«La banda Picasso» de Fernando Colomo, ficción sobre un genio

Al genial pintor Pablo Ruiz Picasso no le gustó lo que fue una simple anécdota en su vida hasta el punto de que siempre lo ocultó.
En 1911 fue detenido junto a su amigo Guillaume Apollinaire en relación al robo de la Gioconda en el Louvre.
Más de cien años después, Fernando Colomo construye una ficción apoyada en este extraño caso que, sin ser uno de sus mejores trabajos, se deja ver por la dinámica de la historia, por el ritmo y por los ingredientes del guión.
«La banda Picasso» se mueve entre la comedia y la tragedia y básicamente contrasta las diferentes formas que todos tenemos de concebir la amistad, máxime si se tiene en cuenta que Pablo Picasso estuvo siempre ensimismado por su devoción artística y que gran parte de su pensamiento e incluso de su intimidad estuvieron dedicados a la pintura.
En la película, Pablo, español, Guillaume, polaco, y un belga inspirador de su novela «Las aventuras del Barón d’Ormessan» son tildados por la prensa francesa como miembros de una banda internacional de sustracción de obras de arte.
Todo comienza cuando el apodado «Barón» se entera de la fascinación que unas estatuas prerrománicas ejercían sobre Pablo y decide robarlas para luego vendérselas a un precio ridículo. Esos bustos sirven como inspiración para el primer cuadro cubista de Picasso, «Las señoritas de Avignon».

Fernando Colomo
El film combina algunos puntos que se saben ciertos con múltiples pinceladas que son una pura invención de Fernando Colomo quien asegura que tuvo que revisar catorce veces el guión para conseguir dotar de dinamismo a la historia descartando formalidades que no son importantes como el poner las fechas en las que supuestamente habría transcurrido todo.
Uno de los ejes que hacen que esta película funcione es el contraste entre la creación literaria y la creación plástica. La literaria encarnada por Guillaume Apolinaire, un tipo que jamás entendió lo que era el cubismo, prueba de ello es el libro que escribió sobre esa disciplina, lógicamente fallido pese a poder tener delante de sus ojos a uno de los grandes que cambió el curso del arte, y la plástica reflejada en Picasso, un artista obsesivo por su trabajo unido al peligro de verse obligado a regresar a España y repleto de celos respecto a su amante a quien no dejaba salir sola de casa.
Colomo subrayaba que el malagueño pintaba para huir de sus obsesiones y que perdió a sus mejores amigos porque se fue distanciando.
La familia del pintor puso como condiciones para que se pudiera hacer la película que ésta tenía que ser una ficción y que el artista nunca apareciera pintando porque tenía una manera muy particular de hacerlo. El realizador no puso objeciones a eso al considerar que la imagen de un pintor trabajando el lienzo «es anti-cinematográfica».
También los familiares dieron permiso para mostrar veinte cuadros y como nunca esas obras llegaron al rodaje que se hizo en Budapest, se emplearon veinte reproducciones confeccionadas por artistas húngaros.
©José Luis García/Cinestel.com
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