«Los Bastardos» de Amat Escalante; recurrir a la violencia para sobrevivir
De padre mexicano y madre estadounidense, Amat Escalante nació en Barcelona y, tras «Sangre», su ópera prima, se propuso hacer un film sobre el irremediable recurso a la violencia que nace de la desesperación y del sentimiento de exclusión social al que son sometidas algunas personas y que provoca un enorme daño físico y emocional.
Observando las noticias procedentes de la guerra de Irak fue como Escalante comenzó a idear esta historia en la que dos jóvenes obreros indocumentados de México, viviendo en una ciudad de California, tendrán que enfrentar un pedido malévolo y llegar a una decisión guiados primero por su mera sobrevivencia, y luego por sus principios morales. Ese pedido es el de un hombre que desea que maten a su esposa.
Este trabajo ha obtenido ya numerosos premios internacionales en Mar del Plata, Bratislava, Morelia, Sitges y Lima, entre otros, y se acaba de estrenar en Francia, antes incluso que su estreno en México, previsto para este mes de marzo.
Declaraciones en Rotterdam del director a Cinestel:
«El planteo inicial viene en parte porque mi madre es de Estados Unidos y mi papá es mexicano y antes de que yo naciera mi padre cruzó la frontera de manera clandestina y allá se encontró con mi madre y entonces es algo que ha estado presente en mi vida desde siempre, el tema de la inmigración y por vivir en dos países sentía un interés por por explorar cómo los mexicanos están en Estados Unidos y cómo, de alguna manera, no están ahí realmente, como las dos culturas flotan en el aire pero nunca se tocan, la norteamericana y la mexicana y quería hacer una película sobre un choque imaginario entre estas dos culturas a través de estas dos personas, que al final de cuentas son humanos, aunque son de diferente raza».
– Es frecuente que existan prejuicios con respecto a la inmigración y que eso lleve a algunos inmigrantes a abocarse hacia comportamientos poco deseables al no conseguir de una manera honrada una estabilidad a nivel económico.
«Yo quería hacer una película que no fuera como las habituales de inmigrantes, donde se ve que son completamente víctimas o que llegan a una ciudad más grande que la suya y se pierden, o algo así. Quería rodar una historia sobre dos inmigrantes que son fuertes, jóvenes, algo salvajes como adolescentes que son, y explorar ese tema.
Partí de la idea de que, a diferencia de otras muchas películas sobre la inmigración donde se percibe al inmigrante como alguien débil y víctima, pienso que para después de llegar a los Estados Unidos por el desierto y ser agarrado y regresado o vivir allá, ese estado es muy duro y pienso que nadie que sea así puede hacer eso muy fácilmente.
Entonces he querido filmar a los mexicanos que yo conozco, que es decir como más los he conocido.
Ya sé que hay de todo tipo, pero éstos son para mí más cinemáticos que no una familia completa que se van todos para allá.
Eso no me interesaba contar porque también yo soy un cinéfilo y me gusta el cine negro, de suspenso y el del oeste, y entonces quise mezclar un poco el tema de la inmigración con los ilegales indocumentados, que ahora se ven como los renegados en la actualidad, pensando en el contexto del western, que es algo que ya me planteé desde antes de hacer la película».
– Lo que sí se observa en «Los Bastardos» es una pérdida de humanidad evidente y el recurso al uso de las armas.
«Sobre el título «Los Bastardos», yo busqué en el diccionario de la Real Academia qué significados tenía, y el número uno es que es algo que degenera de su origen o su estado natural y para mí tuvo mucho sentido en el contexto de los dos personajes de la película, porque se han ido de su país de nacimiento y han degenerado en las actitudes que se ve que están haciendo en el film, que obviamente mucha gente del mundo hace. Hay crímenes y asesinatos a cada momento del día y yo quería retratar qué es lo que podría llevar a alguien a hacer eso e incluso, en este caso, que no hacen a propósito lo que sucede, ya que el crimen que cometen en cierta manera se produce de forma accidental. Se meten en la casa a robar y las cosas les salen mal.
Metafóricamente la casa representa a Estados Unidos y ellos entran pensando que van a tener un lugar mucho más acogedor que lo que han tenido afuera de la casa: van a ver televisión, los dan de comer, no comen, pero al final salen perdiendo de ahí, porque la mujer tiene sus propios problemas que la consumen y los consume a ellos al final también».
– Estos dos actores, Jesús Moisés Rodríguez y Rubén Sosa, se ha mencionado que no tenían ninguna experiencia en el desarrollo del trabajo de actores.
«No. Mi hermano Martín que hace el casting los encuentra en la calle, toma sus fotos y luego yo los veo en una foto y, si me interesa, los conozco. Y así fue como conseguimos a los dos. Uno lo trajimos desde México, que ya había trabajado en los Estados Unidos, y el otro, Rubén Sosa, el más joven, lo encontramos después en Los Ángeles. Además casualmente sus historias personales coinciden exactamente con las dos historias de los personajes principales de la película. El joven trató de pasar la frontera seis veces por el desierto, lo agarraron siempre y lo regresaron. Entonces ya a su edad ha vivido cosas que son muy fuertes y eso un actor real nunca lo habría vivido, tendría que habérselo imaginado.
