Ettore Scola rinde tributo a Fellini en «¡Qué extraño llamarse Federico!»

Estrenada en España el 30 de abril de 2015.
En octubre de 2013 se cumplieron 20 años de la muerte del gran cineasta italiano Federico Fellini, y su íntimo amigo Ettore Scola quiso rendirle un sentido homenaje en toda regla y como mejor sabe, estrenando una película que no fuera biográfica, una biopic, sino el reflejo humano sobre cómo sentía la vida, con una mirada a su mundo más interior a través de una recreación imaginativa basada en lo que fue y en lo que pensaba, en todo aquello que lo ayudó a ser un cineasta magistral. «Si la vida es una fiesta, vivámosla juntos como tal», solía decir este genio que tuvo su mayor riqueza en la impronta de la originalidad y el buen hacer.
«¡Qué extraño llamarse Federico!» es un viaje nostálgico a las formas de pensar, las fantasías y la audacia de Fellini desde que ingresara como periodista en la revista satírica Marco Aurelio, la de mayor tirada en la Italia de 1939. Scola entró tiempo más tarde en la redacción de esta publicación en donde ambos trabajaban como ingeniosos caricaturistas, y esa es una buena base sobre la que en este filme nos muestra retratos desde distintos ángulos que nos harán comprender mejor cómo era y se relacionaba con todos los que le rodeaban, inclusive para quienes conozcan poco o no hayan visto nunca película alguna del cineasta nacido en Rímini. La primera y última escena de la película son prácticamente la misma: Fellini sentado de espaldas en una supuesta playa mirando hacia el horizonte de un decorado marítimo. Desde esa perspectiva, parece que mira hacia lo desconocido o lo inalcanzable, pero la verdad es que el resto del film toma direcciones inesperadas sobre el mundo en el que se manejaba y ofrece una imagen fresca sobre cómo se pudo convertir en la personalidad más creativa de Roma.
Poco a poco la película nos quiere mostrar que la imaginación de Fellini no tenía límites y que era capaz de subvertir las proporciones de las cosas hasta alcanzar el exceso y la exageración. Su vida cinematográfica estuvo siempre muy ligada a los estudios Cinecittà, que solía visitar hasta cuando otros directores estaban rodando, y donde se instaló precisamente la capilla ardiente con su féretro allá por el año 1993. Scola quiso huir de todo tipo de tristezas en esta película, presentando a un Fellini divertido e irónico, muy inquieto y seguro de su propio talento, interpretado al principio por el joven Tommaso Lazotti. Entre todas las imágenes de situaciones vividas, hay algunos rodajes como el de la famosa escena en la Fontana de Trevi junto a quien está considerado por algunos como su alter ego, Marcello Mastroianni. El funeral en los estudios también está representado en el film de una manera en la que parece que Fellini trata de vengarse del tiempo que ha pasado inexorablemente sobre su vida.
El maestro italiano siempre vio en sus películas la vida con una cierta ternura, y Scola quiso aquí seguir ese mismo punto de vista sobre un gran y admirado profesional del cine que siempre actuó en la vida como un niño adulto. Ettore recuerda a su amigo Federico como un Pinocho grande quien «por suerte, nunca llegó a ser un niño de buen comportamiento».
«Che strano chiamarsi Federico» dura un poco más de hora y media, pero es seguro que a los amantes y admiradores del cine de Fellini les resultará corta y tal vez un poco de estilo cubista porque, siendo una película brillante y sincera, está compuesta por fragmentos, momentos e impresiones dispersas que se alternan desde con escenas con un guión de ficción para reconstruir ciertas situaciones, hasta imágenes de archivo de la Rai Teche y del Istituto Luce.
Una de las mejores secciones de la película la constituye la representación de unas salidas nocturnas con su amigo en las que lo vemos invitar a subir a su automóvil a una prostituta que les narra la triste historia de su vida, o la charla con un artista que pinta retratos de santos y milagros, personajes que podrían haber salido en alguna de las películas del genio italiano. Y es que, convencido de que la certeza elimina la inspiración, Fellini tuvo una manera de interpretar el mundo que siempre era desbordante, irónica, tierna, barroca y provocativa.
©José Luis García/Cinestel.com