Entrevista a Ricky Piterbarg sobre»Ikigai, la sonrisa de Gardel»

Estrenado cine Gaumont ciudad de Buenos Aires
Tener una razón para vivir. Eso es más o menos lo que significa Ikigai, palabra japonesa que se incluye en el título de este documental sobre el después de un grave incidente ocurrido en la ciudad de Buenos Aires en 1994, a través de una mujer muy implicada en sus facetas artísticas que logró sobrevivir.
«Ikigai, la sonrisa de Gardel» es esencialmente una mirada hacia la personalidad de Mirta Regina Satz, quien aquel día lunes 18 de julio del año 94 se encontraba trabajando como tesorera en la AMIA (Asociación Mundial Israelita de Argentina) cuando un artefacto explosivo fue accionado y mató a 85 personas, dejando también más de 300 heridos.
A diferencia de lo que suele ocurrir en este tipo de atentados, luego de más de 24 años de haber ocurrido el ataque nadie ha sido capaz de reivindicar su autoría, por lo que ese dato se desconoce.
Ricky Piterbarg huye en este documental del tema de las especulaciones habidas en torno a los autores del violento crimen, para centrarse en su protagonista, una mujer vitalista, amante del arte y que posee la entereza de haber sabido superar gran parte de los traumas que aquella situación le provocó.
Su iniciativa de llenar el frente de su casa en Parque Patricios con diferentes rostros de Carlos Gardel, formados con trozos de azulejos hallados por los escombros de la ciudad, tuvo un gran eco popular y es mostrada en la película como una parte más del proceso de reconstrucción física, psíquica y también laboral, que el filme detalla a través de ella misma y de los testimonios de otras personas muy cercanas.
El director responde las preguntas de Cinestel:
– Rehusaste entrar en especulaciones en torno a quiénes fueron los autores del atentado. ¿Fue por querer entrar más a fondo en el lado humano de Mirta y su entorno?
Las películas que me propongo siempre ahondan en el lado humano; digamos que las relaciones humanas son un tema que me inquieta, entre las personas, el funcionamiento de la sociedad. Decididamente desde un inicio no había dudas que la película no entraría en cuestiones referidas al atentado en lo que judicial o políticamente concierne. Aún más, es deliberadamente ningunear ese aspecto del tema; creo personalmente en que los medios y los estados son absolutamente hipócritas con el asunto, bregan por sus intereses y olvidan a la gente.
La película se ocupa de la gente, de los sobrevivientes y de todos nosotros, de contar que la vida pasa por el camino que uno elija recorrer y no estar atado a lo que nos dictan los medios hegemónicos al servicio de quienes manejan el poder.

Ricky Piterbarg, director del film
– Pero la conexión colectiva con Gardel es mucho más fuerte incluso de lo que nos podamos imaginar. ¿Es una manera de que sobresalgan términos como la universalidad de la música, la concordia y la reconstrucción?
Para los argentinos, tanto nos representa Gardel como el atentado a la AMIA, la universalidad está en muchas cosas, la música sin duda es una de ellas, pero también las tragedias, el fútbol, la ascendencia, el origen. Y lamentablemente existen muchas ocasiones en las que tenemos que ponernos a reconstruir, a reconstruirnos. Así forjamos nuestra identidad, a golpes, como cualquier sociedad. La película apunta a reflexionar sensiblemente de qué se trata vivir.
– ¿Y eso haría que Mirta, que se declara agnóstica, pueda estar integrada sin ningún problema allá donde quiera estar con el respeto que siempre merecen ella y los demás? ¿Es ella un ejemplo de vitalidad y buena perspectiva?
Ser agnóstica es una elección que sin duda la hace para el espectador más empática ya que la agrupa, la suma. Si ella fuera religiosa habría muchos prejuicios que la colocarían a cierta distancia. Sin duda ella es judía, trabajó 17 años en la AMIA codo a codo con la colectividad en una institución de la que no se conoce nada y se habla hasta por los codos. Para usar el dicho de su padre, gracias a Dios, Mirta y esta película nos ayudan a estar más unidos, a vibrar con lo verdadero, y nos distancia de la hipocresía con la que está planteado el tema AMIA.
Claramente Mirta es una encantadora persona, que luego de muchos años, recién ahora logra abrirse francamente y decir a los cuatro vientos sus verdades.
– Pasé por la calle donde ocurrió el atentado de la AMIA que vi que se puede visitar porque hoy en día es un pequeño parque que está abierto al público. Y sin embargo, preferiste que no apareciera en «Ikigai». Aun así, la imagen de gente bailando sobre unas ruinas que ofreces en el film, creo que tiene mucha más fuerza. ¿Fue por eso que te lo planteaste de esa manera y eliminaste la otra posibilidad?
Promediando la película, Mirta se acerca a AMIA, camina por la vereda de enfrente, observa su frente a lo lejos… ya no es su lugar, su IKIGAI no se encuentra allí, sigue buscando. Es que, aunque nos sigan queriendo cubrir con escombros, seguiremos brotando en el mejor de los casos llenos de vitalidad y cantando, bailando, sonriendo.
– Eres el sonidista de muy buenos títulos argentinos e incluso tienes un largometraje documental inédito todavía que también posee vínculos con la sonoridad. ¿Es para ti importante lo que tenga que decir la música dentro de las películas?
No estudié cine, comencé con la arquitectura, que dejé al tercer año, mientras hacía la carrera de músico que concluí y luego comencé a trabajar en sonido. No hay la menor duda, el sonido y la música son muy importantes en mis películas y en la vida en general. Mariana Delgado fue la responsable del sonido, que ya lo había hecho en mi primer largometraje, y Sebastian Díaz realizó la música del film y creo que es brillante, un sabor a vino tinto y knishes de papa que confluyen en el choripan.
Presumiendo un poco podría decirte que entre lo que se ve y lo que se oye, mis películas tienen un muy buen sabor!!
©José Luis García/Cinestel.com