También físicamente, en sus manos y en sus caras, para mí es imposible encontrar un actor que tenga las características de alguien que ha trabajado bajo el sol y con las manos toda su vida y por eso los dos hombres principales son realmente lo que aparentan ser en la película, menos mis detalles de ficción porque ellos no son asesinos ni quisieran serlo.
La mujer es actriz y hay otro actor, que es el que los contrata en la camioneta, pero todos los demás son los trabajadores reales».
– Usted filma primordialmente largas secuencias alternadas con grandes silencios, ¿qué tan importantes son esos largos silencios en la narración cinematográfica?
«Cada vez que escribo el guión, escribo bastantes diálogos y pienso que voy a hacer una película más convencional pero ya en el momento de rodaje, como hago muchas cosas por intuición, de alguna manera me salen más silenciosas y con planos más largos.
Eso yo lo hago para hacer que no se sienta manipulada la imagen que estamos viendo. Para mí es importante en general que no exista esa manipulación, lo cual es imporsible, creo, porque es una película y ya cuando la gente se ha sentado a verla, eso es una gran manipulación inicial; pero cuando estoy viéndola me gusta sentir que yo, como director, no estoy controlando exactamente qué es lo que tiene que sentir el público y de la manera en que yo trato de acercarme a eso es con planos largos, no porque sí, sino porque los sentía así, y sin música de acompañamiento emocional y filmando a gente que no son actores, porque los dos principales no son profesionales, lo que nos quita esa capa que podrían tener de estar fingiendo.
Con estos dos jóvenes es diferente y eso parte de mi idea de no manipular tanto la imagen. Incluso filmé el crimen que sucede de la manera que lo filmé de una manera coherente con el resto de la película de llevar al extremo de no manipulación, porque normalmente en una película de Hollywood cortarían en un momento determinado, como puede ser el del disparo, para hacerlo sentir más emocionante y menos fuerte o más divertido, como en una película de Batman o de ‘El hombre araña’.
Yo lo que quería hacer es lo contrario a eso porque, aunque hay dos muertes, quería que se sintieran como realmente creo yo que es la muerte, mucho más horrible de como uno la ve normalmente en películas. Aunque eso es lo que el público está acostumbrado a ver, tanto la mujer que está viendo la televisión en el sofá con la violencia que reportan como cualquier otra persona, cuando en las televisoras de los Estados Unidos está muy censurada, por ejemplo, la guerra en Irak; entonces con eso ayudan también a manipular a la gente para que dejen que el gobierno haga más cosas por no enseñar lo que realmente hacen sus armas. La muerte podría verse cuando enseñan los ataúdes llegando de la guerra, porque no quieren que la gente vea esa realidad de lo que está pasando, por ejemplo».
– ¿Cómo fue el rodaje en Los Ángeles?
«Fueron cinco semanas de rodaje. Es duro en una producción mexicana irse a Estados Unidos a filmar. Somos una productora que hace películas de relativamente bajo presupuesto, Mantarraya Producciones, y fue difícil porque, comparado con filmar en México donde eres realmente mucho más libre de filmar, en Estados Unidos hay muchas más reglas que seguir y eso vuelve todo mucho más complicado.
El casting también tuvo sus dificultades y eso nos hizo retrasar mucho más el inicio de la filmación porque no encontrábamos los jóvenes adecuados.
El rodaje fue duro pero estuvo bien, a fin de cuentas. Era una mezcla entre equipo de Hollywood y equipo de México, y eso tardó un poco en acomodarse por la diferencia de mentalidades porque veníamos de México con la mentalidad de haber hecho una película antes allá de manera bastante salvaje y, acoplar eso a la manera de hacer y pensar de Estados Unidos, les costó un poco de trabajo. Pero después de más o menos una semana ya todo se normalizó.
– Usted ha participado como ayudante de dirección en ‘Batalla en el Cielo’, con Carlos Reygadas que es un cineasta de culto que da muchísima importancia también al plano estético y también a la parte musical. En este caso de «Los Bastardos» escuchamos en la banda sonora mucho sonido de guitarra eléctrica; ¿esas escasas partes musicales de quién corrió a cargo?
«En principio, como música de ambientación, para poner el feeling a una escena, tanto al principio como al final de la película, es música ya existente la que usé con permiso de unos músicos de un grupo que se llama Jazz Camer, de Noruega, y lo demás fue siempre música incidental la que pusimos acerca de lo que está sucediendo en pantalla.
Eso ya es más que en mi primer largometraje que no tenía nada de música ambiental, tenía solo incidental».
©José Luis García/Cinestel.com 31/01/2009.