Entrevista a la directora de «Trinta Lumes», Diana Toucedo
25 Festival l’Alternativa
Conocer de dónde venimos para decidir cómo encarar el futuro, es un factor esencial en cualquier ser humano. Diana Toucedo es una conocida montajista y cineasta gallega que, radicada en Barcelona, también se dedica a la formación de nuevos talentos a través de la docencia. Y su segundo largometraje, «Trinta Lumes«, trata precisamente acerca de Alba, una niña de 12 años que se halla en una búsqueda permanente en torno a sus raíces y de todo lo fascinante o sorprendente que pueda encontrar a su alrededor.
La película está rodada en zonas rurales de la húmeda Galicia, donde elementos como la lluvia son un compañero constante en la aventura de vivir.
También es una historia de confrontaciones entre la vida y la muerte, así como otros misterios que pueden parecer superfluos, pero que quizá no lo sean tanto.
Estamos en una zona interior llamada El Curiel en donde la emigración ha provocado que hoy existan grandes casas de piedra abandonadas en las que los jóvenes protagonistas intentan hurgar en el pasado, e inclusive en algún momento llegan a mostrar sus dudas alrededor de cómo será el futuro.
Y «Trinta Lumes» también pretende, casi con más preferencia por la ficción que por el documental, ser un retrato costumbrista sobre algunos rituales y tradiciones del lugar que tienen que ver con la matanza, la caza, los hornos de pan o la recolección de las castañas; un patrimonio con referencias a los bardos celtas y a la poesía de Eduardo Pondal.
Asimismo hay una mirada hacia el futuro, pues por ejemplo aquí se pone énfasis en las clases de inglés que reciben las chicas y chicos del lugar.
¿Quería la directora reencontrarse también ella con el pasado de sus ancestros?
Diana Toucedo responde las preguntas de Cinestel:
– Tu filme de 2015, «En todas as mans», era un documental y en este caso te acercas mucho más a lo que es la ficción. ¿Por qué te lo planteaste así?
Mi primer largo fue un trabajo de encargo en el que la voluntad era más informativa, porque queríamos dar a conocer la realidad de los montes originales en Galicia. «Trinta Lumes» parte de un punto de vista diferente. Es una obra mucho más personal, autoral, donde me adentro en cuestiones que tienen que ver conmigo y que las intento abordar desde lo cinematográfico, como es la cuestión del tiempo, los mitos, las leyendas,… todas las referencias que recibimos del lugar de donde somos, o del lugar del que provenimos o nacemos.
Así fue como encontré El Curiel, una zona de Galicia de donde no soy, pero vi que ahí podían cohabitar todos esos ingredientes que yo luego quería llevar a lo cinematográfico, y empecé a filmar a partir del colegio Poeta Uxío Novoneyra, que es el único que hoy existe en O Courel, con treinta niños.
Enseguida me di cuenta de que para hablar de todo aquello que me gustaba, necesitaba acudir a la ficción, aunque en muchos momentos, el abordaje era muy documental y observacional.
– Para mí «Trinta Lumes» habla principalmente sobre el amor propio y el traspaso generacional. ¿Era ése el enfoque que tú le querías dar a la película?
Sí, y es muy bonito que lo menciones porque normalmente no lo suelen comentar mucho, pues aunque eso está ahí de una forma muy presente, a veces hay personas que hacen más énfasis en otras cosas. Pero sí que es también muy importante, porque desde el momento en que articulamos el inicio de la película con la desaparición de Alba, ese mismo tema para mí tiene que ver con algo más simbólico o alegórico de lo que puede significar que algo desaparezca. Y ahí es donde está también, en esa transmisión, esas herencias, en cómo se pasan las cosas de padres a hijos y de abuelos a nietos directamente.
Y como dentro de toda esa transmisión, sentía que en esa zona de Galicia todavía pervivía de una forma muy fuerte todo ese pasado que luego ellos también lo conciben no como un tiempo lineal, sino como que pasado, presente y futuro casi pueden estar conviviendo al mismo tiempo; son tiempos paralelos en el ahora. Eso también en el fondo me hacía visibilizar cómo nos encargamos de todas esas herencias a un nivel muy amplio.
Y de ahí también, obviamente, reivindicar ese amor por todo eso, por una concepción de vida, por en el fondo una percepción de cómo nosotros nos creamos el mundo y cómo vivimos en él que puede ser tan válida como cualquier otra en cualquier otro lugar. Aunque a veces los gallegos no tienen la suficiente estima para reconocer todo esto.
– Igualmente, las imágenes que rodaste en el cementerio también nos pueden recordar cómo esa cultura se ha construido y la cantidad de gente que ha pasado por ahí de generaciones y generaciones. ¿No es así?
Sí, exacto. Y además es una especie de recuerdo y memoria constante que se hace desde la religión, pero que en estas zonas yo creo que también se hace desde otro lugar, que puede ser como más íntimo, más familiar y que incluso podríamos llegar a decirle más pagano en cierta medida. Pero sí que todos esos pequeños rituales que nos hacen recordar de dónde venimos, también eran otro de los elementos que yo quería un poco subrayar o resaltar en la película.
