Malek Bensmaïl documenta los detalles de «La Batalla de Argel»
12ª Mostra de Cinema Àrab i Mediterrani
«La Batalla de Argel» (1966) es un célebre largo de ficción que fue llevado a la gran pantalla por el cineasta italiano Gillo Pontecorvo, tras haber obtenido el León de Oro en Venecia por aquella película en blanco y negro que de una manera cercana y realista mostraba los avatares del movimiento de liberación nacional argelino en su lucha por alcanzar la independencia, frente al temible y represivo ejército francés.
La Mostra de Cine Árabe y Mediterráneo de Barcelona programó este año tanto la conocida película como un nuevo trabajo documental titulado «Una película en la Historia», que ofrece al espectador interesado una espléndida revisión sobre una obra original apasionante, ya que fue pensada por Pontecorvo para ser lo más intuitiva posible con los sentimientos de ambos bandos en confrontación.
Malek Bensmaïl es el director y estuvo en Barcelona, donde tuvo la cortesía de recibirnos y hablar para los lectores de Cinestel.
Ahora se trata de un filme novedoso el suyo, pero sin lugar a dudas llegará el día en que posiblemente ya no se pueda entender una película sin la otra. Cada 1 de noviembre, aniversario de la independencia de Argelia, Bensmaïl había vivido a partir de su infancia la emisión televisiva de «La Batalla de Argel». Es un hecho que sigue sucediendo y que muchos argelinos contemplan con orgullo. Actualmente, con su documental aporta una nueva mirada y es muy probable que también se incluya en tan importante celebración anual.
De hecho, el director nos cuenta que en estos momentos la gente de su país se está interesando más en ver el documental que la película, y que se están haciendo proyecciones del mismo en diversos cineclubs de toda Argelia.
La historia de la descolonización argelina y el deseo de que se cuestionara el papel del cine en todo aquel proceso revolucionario, han jugado un papel preponderante en los deseos de que este proyecto fílmico se llevara a cabo. «Ya hace tiempo que pensaba que faltaba cine documental para testimoniar la realidad desde otros puntos de vista» -explica Bensmaïl-. «La ficción del mundo árabe tiende mucho a enfocarse hacia la simbología. Yo había hecho documentales sobre política, salud y escuelas, y ahora tocaba hacer uno sobre el cine en sí mismo» -añade-.
Guerrilla vs. Ejército
No es casualidad que «Una película en la Historia» comience con el Noticiero Latinoamericano del ICAIC dando cuenta de los avances del movimiento revolucionario argelino hasta el logro de la victoria final. Cuba era un país amigo y admirador de ese proceso estratégico, que poseía grandes similitudes con el suyo, pues en ambos casos el triunfo revolucionario se logró en virtud de la incapacidad que los ejércitos de la época tenían para luchar contra una guerrilla que, sobre todo en el ámbito urbano, lograba imponerse con relativa facilidad.
Malek Bensmaïl le da la vuelta a esa percepción y asegura que «el problema de Francia fue, y hay gente que lo dice, que aquella guerra se perdió en París, no en el campo de batalla de Argelia. La guerra fue perdida políticamente; militarmente quizá Francia avanzó en algún momento, pero no políticamente porque la independencia parecía a todas luces imposible de evitar» -resume-.
El director se queja de que en la actualidad «ocurre lo mismo en el país cuando hay fracasos políticos. El ejército argelino tiene las mismas maneras de tratar a la población, y se dedica a reprimir la libertad de expresión, a encarcelar,… y no a solucionar las cosas de forma política». Y agrega: «Esta película me permite explicar la historia de Argelia de los últimos 40 o 50 años, y alcanzar una perspectiva desde la cual analizar la sociedad contemporánea de nuestro país en el momento actual».
La lucha colectiva y las nuevas generaciones
Bensmaïl constata que en la actualidad hay muchos jóvenes argelinos que incluso no saben ni cuando comenzó la revolución ni en qué fecha. Además piensa que la enseñanza que reciben los chicos y chicas del país es muy superficial en cuanto a la lucha por la descolonización y la independencia se refiere. Y cree que no se les explica por temor a que en un futuro se lleguen a organizar enfrentamientos similares.
«También en Europa -añade-, la Historia no se enseña con la profundidad que se necesitaría, no sólo sobre las experiencias del pasado sino que también acerca de cómo se organizan las sociedades humanas para hacer frente a las injusticias. Aquí también se ha obviado la segunda y primera guerra mundial y el ascenso del fascismo, sobre el que tampoco los jóvenes de ahora están mucho al caso, porque al fin y al cabo viven en una sociedad capitalista y no quieren saber estas cosas».
– ¿En su opinión, la colonización es un asunto que ya pertenece sólo al pasado?
Ya no estamos oficialmente colonizados y el colonialismo como sistema de organización del Estado forma parte del pasado, pero sí que continuamos colonizados porque mentalmente no hemos hecho la desconexión de la colonización, y esta huella de la colonia está en nuestras vidas y nuestros espíritus. También hay en los gobiernos y los regímenes que han habido hasta ahora, hechos que se repiten, porque hay una línea de continuidad entre las maneras de hacer y de tratar que tenía la colonia, que después las han trasladado los gobernantes argelinos hacia su población.
El documental me permite hacer esta crítica y adentrarme en el tema de la descolonización mucho más que en la ficción. «La Batalla de Argel» es una mezcla entre ficción y documental, y ése es uno de los motivos por el que la película tiene esa intensidad.
– Como usted lo expresa en el documental, hubo intentos de que el actor estadounidense Paul Newman protagonizara el film de Pontecorvo, pero el cineasta lo rechazó porque quería darle un sentido más realista a la película. ¿»La Batalla de Argel» habría sido lo mismo con Paul Newman?
