Entrevista a Valérie Massadian, directora de «Milla»; el amor por vivir
24 Festival l’Alternativa
«Un amor por vivir, una vida por inventar, una vida a la que aferrarse, siempre, sin importar nada», es lo que describe la escueta sinopsis de «Milla», la segunda película de la realizadora francesa Valérie Massadian (Nana).
La debutante Séverine Jonckere protagoniza este drama sobre el camino hacia la adultez, las relaciones amorosas y de pareja, una realidad inestable, el mundo del trabajo y la maternidad, en una etapa de la vida en la que tal vez haya quien pueda presuponer que debería de estar haciendo otro tipo de cosas.
Milla es una chica de 17 años que tiene una relación con Leo, otro joven con quien ha huido a un pequeño pueblo situado a orillas del Canal de la Mancha, para iniciar una vida en común dentro de una casa en un ambiente precario y difícil.
El filme contiene tres partes diferenciadas que son: historia de amor y adaptación al hogar, trabajo remunerado y cuidado del hijo recién nacido.
La dicotomía entre la fuerza y la fragilidad de las personas fue lo que animó a Massadian (francesa de padre armenio) a crear estas situaciones en la ficción para tratar de acercase a esa realidad.
A la pareja protagonista, el mundo no le ha sido muy gratificante y además tiene que lidiar con un embarazo adolescente y la próxima llegada de un bebé a la casa, al igual que se tiene la sensación de que están huyendo hacia ninguna parte para reinventar sus vidas. La directora recordaba cómo alguien a quien estaba a punto de filmar, literalmente le dijo en respuesta a una pregunta suya que «tengo miedo de que la gente se olvide de la poesía, porque el día que lo hagan yo no tendré un lugar en el mundo nunca más».
Massadian repite la experiencia de filmar con niños (ya lo hizo en Nana) y también aparece un gato en el relato, como si quisiera mostrar las diferencias y similitudes de afectos de Milla hacia dos seres que no son sociales, un animal de compañía y su propio bebé. Básicamente la historia que quería retratar la directora es con Milla y por eso su pareja Leo desaparece del film en la segunda parte. Ella nos cuenta antes de esta entrevista que la confrontación de los dos caracteres tan distintos entre ellos, sería quizá una forma tal vez estúpida de extrapolarlo a las diferencias entre un hombre y una mujer cualesquiera. «Mis personajes se cuidan entre sí, pero nunca se llegan a entender el uno al otro» -apostilla-.
En «Milla», la protagonista femenina, Séverine Jonckere, fue seleccionada entre varias candidatas y su pareja, Leo (Luc Chessel), ya tenía alguna experiencia previa en el mundo de la actuación. Hubo un guion inicial, pero después, el proyecto se pudo desarrollar más libremente durante el rodaje.
Valérie Massadian responde las preguntas de Cinestel:
– Existen silencios que hablan más que las palabras, en «Milla» encontramos bastantes momentos así, y sin embargo esa atmósfera que creas le da un sorprendente realismo. ¿Te preocupas de que tus películas sean lo más cercanas posible a la realidad?
No uso el ritmo que utilizan otros directores para forzar los tiempos en que ocurren las escenas. Es así. Si por ejemplo tú tomas la de que ella está pintando las uñas del bebé, yo podía haberla cortado para hacerla más fugaz, pero elegí hacerlo así desde que ella no tiene nada que decir, así que usé el zoom en el plano de principio a fin.
Los silencios nos dan tiempo para mostrar situaciones emocionales muy diferentes, por eso también pienso que son una forma elegante y amable que permite observar las cosas pequeñas, porque eso es lo que hacemos todos cuando nos sentamos tranquilamente en un bar a tomar un café. Lo que quería representar es que esta pareja, incluso si no están hablando, están dando cosas, porque sus cuerpos son completamente diferenciados e incluso a veces ocurre lo contrario.
– Pero hay muchas películas, sobre todo las comerciales, cuyos realizadores prefieren dirigir al espectador hacia donde les interesa y no les otorgan esa libertad que tú les das. ¿Qué te parecen esas otras historias?