– También se emplea el recurso de la voz en off en algunas partes muy concretas del film. ¿Qué es lo que querías enfatizar con ello?
Con la voz de Alba, la protagonista que vehicula la película, nos queríamos sumergir en su experiencia propia, que sin una voz en off sería quizás más difícil empatizar o adentrarte en el mismo viaje emocional, físico y sensorial que en el fondo Alba está haciendo. Entonces, para mí era muy importante que esa vehiculación estuviera muy clara para que el espectador pudiera viajar con ella y entender mucho más cuál podía ser el viaje que ella estaba haciendo, y al mismo tiempo, el viaje que yo también le propongo al espectador.
– En «Trinta Lumes» también se hace referencia a un éxodo que ocurrió en el año 1996 y del que creo que fuera de Galicia teníamos pocas noticias. ¿Fue un caso solamente conocido allí?
No concretamente, porque de hecho fue algo simbólico que apelaba a algo mayor. Pero en realidad toda Galicia tuvo en el siglo XX muchas olas migratorias, y lo que pasó en el año 96 fue algo particular de lo que en el fondo también se habla poco, pero que fue muy decisivo para lo que era la economía y la subsistencia rural en aquel momento: la aplicación de las políticas de la Unión Europea con una cantidad de cuotas que de repente vienen a imponerse a un montón de pequeñas comunidades, sobre todo lecheras y de cría de ganado, fundamentalmente vacas.
Eso de repente alteró todo ese pequeño o gran tejido que es lo que hacía subsistir parte de lo rural. Entonces ahí hubo mucha gente que tuvo que cerrar sus pequeñas granjas, o remodelar su pequeño negocio hacia lecherías mucho más grandes para que no todo el mundo tuviera que marchar.
– En el contexto de la película, me pareció inusual que en algunos momentos de la historia que cuentas también aparezca la espiritualidad en un territorio de fe católica, un elemento que otras ficciones recientes prefieren obviar. ¿Lo quisiste incluir como una parte del todo en tu descripción del lugar?
Sí, porque en el fondo toda esa comunidad tiene relación con la naturaleza, con el clima, y con esas herencias familiares de las que hablábamos antes, pero también con estas otras y un presente religioso-cristiano que tiene peso. Entonces, yo lo quise introducir y de hecho parte de la película orbita en torno al día de los difuntos en noviembre, algo que quisimos incluir porque creímos que era interesante, en el cambio también de la estación, entrando en un espacio mucho más íntimo e interior con la llegada del frío invernal y de todos esos rituales, algunos de los cuales son desde lo pagano, con otras fiestas y celebraciones. Muchas veces esas tradiciones plurales están compuestas de muchos vértices y matices que son posiblemente los que al final conforman ese todo que decías.
– Y luego hay en «Trinta Lumes» una parte en la que aparecen los pizarristas. ¿Podría esa actividad significar que con esa industria la zona se podría autogestionar y salir adelante económicamente?
El tema de la pizarra tiene una doble lectura para mí. Por un lado, sí que es la única industria como tal que permite que la zona pueda subsistir, pero también por otro lado es una actividad que está dañando o directamente destrozando aquello que la compone, que evidentemente es la propia naturaleza y la propia montaña.
Yo lo que quería con ello era hacer visible esa lucha o ese modo de resistencia y de subsistencia, que también en el fondo puede venir desde ahí, desde la posibilidad de tener recursos y trabajo.
– Tampoco hay que olvidar las referencias poéticas que tiene la película. ¿Lo consideraste como un asunto central en este relato sobre hábitos y tradiciones?
Sí, obviamente, porque para mí cuando te acercas a una comunidad en donde hay elementos como son una cadencia, una vivencia y una concepción del tiempo específica, como del espacio y de la vida en general, a priori no están nada cercanos a una concepción más ligada a la acción como normalmente solemos ver en muchas otras películas. Y de repente todo eso toma valor y empiezas a ver que esa historia tiene que tomar la forma de aquello que estás filmando. Para mí, aunque ellos puedan vivir con más o menos poética, hay una forma de vida que está ahí y que emerge, en la vida real, lo puedes llevar a las imágenes, a la forma final de la película, y eso es lo que he intentado.
– Y por último, saber si tú como montajista has notado la gran experiencia que ya tienes a tus espaldas a la hora de enfocar esta película.
Sí, siempre ayuda, y sobre todo porque ahora, estando en los dos lados, en el rodaje hay muchas cosas que las puedes pensar ya directamente en cómo podrían llegar a ser montadas, y eso te puede ayudar, y viceversa, porque muchas veces el tener que estar en la sala de montaje y ya tener la experiencia previa de saber cómo articular ciertas cosas, cómo enfrentarte a los materiales, cómo resignificarlos y moldearlos para que puedan llegar a decir otra cosa, pues es mucho más fácil y al menos te aporta como una seguridad mayor a la hora de enfrentarte a tu material y no tener miedo a darle la vuelta absoluta y a hacer otras opciones que no habías pensado hasta ese momento.
©José Luis García/Cinestel.com