No, y yo creo que fue una buena elección porque sino la película no habría tenido esta cercanía y no habría estado tan directamente ligada a la realidad de Argelia, sino que habría sido un film al estilo de Hollywood.
Justo después de esta película, Pontecorvo hizo «Queimada», con Marlon Brando como protagonista, y ahí es donde esa distancia con los hechos que no estaba en «La Batalla de Argel», se percibe. Pero en todas estas películas con trasfondo político, y sobre todo las que tratan el tema de la colonización, si tu pones a cualesquiera de las estrellas de Hollywood, pierden todo este sentido, porque el peso político se va más hacia un espectáculo que hacia un producto que persigue la autenticidad.
– El filme recibió un León de Oro en Venecia. ¿Cree que los premios ayudan pero que no son lo más importante?
Para la mayoría de realizadores, y para mí seguro que también, los premios no son el motivo por el cual la gente hace cine, sino que lo que nos moviliza es la gente, el público. Los premios lo que a veces hacen es inflar los egos de algunos realizadores y quizá a los productores y distribuidores les pueda ayudar más por una cuestión financiera-económica, porque una película que tiene un premio, pues es posible que se venda más que otra que no lo tiene. De todas formas, yo creo que eso no tiene nada que ver con la profundidad del cine.
Aun así, el premio que se le dio a «La Batalla de Argel» en Venecia yo creo que fue oportuno, porque es una película que de otro modo no habría tenido la difusión que tuvo, y además porque pienso que fue un premio muy político, puesto que lo que se quería era poder mostrar la guerra de Argelia, ya que hasta aquel momento no había habido ninguna película, no se hablaba, mucha gente no sabía bien qué estaba pasando, y en ese aspecto hubo como una toma de posición frente a las otras películas importantes de Rossellini o de Truffaut que igualmente se estaban presentando en aquel entonces.
– Lo llamativo es que al mismo tiempo se había censurado en Francia, el país colonizador. ¿No fue así?
Eso tendríamos que matizarlo porque, si bien la película no había sido censurada en Francia, donde alcanzó todos los permisos de proyección que necesitaba para ser exhibida, lo que ocurrió fue un problema de autocensura de las salas de cine por el hecho de que habían recibido muchas amenazas de grupos de extrema derecha, incluso en algunas se habían puesto explosivos. Esa disuasión fue la causa de que el largometraje en sí no fuera mostrado en muchos lugares.
Hay que tener en cuenta que hacía muy poco que se había salido de una guerra de 8 años y de una repatriación de miles de franco-argelinos, cuyas familias quizá llevaban viviendo en Argelia desde hacía 100 años, y que de un día para el otro se vieron obligados a volver a Francia, un país que ya no era el suyo, por la fuerza.
Eso muchos franceses no lo asimilaron y quizá fue demasiado pronto para estrenar la película, cuando todas las heridas estaban tan abiertas, cuando todo era tan reciente.
– Y también es especialmente preocupante que en su documental algunos de aquellos que fueron torturadores no se muestren arrepentidos ni avergonzados de lo que hicieron. ¿Cómo se puede entender que alguien que ha hecho tanto mal, hable de esta manera?
Es una cosa muy difícil de entender, y en todo caso yo no tengo la respuesta, pero seguramente los psiquiatras tendrían alguna cosa que decir. En concreto, el general Massu, que es el que aparece en el film, estaba satisfecho porque él como militar dice que estaba en una guerra, que precisaba unas informaciones y que las tenía que conseguir a cualquier precio. Él lo ve como una técnica de guerra y no lo ve como lo que es, como una tortura, sino que para Massu es una estrategia de guerra.
Aquí además hay otra cuestión en la que vuelve a entrar la política, porque los políticos desde París les dieron luz verde diciéndoles que aquello se tenía que aplastar, fuera como fuera, y que hicieran lo que quisieran dándoles toda la libertad para hacer lo que creyeran necesario hasta que se parara la revuelta.
Aparte de eso, ellos lo hacían con la justificación de que se estaba protegiendo a la población francesa, porque se ponían bombas y afectaba evidentemente a la población de Francia que vivía en Argelia. Y también hay que recordar que precisamente fue el Partido Socialista y Mitterrand, que era ministro del Interior en aquel momento, quien ordenó y permitió todo eso.
– En Argelia nació la música raï, que también es de protesta, pero usted ha preferido terminar su película con un rap. ¿Por qué?
Porque si yo sabía que este grupo de rap había compuesto un tema dedicado a «La Batalla de Argel», entonces era evidente que lo tenía que utilizar para el film. También me permite conocer qué es lo que los jóvenes actuales de Argelia perciben hoy sobre el tema de esta película y, asimismo, hacer vínculo entre la juventud de cuando se hizo la película y la de ahora, que aunque ha pasado bastante tiempo continúan viendo la película muy regularmente.
Para mí es una película muy política, un film de resistencia, de lucha y de enfrentamiento con el poder, y precisamente en este momento Argelia está en una situación de mucha represión, en un régimen muy cerrado, en una situación de asfixia, y quizá todo esto les ayudará a los jóvenes a hacer realmente esta lucha que se necesita para hacer caer a este régimen y que la sociedad argelina sea democrática.
Mi documental, como se comprueba tanto al principio como al final, sirve un poco para empujar a que esta juventud realmente se lo tome como un motivo para luchar por el presente y por el futuro. Este orgullo sobre «La Batalla de Argel» tiene que servir para una lucha orgullosa de cara al futuro.
Al final, la frase que más me gustó del rap y con la que quise acabar la película es la de que «Ali La Pointe no está muerto, Ali La Pointe aún está en la Kasbah», pues eso quiere decir que la revuelta sigue viva y que cualquier día se encenderá.
©José Luis García/Cinestel.com