Cuando la amistad está por encima de todas las diferencias

Los colores de la montaña es un retrato actual de la vida cotidiana en La Pradera, una vereda de la zona montañosa en el campo colombiano.
Este largometraje de ficción recibió el Premio Nuevos Directores en San Sebastián y se ha presentado en otro de los más completos sobre la cultura de América Latina, el de Biarritz (Francia). El film está contado desde la óptica de los niños, protagonistas de esta historia. La mirada poética e inocente de los menores crea un vivo contraste, no exento de ironía, sobre los actos irracionales y a veces crueles de los mayores.
La historia de la película se centra en la amistad entre Manuel y Julián, su mejor amigo y compañero de escuela. Un día, mientras juegan un partido de fútbol, pierden el balón que va a parar a un campo minado. Junto a Poca Luz, tratarán por todos los medios de rescatar este preciado objeto, imprescindible para sus sueños y vidas cotidianas. De esta manera, la dura realidad se va imponiendo poco a poco a sus juegos.
Aunque el tema principal de la película es la amistad, las minas anti-personas y el conflicto armado se encuentran como fondo con la creciente preocupación por el incremento de los desplazados rurales y la nefasta costumbre de que una barbaridad tiende a ser entendida como normal cuando aparece a diario en los medios informativos.
Colombia tiene de promedio tres víctimas diarias por haber tropezado con esas minas, una de las estadísticas más altas de todo el mundo. Pero Arbeláez se propuso ante todo mostrar la cotidianeidad de la vida en el campo y prefiere que la población de las ciudades sienta realmente qué es lo que se está perdiendo cuando esas personas salen. El tema principal es el de las relaciones de amistad porque en la ciudad esa situación cambia, generalmente a peor.
Carlos Arbeláez explica a Cinestel.com desde Biarritz que el proyecto inicial era hacer un corto que se hubiese llamado «Detrás de la montaña» y que trataría sobre un niño que quería saber lo que hay detrás de la montaña. Más tarde ese proyecto se transformó en película en un proceso que duró varios años.
– Usted ha destacado en alguna ocasión el largo proceso de selección de los actores, especialmente el niño albino.
«Sí, hemos hecho un casting grandísimo para conseguir los tres niños protagonistas: Manuel, Julián y Poca Luz. El protagonista es un niño que cuando rodamos apenas tenía ocho años, es un actor no profesional y hemos tenido mucha suerte con él. El proceso fue muy largo en el tiempo porque buscábamos un niño albino que nos demoró mucho el conseguirlo. Luego hemos hecho un trabajo con estos tres actores para que se vuelvan amigos y se sienta esa amistad que es realmente el tema de la película.
– ¿Cómo organizó el trabajo con los niños, a sabiendas de que tienen horarios muy especiales y distintos a los de los adultos? ¿Tuvo que alargar un poco más el rodaje por este motivo?
Tuvimos que jugar con otra complejidad más añadida, y es que la película tiene muchos animales y para cualquier productor tener niños y animales juntos es un factor poco controlable y eso encarece mucho la película. De todas maneras yo creo que los niños lo han hecho muy bien, se han esforzado con que el rodaje pudiera acabarse a las siete semanas que hemos tenido y fue complicado trabajar con ellos, sobre todo porque son tan pequeños y, por ejemplo, el protagonista en el momento del rodaje tenía apenas 8 años y los otros dos 11.
También ha sido muy bello porque, como decía François Truffaut, los niños traen casi automáticamente la poesía y Manuel, el protagonista, le ha dado toda la verosimilitud, la frescura y la poesía que pueda tener «Los colores de la montaña».
– En ese trasfondo de conflicto armado, en el que incluso aparece un niño en muletas, ¿se acostumbra uno a vivir en esa situación o se crean otros problemas derivados del inconformismo?
Lo que queríamos en esta película es contar el conflicto armado a través de la mirada de los niños. Si no hubiese sido así, creo que no hubiera hecho esta película pues es una mirada al conflicto armado desde el sentimiento pero sin entrar en el terreno político, ideológico o antropológico como han hecho otras películas colombianas.
Esta es una película psicológica narrada desde la cotidianeidad del niño donde lo más importante es la amistad que rompe el conflicto armado al separar a estos tres niños. Al ser una película intimista creo que ha tocado más al público tanto en San Sebastián como aquí en Biarritz y estamos felices porque la película está funcionando, no sólo con la crítica sino que está conectando bien con el público.
– ¿El comportamiento de los niños podría expresar mayor esperanza para solucionar el conflicto armado?
Los niños tienen todo ese encanto, pero la gente como que baja un poco las defensas y se acerca un poco más al drama. Entonces yo me aprovechaba, en el buen sentido de la palabra, para que la gente retome un poco este problema de las cifras ya que hay 4 millones de desplazados, víctimas a diario de las minas anti-personas que aparecen en la prensa,…. yo creo que con la película he vuelto a sensibilizar a las personas a través de la poesía y estos niños son un símbolo de lo que está pasando.
©José Luis García/Cinestel.com 29/09/2010