A mí me ponen físicamente enferma la mayoría de ellas cuando las veo. Me da dolores de cabeza pensar en esas otras propuestas de cine, porque creo que no tiene razón de ser lo de que me impongan algo que no es mi ritmo.
Pero quizá la gente que las ve son personas que siempre están hablando y que le tienen miedo a los silencios. Y también hay muchos guionistas de cine que cuando les toca decidir que en una escena pueda haber un mutismo de los actores, ellos tienen realmente miedo de eso.
Me llamó la atención que en otros festivales hubiera público que me preguntara por qué mis personajes no se besan o tienen sexo en la película, o sea, por qué no es una historia más sexual o sensual. Yo creo que son público que ya va al cine con unas expectativas previas y que se resisten a dejar que el film haga lo que tenga que hacer.
– Colocaste en «Milla» una breve actuación musical cuya letra forma parte de lo que sería una protesta o un enfado sobre las condiciones de vida tan difíciles para muchas personas. ¿Cómo se dio esa oportunidad?
El tema musical es sobre la soledad, sobre la puta vida. Esta canción es de alguna manera como un himno a una adolescente e igualmente la escena contiene unas tres partes en las que hay que estar atento a lo que ocurre mientras canta. Es una letra referida a una época de su vida que es difícil de escuchar porque mantiene un hilo demasiado fuerte.
Por otro lado, la actriz me pidió que si se podía sacar los zapatos de tacón cuando cantaba encima de la cama interpretando la canción, pero yo quería que ella estuviera furiosa e incómoda y le dije que no. Al principio a ella le pareció no ridículo, pero sí torpe, y yo creo que el resultado de todo ello en conjunto hizo más fuerte la idea de que muchas veces los humanos somos tratados como mercancía.
– Rodaste algunas secuencias en un barco pesquero con Leo, también en la habitación de un hotel con Milla, y además te aventuraste a hacer un corto cameo durante la filmación. ¿Cómo fueron esas experiencias?
En el barco hubo un primer rodaje solos con una pequeña cámara y después con pescadores que pensaban que yo me iba a poner enferma por el movimiento y el ruido. Tuve que insistir mucho para acompañarles durante toda una noche, y en un momento dado ellos aceptaron. Durante el trayecto no pude dormir, solamente un rato encima de una madera en la cocina. Fue difícil, pero ahora yo también quiero hacer una película sobre ellos y su trabajo.
En cuanto a las tomas con Séverine, la actriz, en general ella estaba realmente asustada, no por actuar sino porque por fuera de los encuadres había cinco o seis personas entrando en su vida, (pues el bebé de la película es su propio hijo) con los que iba a hacer un trabajo en conjunto para el film, pero para ella ese desafío emocional es muy peligroso y yo ya lo sabía desde el principio.
Lo de estar mi persona haciendo un cameo fue para enfriarme y situarme en la misma posición que ella. Pienso que fue interesante porque así me pude implicar en la completa realidad de la película y no sólo cuando estaba detrás de la cámara o no filmando. Tiene sentido y nos ayudó, porque de repente la actriz entendió que todo era como un juego, como cuando juegas con tus hijos o como cuando tú estás sola en tu habitación e inventas personajes e historias.
– Estás rodando una trilogía sobre la infancia y la adolescencia, pero te saltaste la película del medio, la que va de los 11 a los 13 años de edad. Creo que la vas a rodar en un futuro. Cuéntanos algo sobre cómo será.
Será completamente diferente, porque la idea es trabajar con cuatro o cinco niños de entre esas edades. El argumento será que el mundo ha ido hacia su final, con los adultos afectados por las crisis, y los únicos que resisten son los niños porque no están conformes con lo que pasa y no quieren este mundo. Entonces ellos se convierten en los enemigos, son cazados y puestos en campos de retención. A todos los ponen juntos en un castillo inclinado y allí ellos comenzarán a redactar una nueva Constitución para el mundo.
©José Luis García/Cinestel.com