y en este sentido, nos sumamos a esa tradición por la justicia y la necesidad de restituir la historia de tantas mujeres.
– Y para finalizar háblanos también acerca de los archivos en imágenes que se ven en la película y dónde fue grabada, porque veo que también tuviste que viajar para conseguir terminar adecuadamente esta historia.
La mayor parte de «Impuros» se filmó en Buenos Aires y Rosario en Argentina, y algunas escenas se rodaron en Israel. Para nosotros fue un gran hallazgo encontrar en el archivo de Erzat Nashim, en Tel Aviv, las cartas de puño y letra de las mujeres que pedían ayuda. Es la fuente más directa de la experiencia de las mujeres que sufrieron toda esa violencia. Y en ese sentido el documental cuenta con muchísimo archivo histórico de gran valor que nos permitieron contar esta gran y necesaria historia.
©José Luis García/Cinestel.com