Entrevista a Martín Solá por su documental «La Familia Chechena»
Estrenado Sala Lugones de Buenos Aires
Lo religioso como elemento de resistencia firme y pacífica en pueblos con una identidad propia que carecen de Estado propio. «La Familia Chechena» es la segunda película de una trilogía del realizador argentino Martín Solá que en el DocsBarcelona de 2016 obtuvo el premio a la mejor película del jurado del Festival.
Circunscrito a un terreno tan complejo como el de las emociones, el documental está hecho de una forma original e inédita para reflexionar en torno al poder de la religión en situaciones problemáticas, así como la observación de sus condicionantes. ¿Quizá porque tal vez para los pobres es entendida como un sentimiento o una creencia, mientras que los ricos la ven como una ostentación?
El filme nos propone una introspección en los estados de ánimo de los musulmanes sufíes que ahí aparecen, a través de las danzas y de algunas conversaciones familiares.
Los sufíes chechenos practican su misticismo siendo observados por la cámara de Solá, quien es seguro que optó por ser tan incisivo para incluir al espectador en esos rituales ancestrales, lo cual hace que te puedas sentir extraño, incómodo y hasta molesto en algún momento concreto.
Como quien esto escribe había abandonado la sala treinta minutos después de comenzar en su pase en el DocsBarcelona, es necesario puntualizar que un visionado completo de «La Familia Chechena» permite comprobar que Martín Solá consigue equilibrar todo el relato y darle sentido, sobre todo en lo que es la secuencia final, momento en el que comprendes el significado global de todo lo visto, aun cuando es sabido que el equipo de rodaje del documental fue «invitado» a marchar del país quince días antes de lo previsto, cuestión que felizmente no afecta al objetivo del director de contar cómo es el refugio que han encontrado los chechenos musulmanes en su propia religión, aun cuando se haga de una manera un poco inusitada por lo casi exclusivamente ligada a esas emociones que está mostrando, adquiriendo una dimensión desconocida, y donde los diálogos son escasos pero ilustrativos de la compleja situación.
Y es que nos encontramos ante la historia de una larga humillación a un pueblo que ha padecido largo tiempo la ocupación. Aquí la liberación que Abubakar, el protagonista de 46 años, siente en esos rituales es un reencuentro con su sociedad y al mismo tiempo, según él mismo dice, un acto de resistencia.
Martín Solá responde las preguntas de Cinestel:
– ¿Qué tanto tiene que ver tu película con la resignación?
Nada, de hecho es todo lo contrario, los sufíes chechenos con las danzas, se purgan, sacan el odio y el resentimiento que puede generarles años de guerras, muertes y sufrimientos. Ellos (siempre hablo de los sufíes, no del islam wahabita que proviene del Estado checheno) no tienen la visión occidental de la religión, para ellos es una herramienta de transformación, de alimento que los ayuda a seguir viviendo en una situación tan dura.
– ¿Pero entonces, al final lo único que les queda a los chechenos es seguir los preceptos del Islam?
El islam es muy amplio, no se puede decir que hay uno solo; ellos son sufíes, que es la mística del islam, el Estado es wahabita, aliado de Arabia Saudita.
Los sufíes se expresan a través de danzas, poesía, etc y su resistencia es pacífica. Además los chechenos tienen muchas más cosas que su religión, nosotros hicimos una película de una hora y decidimos centrarnos en esto, pero por supuesto que les quedan muchas cosas, son una cultura milenaria dentro del Cáucaso norte.
– Veo que no tradujiste con subtítulos los cantos que se escuchan. ¿Creíste entonces que su contenido semántico no iba a ser relevante para el espectador?
Si traducíamos con subtítulos lo que decían las personas terminaría dándole mucha importancia a lo que decían, generaría un efecto de anclaje y nosotros queríamos llevar al espectador a un estado de ánimo, a una experiencia física y no darle demasiada información, dejar que hablen las imágenes, el montaje y el sonido.
– ¿Consideraste que tu forma de narrar este filme podría irritar de algún modo al público?
El público es muy amplio y por suerte hay público para todo. La película se pasó en muchísimos países y tuve la suerte de ver como un montón de personas de diferente cultura, lenguas y tradiciones conectaban con la propuesta de la película; pienso que Argentina no será la excepción.
– Y por último, decirte que por desgracia, algunos mundos paralelos que dibujas en tu inusual película documental, me parecen irreconciliables. ¿Tienes igualmente esa sensación? ¿Viste pocas posibilidades de que esta gente pueda volver atrás, recuperando sus aspiraciones como pueblo?
Hoy Chechenia no tiene manera de tener su independencia de Rusia, eso es desde lo físico, lo territorial. Pero una gran parte de la sociedad chechena entendió que puede trascender esto, y que sí pueden seguir siendo el pueblo checheno desde su cultura, religión, mística, música, comidas, etc. Una parte de eso es lo que se intenta mostrar en el film desde lo cinematográfico. Seguramente otros trabajos de otros directores, igualmente válidos, se encargaran de dar información haciendo un trabajo más periodístico, antropológico o social. Este es nuestro pequeño grano de arena, entrar a Chechenia poniendo en riesgo nuestras vidas y ofrecer un punto de vista de algo muy complejo que no se puede sintetizar en una hora; sólo abrimos una puerta, pero hay miles.
©José Luis García/Cinestel.com