«El Escarabajo de Oro»; asociando el machismo con el colonialismo

El argentino Alejo Moguillansky y la sueca Fia-Stina Sandlund son los directores de esta película dentro de otra película en la que el Mariano Llinás de aquellas encomiables «Historias Extraordinarias» ha colaborado con ellos en el buen progreso del guión de esta historia que pese a ser de desencuentros logra armonizarse, y que satisfizo las expectativas del jurado que la valoró en la competencia argentina en el BAFICI. El filme está inspirado en aquel cuento homónimo del gran escritor estadounidense Edgar Alan Poe que brillaba por su lenguaje sencillo y aludía a obras de otros autores, a citas de autoridad y a un enigmático criptograma.
«El Escarabajo de Oro» tiene un argumento adornado e inquietante, con títulos de crédito inusualmente coloridos en el cine argentino al comienzo y al final. Resulta que unos productores europeos de distintas nacionalidades llegan al país austral para filmar una biopic sobre una conocida feminista europea, Victoria Benedictsson, y para ello contactan con una compañía local que les hará las veces de coproductores de la cinta. Los argentinos, quienes se han enterado de la existencia de un tesoro jesuita en Misiones, planean un rodaje falso que incluya la figura de Leandro N. Alem para ser incorporado, nadie sabe cómo, a ese relato a modo de una posible y melancólica versión de La Isla del Tesoro adaptada para la Argentina.
Para alcanzar su verdadera meta, logran convencer a la productora europea de que acepte un rodaje en la localidad de Alem ubicada en la provincia norteña, que en realidad nada tiene que ver con ese político revolucionario, estadista y masón argentino fundador de la Unión Cívica Radical, quien sí tiene en común con la escritora sueca el hecho de que ambos pusieron fin a su vida a través del suicidio.
Cine dentro del cine, los mejores puntos a destacar dentro de esta incoherente pero tentadora narración están en las lúcidas reflexiones que hace Rafael Spregelburd, sólidas porque están bastante extendidas en el imaginario popular argentino, sobre los europeos y su visión acerca de las coproducciones en el cine y esa supuesta propensión a mirar a los latinoamericanos como simples merecedores de un apoyo paternalista sin más, derivada de la época colonial, que aquí se intenta sutilmente asociar a la visión de los machistas sobre las mujeres.
Tanto Spregelburd como los directores y guionistas habituales de la productora de la película, El Pampero Cine, conforman en «El Escarabajo de Oro» una parodia de sí mismos creyéndose sometidos a ese yugo patriarcal e intentando aprovecharse de una pretendida inocencia de los visitantes europeos a quienes observan como presumidos y pretenciosos.
Todo el filme es un juego con el espectador, como se comprobará en ese final tan improbable como algo infantil, y la sensación después de verla en ese estilo libre que mezcla comedia con reflexiones, a veces con voces en off, es la de que está presentada de una manera atractiva e inteligente para comprender cómo podrían estar pensando algunos cineastas argentinos, cuáles son sus ambiciones, y cómo tratan de ser uno mismo dentro de un mundo tan diverso. Siempre, claro está, según la discutible versión de los autores del guión.
©José Luis García/Cinestel.com